sábado, 13 de junio de 2015

Un Juego De Gemelas Parte 2: Capítulo 8

La casa de Pedro resultó ser un ático en una zona exclusiva a las afueras de la ciudad. En ese sentido, había conseguido su deseo de disfrutar de una vista maravillosa de Barcelona mientras iban en coche. Hablaron durante todo el trayecto, principalmente de su trabajo, que hizo que sintiera que él realmente apreciaba quién era ella, no sólo lo que parecía. Y de la ciudad, de la que disfrutó mucho. Demostró ser un experto guía.
Al llegar al piso, le informó de que el ama de llaves que la recibió no vivía allí y que se marcharía antes de la cena.
—Nos ha preparado la comida; pero nos serviremos nosotros mismos.
—Perfecto —aceptó mientras miraba a su alrededor.
Era evidente que el lugar había sido decorado por un profesional, pero todos los rincones reflejaban la personalidad de Pedro. Y también su riqueza.
La cena… toda la velada fue maravillosa. Charlaron más… de todo, desde los negocios hasta la familia. Los padres de Pedro desempeñaban un papel importante en su vida, tal como sucedía con la madre de Paula. Era evidente que los quería, y eso incrementó el respeto que le inspiraba. A medida que transcurría la velada, fue descubriendo que cada vez le gustaba más.
Y cuando la llevó a casa temprano, tal como había prometido, la opinión que tenía de él se había disparado. Podría haber provocado algo de intimidad entre ambos, pero al no hacerlo, le mostró su respeto y el deseo de perseguir una relación real, no sólo una satisfacción sexual.
Pedro sonreía mientras regresaba a su casa después de dejar a Paula en el hotel. Era una mujer increíble.
Lamentó que fueran a disponer de tan poco tiempo juntos antes de tener que irse a Praga. Era una mujer con la que podía imaginarse pasando semanas, quizá incluso meses, antes de que la atracción inicial comenzara a desgastarse. Era una sensación extraña, y deseó haberla conocido antes, pero no iba a permitir que el pesar estropeara el júbilo presente que le deparaba su compañía.
Dudaba de que ella esperara que la asociación durara más allá de su viaje a España, y nunca como algo que no fuera casual. Ninguno de los dos se hallaba predispuesto a entrar en una relación comprometida. Quizá fuera egoísta, pero no quería empañar el placer hablando tan pronto de la futura separación. Ya llegaría el momento apropiado para semejante discusión, pero no antes de que se hubieran ido a la cama juntos.
Paula apiló los folletos turísticos que pensaba mostrarle a Pedro en el centro de la mesita del salón de la suite. La sesión de fotos había requerido incluso menos tiempo que el que había anticipado, y había dispuesto de la ocasión para planear la campaña del día. Pedro se había ofrecido a ser su guía turístico y pensaba tomarle la palabra.
Ese día no se había presentado en la sesión, aunque tampoco había esperado que lo hiciera. Si iba a tomarse el resto del día libre para pasarlo con ella, las responsabilidades de su rango y posición seguro que lo obligaban a ocuparse de muchas cosas antes. Eso también hacía que se sintiera especial.
Aun así, no se hallaba preparada para acostarse con él. Al menos no mentalmente. Su cuerpo era otra historia, y como regresaran brevemente al piso de él o a la suite del hotel, seguro que terminaría con Pedro en la cama.
Quería ver Barcelona, pero más que eso, quería conocer mejor a Pedro antes de dar el paso irrevocable de permitirle acceso a su cuerpo. Sabía que para ella semejante paso cambiaría toda su vida.
Desearía poder llamar a su madre, pero aún era de madrugada en California. Pensó en bajar el centro de negocios del hotel a enviarle un correo electrónico. Miró el reloj. Con un rápido cálculo mental, decidió que disponía de tiempo.
