—Calla y vete —tenía demasiado en la cabeza. Demasiado dolor y demasiadas sorpresas. La aterrorizaba llevar toda la vida viviendo una gran mentira.
—Al menos dime por qué fuiste a él. ¿Era un antiguo amante? ¿Era tu despedida?
—No te debo ninguna explicación.
—Volviste a casa dispuesta a casarte conmigo.
—Sí, como una estúpida.
—Pau, ayúdame a entender.
Ella lo miró. Parecía pedirlo de corazón, pero no tenía corazón. Sólo le importaba su empresa, no ella. El trato con su padre y el que no se lo hubiera contado lo demostraban sin duda posible.
—Dijiste que a tu madre no le ocultarías la verdad.
—No es lo mismo.
—Obviamente. A ella la quieres y yo no soy más que un peón que mi padre y tú habéis utilizado en vuestro juego. Podría odiarte, Pedro, en serio.
—Una de las cosas que más me intrigó de ti era cuánto teníamos en común —soltó una risa áspera—. Incluso en esto. Yo también podría odiarte, Pau.
—Vete, Pedro —las lágrimas le quemaban los ojos, pero no las dejaría caer en su presencia—. No quiero que estés aquí. Nunca más.
Él se puso en pie. El súbito destello de dolor de sus ojos se convirtió en una mirada glacial.
—Ni yo quiero estarlo. Cometimos un error al pensar que podíamos confiar el uno en el otro.
—Sí —a ella se le cascó la voz. Pedro se detuvo.
Pero luego cuadró los hombros y se marchó.
Pau deseó gritar de dolor. Se había sentido así una vez y se había prometido no permitir que volvieran a utilizarla. Había fallado y eso dolía. Dolía tanto que no sabía si podría contener el dolor como la última vez. Era demasiado intenso.
Pero el amor que sentía por Pedro era mucho más intenso que el que había sentido a los diecinueve años, la sensación no era comparable. Era como si una banda de acero le rodeara el pecho y la estrujara.
No podía soportarlo. Pero no había nadie que pudiera ayudarla… Nadie que limara la devastadora intensidad de su dolor.
Miró las fotos que había sobre la mesa. Tenía que descubrir la verdad. Agarró la primera página y fue hacia el teléfono. Parpadeando para librarse de las lágrimas leyó el número de teléfono de la agencia. Tenían sucursales por todo el mundo, pero el fax provenía de la de Nueva York. Temblorosa, marcó.
El remitente, alguien llamado Francisco, no estaba en la oficina. Dejó su nombre y el número del móvil y de su casa en el contestador, pidiendo que la llamara inmediatamente porque era una emergencia.
Para ella, lo era.
No iba a permitirse pensar en la traición de Pedro. Había oído decir que era imposible morir de un corazón roto, pero le costaba creerlo. Tenía que contener su herida, impedir que creciera, enterrarla con el dolor de otros rechazos sufridos en su vida.
La desesperación la atenazó. Agarró las fotos y fue al ordenador, dispuesta a investigar cuanto hiciera falta. Cualquier cosa para ocupar su cerebro con algo que no fuera su corazón sangrante.
Empezó con el artículo. Francisco daba el nombre de la publicación y el número de página. La encontró en Internet. Era una revista española, pero como hablaba la lengua con fluidez, no fue problema.
Lo malo era que no había información adicional. El nombre del hombre ya aparecía en el recorte. Pau lo buscó en Internet y encontró varios artículos más sobre él. Pero eso sólo la deprimió.
Por lo visto su hermana y ella compartían el mal gusto en los hombres, porque el tipo había sido fotografiado con otra media docena de mujeres ese año, sólo Dios sabía con cuántas más había salido. Y no encontró ningún artículo de seguimiento sobre su gemela, la mujer misteriosa.
Decidió que había llegado el momento de ir a la fuente original. En su trabajo con desempleados había aprendido cómo investigar los antecedentes de una persona para conseguir la documentación suficiente para proporcionarle educación adicional. Empezó por buscar su partida de nacimiento para después ver si había tenido alguna hermana.
Después de cuarenta y cinco minutos se detuvo, tan atónita que apenas podía enfocar los ojos para leer la pantalla. Tenía una gemela y, en el registro, no constaban datos de su fallecimiento.
Llamó a una amiga. La mujer había sido cliente de Pau y, gracias a un curso nocturno, había conseguido su puesto como bibliotecaria en un pequeño pueblo al oeste de Boston. Le pidió que buscara artículos de publicaciones en los que apareciera el nombre de su familia, en la época de su nacimiento.
Dos horas después, su amiga la llamó con una noticia que hizo que el mundo de Pau se tambaleara.
A Pau no la sorprendió encontrar a su padre en la oficina un sábado por la tarde, pero a él sí que fuera a verlo. Se levantó y esbozó una sonrisa de bienvenida.
—Paula, ¿qué haces aquí?
—He venido a preguntarte por qué me mentiste.
—¿Mentirte? —estrechó los ojos azul pálido—. ¿Sobre qué?
—¿Qué pasa? ¿Las mentiras son tantas que no sabes cuál puede haberme enfadado? —escupió ella.
—Le dije a Pedro que no mencionara lo de la fusión. Sabía que no te gustaría nada.
—Me importa poco el pacto empresarial entre dos tiburones como ustedes.
—¿No te importa? Entonces, ¿vas a casarte con él de todas formas?
—¡Nunca!
—Pensé… —Miguel Chaves se encogió, pareciendo mucho mayor que sus cincuenta y cuatro años.
—Pensaras lo que pensaras, te equivocas. Pero no estoy aquí para hablar de Pedro, ni del desastre que he evitado al no casarme con él.
