miércoles, 1 de abril de 2015

El Simulador: Capítulo 16

-Pedro: ¿de verdad eso cree?
-Pedro: estoy seguro
 Paula miró mas allá del doctor García, a la calle frente a la plaza Ghirardelli. Sintió que una ola de frescura la recorría, como aquel día despues de la primera sesión que tuvo con él, y ni siquiera el recordar Oakland ni embarcadero Arms pudo alejar aquel sentimiento.
-Paula: me gustaría terminar la escuela y pintar. A veces imagino el lugar en el que quisiera vivir, un sitio donde Felipe pudiera correr y jugar.
 Pedro: ¿sí? ¿y como sería ese lugar? El rostro del doctor García se iluminó.
 -Paula: bueno, algo rústico, una casa o una cabaña en el campo, con una chimenea de piedra.
-Pedro: (sonriendo): ¿y que mas?
 -Paula: (sonriendo tambien) ¿esto es parte de la terapia?
-Pedro: por supuesto que sí.
-Paula: no hay mucho mas.
-Pedro: sí que lo hay, ¿que ve cuando cierra los ojos?
Paula: (cerrando los ojos): un gran porche al frente, con un columpio y una mecedora.
-Pedro: ¿y nada mas?
-Paula: un estudio con mis pinturas-ella sintió que le ardía el rostro y se preguntó cuan completa debía ser su descripción.
-Pedro:vamos, cuéntemelo todo.
 -Paula (con los ojos todavía cerrados):  eso es todo.
- Pedro: ¿y quien está dentro de la casa?
 -Paula: Felipe, yo, un esposo y otro bebé. De cualquier manera... -su voz se perdió y ella abrió  los ojos- por eso me parece que debo regresar a Georgia y Casarme con Guillermo Semple. Tal vez no sea una cabaña en el campo, pero al menos Felipe tendría un padre y un lugar donde correr y jugar.
El doctor García se inclinó hacia el frente y su rostro quedó a escasos centímetros del de ella.
-Pedro: pero, ¿en realidad quiere regresar a Georgia y casarse con ese tipo?
-Paula: no-respondió a toda prisa- pero no me imagino viviendo así el resto de mi vida.
El doctor García se mostró preocupado y a punto de decir algo, pero no lo hizo, sólo la miró y asintió.
Paula recogió a su hijo en la guardería Happy Campers.
-Paula: Felipe, ¿te gustaría ir a Mc Donald´s por una cajita felíz?
-Felipe: ¡por supuesto!-respondió con una sonrisa y los ojos entrecerrados.
Paula reconoció en la respuesta del pequeño las palabras exactas que había expresado el doctor García cuando Felipe quiso saber si volvería. Se preguntó cuantas veces habría repasado Felipe aquella conversación en su mente.
Tomaron un colectivo, viajaron alrededor de cinco minutos y luego bajaron cerca de un supermercado de artículos para el hogar.
 En el Mc Donald´s de al lado Paula ordenó dos cajitas felices, comieron sus hamburguesas,  conversaron y luego Paula de dió a Felipe el pequeño coche de carreras que venía en la cajita.Él jugó a correr y estrellar los dos coches toda la tarde mientras ella lo llevaba en un carrito por el supermercado.
 Paula compró tres almohadones: uno anaranjado rojizo, otro rosa y uno azul; tambien una alfombra azul cobalto, unas macetas color terracota y plantas grandes, cuatro marcos sin barníz y tres mantelitos de colores extravagantes. Compró una botella de jabón de aceite, un libro nuevo para Felipe y un juego. Luego escogió unas sales de lavanda para baño.
Ya se había pasado la hora de dormir de Felipe cuando llegaron a la casa. Paula le dió su medicamento lo metió en la cama y puso sus anteojos en la mesita de noche, junto con un vaso de agua y algunas pastillas de cereza para la tos, pasó unos segundos apoyada contra la pared de la sala pensando y luego se puso manos a la obra.
 Movió todos los muebles hacia donde estaba la cocina y a su dormitorio.
Subió de nuevo las escaleras, se sentía como si hubiera hecho una hora de ejercicio. Aspiró la habitación hasta conseguir que el señor Jacobsen diera algunos golpes en el techo. No le hizo caso, despues preparó una mezcla de agua cliente y jabón  de aceite y fregó el suelo Cuando quedó seco colocó la alfombra nueva. La habitación quedaba mucho mejor ahora.
Volvió a colocar los muebles oscuros y acomodó los almohadones sobre los sillones.Llevó los marcos a la zona pequeña que usaba como estudio, y sin dejar de tararear, pintó la madera barata para igualar los colores que había en la habitación: uno cálido amarillo, azul cobalto, rojo vino y rosa encendido.
Cuando los terminó eran las diez de la noche, ya debía irse a la cama, pero en vez de eso sacó su pincel y el papel que había extendido y comenzó a pintar.
Trabajó casi hasta la medianoche y despues limpió sus pinceles. Acabaría de pintar al día siguiente. Se preparó un baño caliente y le puso un puñado de sus nuevas sales de lavanda.
Por fin pese a lo mucho que se estaba divirtiendo, no puso pensar en mas excusas para seguir despierta. Ademas se advirtió a sí misma, la alarma del reloj sonaría por la mañana ala misma hora de siempre, sin importar que se estuviera divirtiendo o no.
Revisó la cerradura, tal como le había prometido al doctor García y luego se fue a la cama. Se tendió en la oscuridad y saboreó aquella cálida sensación.
De pronto, como en una emboscada sorpresiva, la invadió un sentimiento de pánico. Una vocecita que no había escuchado en días comenzó a hablarle. ¿ Y si no te dan el bono? le preguntó, había gastado casi 100 dólares ese día. ¿Y si se enfermaba o sufría un accidente y no podía trabajar?
Se quedó en la cama y sintió que el corazón se le aceleraba, mas de repente supo que no tenía de que preocuparse. La voz en su cabeza desapareció y Paula se acomodó de lado y se quedó dormida aun antes de poder imaginar su cabaña.

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