—Estoy embarazada. Nos acostamos y no usamos protección. Ni siquiera lo hablamos, lo cual es una estupidez, pero aquí estamos. Mi excusa es que llevaba más de un año sin tener una relación y no estaba tomando nada. No fingiré saber cuál es tu excusa.
Pedro escuchó sus palabras, pero no significaron nada. Su cuerpo se quedó helado y su cerebro dejó de funcionar.
—¿Cómo?—preguntó antes de poder evitarlo—. No importa. Conozco la respuesta.
—Qué reconfortante.
Embarazada. No lograba comprenderlo. Claro, tener hijos era algo que sabía que ocurriría finalmente, ¿pero en ese momento? ¿Así? ¿Con una mujer que lo odiaba?
El momento no era el adecuado, pero descubrió que la idea no le disgustaba.
Paula se sentó. Habría preferido mantenerse de pie, pero últimamente siempre corría el riesgo de marearse. Algunas mujeres pasaban el embarazo entero sin síntomas. Ella había conseguido pasar casi el primer mes sin enterarse. ¿Sería su suerte?
Pero no podía estar disgustada. Incluso con Pedro allí mirándola, no podía sentirse infeliz. No con el hecho de tener un bebé.
—No estaba segura de si debía decírtelo —dijo ella— llevo debatiéndome los dos últimos días. Pero eres el padre y tienes derecho a saberlo. Para dejar las cosas claras, pienso tener el bebé.
—Me alegro.
—Puedes firmar y renunciar a tus derechos y yo asumiré toda la responsabilidad —dijo ella, preguntándose si él lo haría. Era el camino fácil, el más práctico. Muchos hombres saltarían ante esa posibilidad. Una semana antes, incluso ella habría saltado.
Pero algo había sucedido. En cuanto el doctor Greenberg le había dicho que estaba embarazada, su corazón prácticamente había explotado de alegría. Nunca antes había pensado mucho en tener hijos. Era algo lejano. Pero saber que había una vida creciendo dentro de ella había hecho que todo cambiara. En ese preciso momento se había dado cuenta de que su vida tenía sentido.Un bebé. No, un milagro.
—No —dijo él—. Yo seré el padre de mi hijo.
—No tienes que hacer esto para quedar bien —dijo ella— Nadie tiene por qué saberlo.
—Seré el padre de mi hijo —repitió Pedro—. Lo deseo.
Tenía buen aspecto. Demasiado bueno. Paula odiaba encontrarlo aún tentador. Quería inclinarse hacia él para besarlo. Quería aspirar su olor y tocar su cuerpo. Deseaba que la parte mala de su anterior encuentro desapareciera para poder volver a revivir lo bueno.
—Obviamente, tendremos que encontrar la manera —dijo ella—. Dado que estoy de menos de un mes, tenemos tiempo de pensarlo.
Se puso en pie y sacó una tarjeta del bolsillo de la chaqueta. La había guardado ahí antes y había escrito su número de casa en el reverso. Por supuesto, había albergado la esperanza de que Pedro renunciase a su hijo, pero, teniendo en cuenta su suerte, no le había parecido muy probable.
Le entregó la tarjeta.
—¿Ya está? —preguntó él.
—¿A qué te refieres?
—¿No tienes nada más que decir? ¿Nada más de lo que quieras hablar?
—No hay nada más — contestó Paula, encogiéndose de hombros —. Estoy embarazada. Soy yo la que tiene que ocuparse de eso. Cuando haya bebé, podrás involucrarte. Hasta entonces, supongo que hablaremos.
—¿Quieres decir que yo te llamaré y tú ignorarás mis llamadas?
—Esta vez no las ignoraré.
—No sé si creerte.
—No soy yo la que miente —dijo ella, recogiendo su bolso.
—¿Alguna vez olvidarás eso?
—No.
—Paula—dijo Pedro, dando un paso hacia ella—, vamos a tener un bebé. Alguna vez tendrás que perdonarme.
—De hecho, no —dijo ella antes de darse la vuelta y marcharse.
Pedro pasó la tarde en su despacho sin trabajar.
Embarazada. Sabía que había estado allí y lo que había ocurrido, pero aún seguía pareciéndole imposible que una sola noche pudiera dar paso a un bebé.
Fernando entró en la sala y se sentó en el sofá de cuero junto a la ventana.
—¿Qué es lo que quería? —preguntó—. No, espera. Quiero adivinarlo. Te lo ha perdonado todo y desea volver a estar contigo.
—¿A tí te parece que estaba de humor para decir algo así?
Fernando se encogió de hombros.
—Estaba enfadada, claro —dijo—. Pero no sabemos si era real o fingido. Venga. Ya hemos visto esto antes. Algunas son mejores que otras.
En otro momento, Pedro habría estado de acuerdo con su primo. Hacía poco había llegado a estar convencido de que no quedaban mujeres sinceras. Pero se había equivocado.
—Está embarazada.
Fernando se enderezó y lo miró fijamente. Entonces maldijo en voz baja y volvió a recostarse en el sofá.
—Te han fastidiado de lo lindo —dijo—. Tiene sentido, Ella gana de todas formas.
—Nadie gana —dijo Pedro—. Vamos a hacer un trato. Me preguntó si quería renunciar a mis derechos.
—¿Y no te ha pedido nada a cambio? —preguntó Fernando—. No lo creeré hasta que no vea los papeles.
—Le he dicho que no.
—Claro que sí.
—No es así como yo lo habría planeado, pero, ahora que ha ocurrido... —no sabía qué decir.
—No me vengas con el cuento de padre e hijo —dijo Fernando, frunciendo el ceño.
—No me importaría tener una hija.
Fernando emitió un gemido.
—Mira el lado positivo —dijo Pedro con una sonrisa—. En alguna parte leí que un bebé saca casi toda su inteligencia de su madre. Paula es tan lista, que su bebé podrá ser capaz de salvar el mundo.
—Tú sí que necesitas que alguien te salve. Apenas conoces a esa mujer y ahora vas a tener un hijo con ella. Si te ofreciera la oportunidad de escaparte, deberías considerarlo.
—No.
—Mira lo que ocurrió la última vez.
—Esto es diferente. No seré padrastro. Estaré implicado desde el principio. Tomaremos las decisiones juntos.
—¿Estás seguro de eso?
—Paula tiene todo el derecho a estar enfadada conmigo.
—No estoy de acuerdo, pero bueno —dijo Fernando—. Está enfadada, ¿pero crees que alguna vez se le pasará? ¿O jugará contigo? ¿Estás seguro de que el bebé es tuyo?
Muy buenos capítulos! ojalá Pau lo perdone pronto, está arrepentido en serio! así pueden vivir el embarazo juntos!
ResponderEliminarquiero que Pedro este en el crecimiento de la panza junto a Paula !!
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ResponderEliminarLo único que espero es que Paula se ablande un poco y lo perdone, Pedro es un tiernito. Muy buenos caps.
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