—¿No?
—Estoy aquí para hablar de ella —Pau lanzó una foto en la mesa. Era una en la que era difícil reconocer al amante de su hermana.
Pau no dudaba que su padre había buscado a su hermana, pero el que se hubiera rendido y hubiera archivado a su hija con otros asuntos no resueltos, la urgía a no ponérselo fácil. Ella era muy capaz de encontrarla sola, o al menos de contratar una agencia de detectives tan buena como la que contrataría él.
Su padre miró la foto y adquirió un tono grisáceo.
—¿De dónde has sacado esto?
—Pregúntaselo a Pedro.
—¿Qué tiene Pedro que ver con esto?
—Cree que lo engañé.
—Pero yo le dije que estabas en España.
—¿Ah, sí? Hay leyes contra el acoso en este estado. Retira tu equipo de vigilancia o te denunciaré.
—Maldición, Paula, sabes que no puedo hacer eso. No es seguro.
—¿Igual que ella no estuvo segura?
—No pude hacer nada cuando desapareció —palideció aún más—. No había pistas que seguir.
—Te rendiste.
—Era la única manera de mantener la cordura —tragó saliva con dificultad—. ¿Cómo lo descubriste?
—No por ti, eso desde luego.
Él dio un respingo, pero no dijo nada.
—Hice una búsqueda de noticias cercanas a mi fecha de nacimiento. El secuestro salió en los periódicos.
—Para cuando se publicó, no había esperanza.
—¿Por qué no me hablaste de ella? Tenía derecho a saberlo.
—¿De qué habría servido? Cuando tuviste edad para entenderlo, sabía que no volveríamos a verla. Contártelo sólo te habría hecho daño.
—¿Desde cuándo te importa hacerme daño? No me contaste lo de mi hermana porque no querías que te pidiese que la buscaras. Sabes que habría insistido, soy muy testaruda respecto a la gente a la que quiero.
—No podía soportarlo. Me dolía demasiado —admitió él con voz atormentada.
—¿Qué te dolía? ¿Abandonar a tu hija como si fuera un mal negocio?
—No la abandoné. No había pistas —casi gritó él, poniéndose en pie.
—¿Quién ha dicho que me refería a ella? —Pau giró sobre los talones y salió del despacho.
Él la llamó, pero ella ignoró la súplica que oyó en su voz, igual que él había ignorado sus súplicas de afecto durante veinticuatro años.
Cuando llegó a casa tenía un mensaje en el contestador. De Francisco. Lo llamó de inmediato, irritada de nuevo por la ineptitud de los hombres.
—Dije que se trataba de una emergencia —espetó sin identificarse, cuando él contestó la llamada.
—¿Señorita Chaves?
—Sí.
—Sólo hace cinco horas que llamó.
—Una emergencia implica que hace falta una reacción inmediata, Francisco. Me sorprende que sus clientes toleren su dejadez.
—Usted no es cliente mía.
—Aun así…
—Admito que preferiría no tener esta conversación —soltó un suspiro—. Pero el fin de una relación debida a información proporcionada por mí no se encuentra en mi lista de prioridades de urgencia.
—Debería serlo cuando la información es errónea.
—Por favor, señorita Chaves. He oído lo mismo muchas veces. Suplicar, llorar y chantajear no conseguirán resultados. Nadie me convencerá de que llame a mi cliente y diga que he cometido un error. No hay ningún error.
—¿Está seguro de eso?
—Totalmente.
—No me interesa que llame a la traicionera rata que lo contrató —dijo ella, molesta por su arrogancia.
—¿Qué quiere entonces? —preguntó él, escéptico.
—Quiero saber quién sacó esas fotos y dónde.
—No puedo contestar a esa pregunta. Mis detectives son muy discretos. Es lógico que no se diera cuenta de que uno la seguía.
—No me interesa desde dónde se sacaron las fotos, sino en qué lugar, geográficamente hablando.
—Estaba en España —contestó Francisco, con tono de estar siguiéndole la corriente.
—¿España? —exclamó ella, incrédula.
El artículo había aparecido en una revista española, pero había supuesto que era porque el playboy con el que salía su hermana era español y miembro de una renombrada y rica familia. Pero el artículo no mencionaba dónde se había tomado la foto.
—Eso ya lo sabía usted.
—No, señor Francisco, no lo sabía —se sintió fatal. Había estado en el mismo país, quizá incluso en la misma costa que su hermana—. ¿En qué ciudad?
—¿Es necesario este juego?
—Conteste a mis preguntas y lo dejaré en paz.
—Las fotos se tomaron en Barcelona y alrededores.
—Si me hubiera quedado en la ciudad, podría haberla visto —casi gimió ella. Se preguntó por qué había tomado el autobús que la llevó al pequeño pueblo costero. El dolor la traspasó—. ¿Siguieron a la pareja a algún sitio más?
Wow! como se dio vuelta todo! ahora entiendo el por qué del título de la novela! Me encanta el giro que está dando! Cuando pedro se de cuenta del error que cometió!
ResponderEliminarWowwwwwwwwwwwwww, que bolonqui x favor. Ahora espero que Pedro reme en gelatina la metida de pata que se mandó. Me encantaron todos los caps.
ResponderEliminarUyyyy Pedro a sacar los remos ajajajajaj ahora entiendo el titulo de la novela.. buenisimos capitulos !!
ResponderEliminarUyyyy Pedro a sacar los remos ajajajajaj ahora entiendo el titulo de la novela.. buenisimos capitulos !!
ResponderEliminarUyyyy Pedro a sacar los remos ajajajajaj ahora entiendo el titulo de la novela.. buenisimos capitulos !!
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