miércoles, 10 de junio de 2015

Un Juego De Gemelas: Capítulo 20

Francisco llamó la mañana siguiente. La hermana de Pau se llamaba Lucía Schulz y estaba con Carlos García, en su yate. Acababan de llegar a puerto tras pasar más de una semana en el mar.
Una vez obtenido el nombre.. Francisco  había descubierto muchas más cosas. Era modelo y aunque tenía éxito no era una supermodelo que saliera en portadas de revistas. Hacía sobre todo desfiles, pases de prendas para que las fotografiaran y algún que otro anuncio. El que Pau no tuviera un perfil público había contribuido a que nadie se fijara en su parecido con una modelo de relativo éxito.
Lucía  había crecido en un pequeño pueblo del sur de California con su madre, Alejandra Schulz. Padre, o supuesto padre, fallecido. Se había incorporado hacía poco al círculo de modelos internacionales y, con veinticuatro años, pronto llegaría al punto de inflexión de su carrera profesional.
No salía con muchos hombres y parecía que Carlos García era el primer amante con el que vivía. No había evidencia de una adopción formal, pero eso era de esperar. Lo que nadie había esperado es que viviese con la identidad de la bebé a la que Alejandra Schulz había dado a luz.
Una bebé prematura que murió poco después de nacer, a pesar de los esfuerzos de los médicos.
—No quiero que las autoridades intervengan de momento, Francisco.
—Eso había imaginado, señorita Chaves.
—No le dirá a mi padre que la ha encontrado, ¿verdad? —no sabía cómo iba a manejar la información, pero no quería arriesgarse a que él sufriera otro infarto.
—Mi cliente es usted, señorita Chaves. No su padre.
—Bien. De acuerdo. Deme la información de dónde está ahora —apuntó lo que Francisco le dictaba y colgó el teléfono. Teniendo en cuenta cómo vivía, Pau dudaba que su Lucía supiera nada de su verdadera familia, e incluso que conociera su existencia.
Francisco estaba investigando las circunstancias de su secuestro e intentando descubrir cómo Lucía había acabado con Alejandra Schulz, que no encajaba de ningún modo con el perfil de secuestradora. Era una madre dedicada que se había sacrificado en todo para que su hija tuviera éxito en su profesión.
Sin saber por qué, Pau llamó a Pedro.
—¿Pau? —contestó al primer timbrazo.
—Acabo de hablar con Francisco.
—¿Ha encontrado a tu hermana?
—Sí.
—¿Dónde?
—En España. Ha estado en el yate de su amante, pero regresaron a puerto ayer.
Él no dijo nada.
—No sé qué hacer, Pedro. ¿Aparezco sin avisarla? ¿La llamo antes y le digo que quiero verla? Es muy posible que su madre sea la secuestradora. ¿Cómo se sentirá al enterarse de eso?
—Cuéntame todo lo que te dijo Francisco
Pau lo hizo, sin olvidar ningún detalle.
—Su madre no suena como una criminal. De hecho, parece una mujer que adora a su hija.
—Eso mismo pensé yo.
—Debe haber circunstancias atenuantes.
—No quiero herir a Lucía.
—Pero debe conocer la verdad de su nacimiento.
—Lo sé.
—Tal vez sería mejor esperar hasta que Francisco tenga más datos de cómo entró Lucía en la vida de Alejandra Schulz.
Eso hicieron, pero día a día Pau se sentía más estresada. Echaba de menos a Pedro, aunque la llamaba varias veces al día. Por la noche, anhelaba el consuelo de sus brazos rodeándola. No se había dado cuenta de hasta qué punto era parte integral de su vida hasta que dejó de tenerlo a su lado.
Era ella quien se distanciaba. Él la invitaba a cenar, a comer, al teatro y rechazaba todas sus invitaciones. Pedro no se enfadaba. Se limitaba a recordarle que cuando llegara el momento adecuado la arrinconaría y no podría eludirlo. Lo que más la asustaba es que no estaba segura de querer hacerlo. De hecho, parte de ella quería que apareciese en su casa sin avisar, para no tener opción de negarse a verlo.
Pero él no lo hizo y ella no dormía, pasaba la noche y los ratos libres preocupándose. Quería decirle a su padre que habían encontrado a Lucía, pero temía que lo afectara demasiado la noticia.

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