Su madre le preguntó por Pedro una vez, y ella le habló de su viaje a Praga.
Su carrera cobró un impulso renovado y se vio inmersa en el trabajo. Tanto, que rara vez veía incluso a su madre.
Cuando Alejandra le contó que se iba a ir a trabajar para Miguel Schulz y que se trasladaría a Boston para que ella pudiera pasar su tiempo libre conociendo a su familia, se sintió aliviada de que su madre no estaría sola. Pero mantuvo la casa de California como base. Sabía que todos esperaban que se fuera a Boston, que su madre se había ido para facilitarle las cosas, pero no podía hacerlo. Necesitaba tiempo para reconciliarse con el rumbo que había tomado su vida.
Su hermana se casó, y ella voló a Boston para ser la dama de honor. Pasó los dos días de que disponía con su familia, con esa sonrisa que había lanzado su carrera. Las náuseas habían empezado un par de semanas después de que Pedro y ella rompieran, pero no le preocuparon. La tensión podía hacerle eso á una persona.
Además, tampoco sentía ganas de comer. Consiguió un anuncio para la televisión y le resultó fácil perder los dos kilos y medio que quería su agente.
Comenzó a llevar maquillaje para esconder las ojeras por la falta de sueño.
Cuando dormía, soñaba. Con Pedro. Era más fácil no dormir que encarar el dolor al despertar.
Conducía a una sesión fotográfica desde su casa cuando la falta de sueño la alcanzó. Despertó en un hospital. Le dolía el cuerpo, pero no como si algo estuviera roto. Era más parecido a un período realmente malo.
Gimió y se obligó a abrir los ojos.
No había nadie más en el cubículo de urgencias.
—¿Señorita Chaves?
Alzó la vista cuando entró el médico.
—¿Sí?
—¿Cómo se siente?
—No tan bien.
—Podría ser mucho peor.
—Sí.
—Al quedarse dormida, su pie se relajó en el acelerador y calculamos que el impacto tuvo lugar a menos de cuarenta y cinco kilómetros por hora.
—¿Hubo algún herido más? —no podía soportar el pensamiento de ser la responsable del dolor de otra persona.
—No hubo ningún otro coche involucrado.
—¿Me he roto algo?
—¿Cómo se siente?
—Dolorida. Como si tuviera una mala menstruación.
—Lo siento, señorita Chaves.
Algo en sus ojos le indicaba que era más que compasión por sus dolores menstruales.
—¿Qué me sucede?
—Ha perdido al bebé.
—¿Bebé? —¿había estado embarazada? Si Pedro y ella habían tenido mucho cuidado.
—¿No sabía que estaba embarazada?
—No.
—Eso explica que no se cuidara.
Lo miró fijamente. No había sabido que llevaba un bebé en su interior. No había cuidado del bebé. Su bebé estaba muerto porque se había quedado dormida al volante.
Cuando se incorporó de golpe, el médico pareció saber lo que necesitaba, porque le colocó el recipiente de plástico debajo de la boca para que no vomitara en las sábanas inmaculadas de la cama del hospital. De un blanco inmaculado. Sin sangre por ninguna parte. Su bebé ya había desaparecido.
Se marchó del hospital unas horas después de llamar a su agente para contarle una parte de la verdad. No le dijo nada a su madre, simplemente se fue a casa y se preparó para la sesión del día siguiente.
Las náuseas no desaparecieron con el fin de su embarazo. La sola idea de la comida le repugnaba. Sin embargo, sí pudo obligarse a dormir, sin importar lo mucho que pudiera doler despertar.
No podía arriesgarse a volver a quedarse dormida mientras conducía y herir a algún inocente.
Cinco días después de perder a su bebé contestó una llamada a su móvil y oyó la voz de Pedro.
—No vuelvas a llamarme jamás —espetó con una voz que sonó muerta incluso a sus propios oídos antes de colgar.
Tres semanas después, su agente le pidió que fuera a verlo a su despacho. Prácticamente vibraba por la furia al lanzar una serie de fotos de ella sobre la mesa.
—¿Qué diablos es esto, Paula?
Miró las fotos y trató de entender qué lo había enfadado tanto. Ahí estaba su sonrisa. Había Posado como le había indicado el fotógrafo. Miró a su agente con curiosidad en los ojos.
—Pareces un esqueleto.
—Me dijiste que perdiera peso para el anuncio.
—Eso fue hace cinco, quizá ocho kilos… diablos cariño, ni siquiera puedo adivinar el peso que ha perdido. ¿Quieres contarme por qué intentas matarte lentamente?
—No es así.
—Entonces, explica esto —agitó las fotos delante de ella.
Paula se encogió de hombros.
—¿El cliente se ha enfadado?
—¿Enfadado? No lo sé. Se negaron a usar las fotos y contrataron a otra modelo. Dímelo tú.
—Oh. Quizá deberíamos concentrarnos en anuncios.
—No eres actriz, Paula Chaves. Eres una modelo y vas a ser una modelo muerta como no empieces a comer.
No sabía qué decir. No iba a morir. Eso era una tontería.
—Intentaré recuperar unos kilos.
—Bien.
Pero no pudo obligarse a comer. No pudo obligarse a sentir. Entendió cómo su padre pudo haber desconectado todas las emociones. Era el único modo de controlar el dolor. Su bebé estaba muerto y no soportaba la idea de volver a sentir.
Pensó en su hermana y en cómo había seguido queriendo a pesar de toda una vida de rechazo. Que extraño que ella terminara pareciéndose más a su padre a pesar de que la criara una mujer cariñosa, que a Delfina, que había sido criada con una profunda escasez de afectos.
Una semana más tarde, entró en la casa y encontró a su hermana, a su madre, a su padre y a Hernán Paz esperándola en el salón.
Su hermana se quedó boquiabierta al verla. Su padre soltó una palabra realmente desagradable y su madre se puso a llorar.
—Cariño, no sé lo que está pasando, pero tienes que dejar que te ayudemos.
—¿Es por Pedro? —preguntó Delfina, demostrando que el instinto de una gemela iba más allá de haber crecido en hogares diferentes.
De pronto lo entendió… la pérdida del amor antes de haber podido florecer por completo; la pérdida de su bebé, tan precioso y desconocido para ella; la pérdida de la confianza en la vida tal como la conocía. Todo en su interior se combinó en una especie de dolor que hizo que se desmoronara en el suelo llenando el aire con un grito desgarrador.
Espectaculares los 4 caps.
ResponderEliminarMuy buenos capítulos! Pobre Pau cuantas cosas le pasaron todas juntas! Horrible la actitud de Pedro, y lo del bebé, una pena!
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