miércoles, 3 de junio de 2015

Delicioso Amor: Capítulo 41

Cuando Paula terminó de leer la carta sus ojos estaban empañados por las lágrimas. Besó el papel, lo dobló y lo volvió a guardar en el sobre.
A duras penas consiguió digerir el desayuno. Tenía el corazón encogido por las emociones que la carta le había transmitido.
Salió de la cocina y fue a buscar a Pedro para compartir la carta con él. Lo encontró en el despacho hablando por teléfono. Se quedó en la puerta escuchando porque no quería interrumpirlo. Él como estaba de espaldas, no la vió.
- Yo también te quiero mucho. Tengo ganas de verte.
( - Espero poder verte pronto)
- Si, ojala nos veamos pronto.
(- ¿Has hablado con tu padre últimamente?)
- No.
(- ¿quieres que le diga que he hablado contigo?)
- No tengo nada que decirle.
(- Ahora está ocupado y no puede ponerse, pero sabes que te quiere.)
- ¿Qué me quiere? ¡bonita forma de demostrarlo!
Paula que había escuchado atentamente la conversación no podía dar crédito a lo que había escuchado. Él tenía una relación con alguien que estaba lejos, pero mientras la esperaba se había asegurado de tener la cama caliente con otra, y esa otra era ella.
Decepcionada, dolida y con el corazón hecho pedazos corrió a su cuarto. Abrió el armario, sacó la maleta y la puso sobre la cama. Empezó a descolgar la ropa de las perchas y vació todo el armario en la maleta. Toda la ropa estaba arrugada y echa una bola, pero en esos momentos lo que menos de importaba era la ropa.
Se sentía traicionada, dolida y engañada. Las lágrimas brotaban de sus ojos desesperadamente intentando aliviar la angustia que la embargaba. Tenía el corazón tan encogido que no podía ni sentir sus los latidos, le faltaba el aire y sentía ahogarse.
Pedro terminó de hablar con su madre y colgó el teléfono. En lugar de estar feliz por haber compartido con ella lo que le estaba pasando con Paula  se sentía mal.
Llevaba meses sin ver a sus padres y necesitaba abrazarlos y tenerlos cerca. Su madre era la única que parecía recordar que tenía un hijo, porque su padre nunca se molestaba en llamar ni preguntar por él.
Salió del despacho y fue al cuarto de Paula porque oyó un ruido allí. Cuando entró dentro vió a Paula sentada encima de la maleta que había sobre la cama con la cara hundida entre sus manos y llorando.
- ¿Princesa que te pasa? - dijo acercándose a ella.
- ¡No me llames princesa! - dijo levantando la mirada y viéndolo con los ojos rojos he hinchados.
- ¿Qué es lo que pasa? ¿Por qué has hecho la maleta? - dijo sentándose junto a ella y poniendo una mano sobre su hombro.
- ¡no vuelvas a tocarme! - gritó a la vez que se ponía en pie.
- Dime que te pasa. Quiero ayudarte.
- ¡eres una basura! ¡te odio!
Dicho eso salió corriendo de la habitación, corrió por todo el pasillo y cuando iba a bajar las escaleras Pedro la alcanzó y la sostuvo por el brazo.
- ¡dime que demonios te pasa! - gritó desesperado girándola hacia él para que la mirase a los ojos.
Pero Paula estaba demasiado dolida como para responder. Se soltó de la mano de Pedro  y comenzó a bajar las escaleras. En una de estas pisó mal y se tropezó. No pudo mantener el equilibrio y cayó rodando escaleras abajo.

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