lunes, 15 de junio de 2015

Un Juego De Gemelas Parte 2: Capítulo 16

—Créeme cuando digo que sé lo que es mejor.
—¿Por qué, le has hecho el amor a muchas vírgenes? —preguntó, odiando súbitamente la noción, aunque sin querer reconocerlo.
—No. De hecho, con ninguna, pero mi padre esperaba que me casara con una, y nos dio tanto a mi hermano como a mí unas charlas igual de perturbadoras al cumplir los dieciséis años.
—¿Comparasteis notas?
—Sí. Créeme, es mucho más fácil hablar de esa cosas con un hermano.
—Puedo imaginarlo —a pesar de lo próximas que estaban, Alejandra Chaves había elegido comprarle un libro cuando entró en la pubertad. Cuando le planteó más preguntas, su madre le había comprado más libros.
Desde luego, apreciaba el enfoque, ya que había evitado charlas incómodas como las que exponía Pedro.
—De verdad te dijo que mostraras abnegación después de la primera vez.
—Sí había irritación o inflamación residual, sí.
—¿Quieres decir que no siempre se produce?
—No lo sé, pero imagino que no todas las iniciaciones en el acto sexual son tan enérgicas como la nuestra.
—No me cuesta creer eso. Creo que ni siquiera parejas que llevan tiempo juntas pueden alardear de una intimidad tan explosiva.
—¿Cómo lo sabes?
—Otras modelos hablan.
El rió.
—Sí, bueno, tendremos que ser más cuidadosos en el futuro. Nuestro juego amoroso hizo que el preservativo que me puse no fuera tan protector.
—¿Qué quieres decir?
—No se rompió, pero había una leve filtración en la parte superior. No creo que sea nada de lo que debamos preocuparnos.
Ella asintió.
—Tampoco estoy en mi ciclo.
Pedro se relajó de forma casi imperceptible.
—Es bueno saberlo.
Sólo entonces se percató de que a pesar de sus palabras de lo contrario, había estado preocupado. Pero no había querido estropearle la primera vez con esas preocupaciones. Era un gesto muy… dulce. Y luego estaba la preocupación de que pudiera hacerle algún daño si repetían el acto sexual demasiado pronto.
Le sonrió con gesto radiante.
—Eres un hombre muy amable, Pedro Alfonso.
—Gracias, querida. Lo intento.
Los dos rieron.
A Pedro le gustaba el casino por el simple hecho de que atraía a una clientela inmensamente variada y, por ende, le proporcionaba una cierta dosis de anonimato. Una satisfacción adicional fue el descubrimiento de que Paula no tenía ni idea de cómo se jugaba. Sin embargo, era evidente que disfrutaba mucho aprendiendo.
Y a él le encantaba enseñarle. Alimentaba su ego hacer que con frecuencia recurriera a él en busca de consejo. Al descubrir que era una novata, tomó la decisión de no jugar. Quiso centrarse por completo en potenciar la diversión de ella. Al hacerlo, descubrió que él mismo se divertía como nunca lo había hecho.
Ella se concentró en sus cartas y perdió la siguiente mano de BlackJack. En cuanto se repartieron cartas nuevas, Paula las miró y se mordió el labio de esa forma tan adorable que tenía y lo miró con expresión inquisitiva.
—¿Qué crees que debería hacer?
Había recibido dos figuras y podía abrirse, con la esperanza de conseguir veintiuno con una de las dos manos, o plantarse y esperar que nadie en la mesa obtuviera la combinación ganadora.
—Eso depende del riesgo que te guste asumir.
—No mucho… o al menos así era hasta que te conocí.
El sonrió.
—Me alegra oírlo.
—¿Sí?
—Sí. A un hombre le gusta saber que surte un efecto singular en su pareja.
Ella también sonrió.
—Y, es así. Me produces un efecto muy singular. Como estoy segura de que sabes.
De pronto se sintió tímida, y bajó la vista. El no pudo evitar inclinarse para darle un beso fugaz en los labios, a pesar de hallarse en una sala atestada y de haber visto antes a un fotógrafo. No parecía importar. Además, no le preocupaba mucho que invadieran su intimidad. Una cosa eran las fotografías… y otra bien distinta los nombres, y él había hecho todo lo que había podido para evitar que se filtrara el nombre de ella.
Terminó por quedarse con las cartas que había recibido y ganando.
—Oh, esto es divertido, Pedro.
—Sí, lo es —y observarla a ella era realmente placentero.
—No puedo creer que nunca antes apostara.
—Bueno no es tan divertido cuando tienes una racha en la que no paras de perder.
—Supongo que no. Imagino que ésa es la principal causa de que nunca jugara. No soy muy propensa a probar cosas en las que es muy fácil perder.
—Eres eficiente en hacer que la mano se decante a tu favor.
—No digas eso aquí. Pensaran que soy una tramposa.
—Nadie va a creer que una mujer tan hermosa pueda ser otra cosa que honesta.
Ella bufó y él rió en voz alta.
—A lo largo de la historia la belleza se ha utilizado para ocultar el engaño. No creo que nadie mire mi cara fotogénica y automáticamente piense «ahí va una mujer honesta».
—Ah, pero no sólo eres una mujer asombrosamente hermosa, sino que resplandeces con un aire de inocencia.
—Ya no —repuso ella.
Lo que hizo que él casi se atragantara.
—Creo que sigues siendo muy inocente.
—Supongo que tendrás que solucionar eso, ¿no? —coqueteó de forma descarada.
—Será un placer para mí.
—Y para mí.
—Cuenta con ello.
—Vaya… esto es tan extraño, Pedro.
—¿Qué?
En la profundidad de sus ojos verde mar titiló la vulnerabilidad y algo parecido al sobrecogimiento.
—Estar juntos… estar contigo.
—Es gracioso —le ciñó la cintura—. A mí no me parece nada raro.
—¿De verdad? —lo miró seria y curiosa.
El reflexionó en su primera respuesta.
—Bueno, quizá un poco.
Ella sonrió como si le hubiera hecho un regalo, y él se sintió muy complacido de haberse mostrado sincero. Sólo lamentaba que no dispusieran de más de dos semanas para que esa sensación de extrañeza se evaporara. Los dos iban a sentir que algo quedaba inacabado cuando tuviera que marcharse a Praga.
Pero era algo que no se podía evitar.
Tal como habían acordado antes, a veces había que aprovechar el momento.

2 comentarios:

  1. Espectaculares los 4 caps Naty. Me encanta la inocencia de Pau.

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  2. Muy buenos capítulos! cuanto compartieron en tan poco tiempo!

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