Metió los folletos en el bolso grande que antes había preparado con cosas que podría necesitar durante un día en compañía de Pedro… y posiblemente una noche. Así como no se encontraba mentalmente preparada para dar ese paso, no quería engañarse a si misma pensando que no existía la posibilidad de que eso sucediera. Como volviera a besarla como lo había hecho la noche anterior, era imposible asegurar que tendría los recursos para ponerle fin una segunda vez. De modo que prefería estar preparada ante esa posibilidad.
Pero lo alargaría todo lo posible con el recorrido turístico.
Sentándose ante un ordenador, tomó otra decisión, y cuando entró en su cuenta de correo electrónico, primero le envió un mensaje a su agente. Cancelaba sus próximos trabajos y extendía sus vacaciones en una semana, con la promesa de que regresaría al sur de California para la exposición de baúles en la que había aceptado participar.
Tardó muy poco en redactar el correo para su madre. Sencillamente escribió que creía haber podido encontrar «al elegido» y que planeaba pasar el día con él para llegar a conocerlo mejor. También la ponía al corriente de sus cambios de planes. Consideró que el hecho de extender sus vacaciones una semana y cancelar dos trabajos hablaba con elocuencia sobre la seriedad de sus sentimientos. Su madre captaría el mensaje.
Al terminar con los correos, salió a esperar a Pedro. No había motivo para que aparcara su coche si iban a hacer turismo. Además, si lo hacía… la tentación de llevarlo a su suite sería demasiado grande.
Un sedán lujoso con cristales tintados se detuvo delante de donde ella se hallaba. Retrocedió, no queriendo entorpecer el paso de sus ocupantes.
La puerta de atrás se abrió y por ella bajó Pedro con una sonrisa en los labios.
—Veo que me esperas impaciente.
Lo bebió con los ojos. Su cuerpo alto y musculoso encontraba enfundado en un traje a medida que lucía con la misma comodidad que la ropa informal que había llevado el día anterior.
—Pensé que sería una tontería que aparcaras el coche si nos íbamos a marchar de inmediato.
—Hemos pensado lo mismo, entonces. He traído un chofer por motivos similares. Hará que nuestra excursión resulte más fácil.
—Estoy segura de ello —pero miró dubitativa el vehículo, algo intimidada.
Él frunció el ceño.
—No estás acostumbrada a esta clase de transporte, ¿verdad?
—No. Mi carrera no ha llegado al punto en el que una limusina me recoge para llevarme a las sesiones fotográficas. Aún tomo muchos taxis y transportes públicos —sonrió.
El se acercó y le dio un beso en la boca aún sonriente con una firme posesión antes de alzar la cabeza y apoyar las manos en sus hombros.
—¿Me harás el favor de no recurrir al transporte público mientras estés en Barcelona?
Ella se encogió de hombros, sin prometer nada. No sabía cuánto tiempo podría brindarle Pedro y no pensaba quedarse sentada en su habitación del hotel mientras podía estar recorriendo la ciudad.
El entrecerró los ojos mientras la ayudaba a subir al coche.
—Pondré un coche y un chofer a tu disposición cuando no esté contigo.
—Eso no es necesario, Pedro. Estoy acostumbrada al transporte público.
El se sentó a su lado en la tapicería de piel.
—Permitirás que te brinde ese servicio como un favor a mí.
—¿Sí? —cruzó los brazos y lo miró.
—¿Quieres que me preocupe por ti cuando deba estar concentrado en los negocios?
—Claro que no —pero no le importó saber que lo haría.
—Entonces, utilizarás mi coche y chofer.
—Eso es manipulador.
Pedro se encogió de hombros. Paula rió.
—Eres muy obstinado, pero yo también puedo serlo —añadió.
—Por favor, no en este tema.
—¿De verdad te preocupa?
—Si, cariño, me preocupa.

2 comentarios:

  1. Hermosos capítulos! cada vez más cerca! Me encanta como la cuida!

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  2. Me fascina esta historia Naty. Me encantaron!!!!!!!!!!!

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