martes, 23 de junio de 2015

Amor Del Corazón: Capítulo 16

El vestido era de ensueño y mucho más sensual que ninguno de los que había tenido en su vida. Era azul noche y se ceñía a su figura como un guante.
La espalda era abierta hasta la cintura, con finas tiras que se cruzaban. Era lo suficientemente corto como para enseñar bien las piernas y se le ajustaba como una segunda piel. Paula sonrió y se miro al espejo de tres hojas. No parecía que tuviera una hija de tres meses, estaba delgada y en forma, tal y como cuando era una adolescente. Cargar con un bebé de siete kilos la mayor parte del día le había tonificado los músculos y hecho perder peso.
Se miro en el largo espejo y decidió arreglarse un poco el pelo y maquillarse. Pedro no tendría que preocuparse por presentarse con una camarera en público.
Sofía hizo una mueca parecida a una sonrisa, Paula se paro y se la quedo mirando
—¿Me has sonreído? ¡Oh, cariño!
Se inclino y besó al bebé, tremendamente emocionada. Podrían decirle que estaba soñando, pero ella sabía que esa había sido la primera sonrisa de Sofía. Quería correr y contárselo a Pedro.
José la esperaba apoyado en la limusina. Cuando terminó, el chófer guardó los paquetes y la ayudó a colocar al bebé. Después se dirigieron al Strand, donde Paula quería comprar otros vestidos.
No le había contado ni a Pedro ni a Ana sus planes para esa mañana. Lo que menos quería era que la coaccionaran para salir de compras con Ana. Ya tenía bastante con aguantarla durante la cena. Paula se preguntó si era más cariñosa cuando ella no estaba delante. Ana daba la imagen de ser una persona fría e inaccesible. De nuevo sintió curiosidad al pensar en el matrimonio de Ana; había, además, muchas cosas que Paula no sabía de la familia y cuanto más tiempo pasaba con ellos más curiosidad le entraba.
¿Le gustaba a Pedro dirigir una empresa tan grande? ¿No le importaba tener a tantos empleados bajo su responsabilidad?
—¿Lista?
La dependienta se asomó al probador.
—¿Qué le parece? —preguntó Paula un poco nerviosa de que otra persona, aparte de Sofía, la viera con el vestido puesto.
—¡Excelente! Parece hecho para usted. Un par de medias negras y unos diamantes terminaran de hacer el efecto. Su marido quizá cambie de opinión y decida quedarse en casa en vez de salir —bromeó.
Paula  se mordió el labio, intentando no sonreír. Dudaba que pudiera competir con las bellezas a las que Pedro estaba habituado, pero el halago la agradó.
—Me lo llevo —dijo alegremente.

No resultaba fácil intentar entretener a un bebé mientras hacía todas aquellas compras, pensaba Paula aquella tarde. Estaba cansada, pero al menos Sofía se había dormido. Habían vuelto a su piso, que de pronto le pareció pequeño y sombrío al lado de la preciosa casa de Kilibirri.
Pero era su hogar, el lugar donde volvería cuando muriera Roberto Zolezzi.
Puso a la niña en la cuna y un par de minutos después comprobó que se había dormido profundamente. Agradeció poder tener un par de horas de respiro para ocuparse de hacer algunas cosillas. Leyó el correo, pagó unas cuantas facturas, dejó una carta sobre la mesa del comedor para contestarla después y tiró el resto de los papeles a la basura. Limpió el polvo y barrió el piso a toda prisa y limpió la encimera. Esa actividad le ayudó a recordar que aquella era su vida real, a la cual volvería en unas semanas.
Había terminado de pasar la aspiradora en su dormitorio cuando sonó el teléfono.
—¿Dígame?
—¿Paula?
—Sí. Hola Pedro. ¿Ocurre algo?
—Tú dirás. ¿Qué haces ahí?
—¿Aquí? En este momento estoy pasando la aspiradora.
—¿Qué?
—La aspiradora, ya sabes, limpiando la casa. No me dio tiempo a terminar de arreglarla cuando José...
—Paula, si hay que limpiar el piso contrata a una asistenta. Vas a volver a casa luego, ¿no?

2 comentarios:

  1. Ayyyyyyyyy, no x favor, quiero el siguiente cap pleaseeeeee!!!!!!!!!!!! Me agarró el ataque de ansiedad Naty, lo necesito.

    ResponderEliminar