sábado, 13 de junio de 2015

Un Juego De Gemelas Parte 2: Capítulo 7

—Me alegro. Entonces, el coste merece la pena.
—Realmente, así lo creo —se apresuró a asegurarle.
El sonrió.
—Me hechizas, Paula Chaves.
—Y tú me embrujas, Pedro Alfonso.
—Ah… me gusta oír eso.
—Me gusta poder decirlo.
El rió.
—Eres muy directa.
—¿Te molesta?
—No. Me gusta. Entre nosotros no hay juegos.
—No me gustan los juegos emocionales —nunca los había practicado, pero incluso en el trabajo la gente los probaba, algo que la irritaba mucho.
—También tenemos eso en común.
Ella sonrió y miró por la ventanilla, ansiosa por echar un vistazo a Barcelona. Le encantaba el modo en que la ciudad parecía ser una mezcla confusa de arquitectura gótica, moderna y pos moderna. Tenía un encanto propio que hacía que anhelara recorrer sus calles y empaparse de esa mezcla.
—Bueno, ¿adónde vamos a cenar? —preguntó, con la esperanza de que requiriera atravesar la ciudad para poder seguir disfrutando del paisaje.
—A mi casa.
El corazón se le detuvo un instante antes de ponerse a palpitar con fuerza.
—Pero…
—No te voy a seducir esta noche, Paula. Has dicho que tenías que levantarte muy temprano para la sesión de mañana. Cuando te lleve a mi cama, será durante horas y horas. Esa noche no será posible para ti hoy.
—Gracias por comprenderlo —pero no pudo dejar de experimentar un escalofrío ante las implicaciones de sus palabras. «¿Horas y horas?».
 —¿A qué hora terminarás mañana?
—Nunca puedo estar segura, pero si todo va como hoy, las fotos que quieren probablemente estén a media mañana.
—Y entonces el trabajo habrá terminado, ¿no?
—Sí.
—Te recogeré en tu hotel para ir a comer y celebraremos un trabajo fructífero.
—¿Es eso lo que vamos a hacer?
—Sí —afirmó, sin pasar por alto el suave sarcasmo—. Prepárate para pasar el resto del día y de la noche conmigo. Modificaré mi agenda.
—¿Y qué pasa con la mía? —ese hombre era demasiado confiado.
—Dijiste que tu trabajo habría terminado.
—Quizá planeaba hacer un recorrido por la ciudad por la tarde —que era exactamente lo que había planeado.
—Te mostraré todo lo que quieras ver.
—¿En serio? —podía ser interesante.
—Sí.
—Porque, ¿sabes?, pensaba comprar un billete para el autobús turístico y recorrer toda esa ruta.
El rió.
—Eres ambiciosa.
—Tengo una semana para dedicar al turismo.
Quizá me permitas ser tu guía… y puede que aceptes quedarte en mi hermosa ciudad más de una semana.
Sólo la esperaban unos trabajos menores la semana posterior a sus vacaciones oficiales y, por primera vez en su vida, consideró cancelarlos para divertirse. La sorpresa de semejante pensamiento la dejó muda unos segundos antes de responder:
—Me lo pensaré.
—Te aseguro que seré mejor guía que los que puedas encontrar en los autobuses turísticos. Después de todo, soy un catalán nativo.
Ella rió.
—Supongo que debería darte la oportunidad de demostrarlo… o fracasar.

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