martes, 7 de abril de 2015

Herencia de Amor: Capítulo 4

—Soy un desastre —murmuró mientras se liberaba de los pantalones y se quitaba después los calcetines.
Paula pensó en decirle que le gustaba el hecho de que no fuera perfecto. Hacía que pareciese más accesible. Pero entonces la abrazó contra su cuerpo y hablar se convirtió en una actividad complicada.
Sus manos estaban por todas partes; en sus brazos, en su estómago, sobre sus pechos desnudos. No la besó mientras exploraba sus curvas y acariciaba suavemente sus pezones con los dedos. En vez de eso, se quedó mirándola a los ojos, y Paula estuvo a punto de rogarle que la poseyera.
—Fernando —susurró.
El la echó hacia atrás hasta que sintió la cama tras ella. Luego la envolvió con sus brazos, se giró y los dos acabaron sobre el colchón.
Ella aterrizó sobre él, con las piernas abiertas y sentada sobre su erección.
—Ahora te tengo justo donde te quería —dijo él con una sonrisa— En mi poder.
—Yo estoy encima —dijo ella—. Yo mando.
—¿Quieres apostar?
Fernando le colocó las manos en las caderas y la movió hacia delante y hacia atrás. Incluso a través del tejido de la ropa interior, Paula sintió el calor y la fricción. Con un gemido, se dejó llevar por el placer.
—Justo así —murmuró él mientras comenzaba a masajearle los pechos.
La combinación de sensaciones era increíblemente sensual. La tensión se aferraba a sus músculos mientras sentía cómo se acercaba más y más al climax.
«Así no», pensó ella. No tan deprisa. No cuando aún llevaban ropa. Pero tampoco podía dejar de frotarse cada vez más rápido.
Sin previo aviso, Fernando le giró con él hasta que acabaron los dos de lado. Le quitó las bragas con un movimiento suave y luego se despojó él de los calzoncillos. Antes de que Paula pudiera darse cuenta, estaba con la espalda sobre la cama y sentía su boca en el pecho izquierdo.
Fernando lamió y jugueteó con su pezón hasta volverla loca de placer. Al mismo tiempo, deslizó una mano entre sus piernas y exploró su parte más húmeda.
Le llevó menos de tres segundos encontrar aquel punto tan mágico. Lo rodeó con los dedos antes de comenzar a moverlos con un ritmo suave y perfecto que hizo que el final fuese inevitable.
Paula  se dejó llevar por las sensaciones hasta que apenas pudo respirar. Agarró la manta con los dedos y hundió los talones en el colchón. Fernando se movió para besarla en la boca y, cuando sus lenguas se encontraron, Paula se perdió en las profundidades del orgasmo.
El climax pareció durar una eternidad, acabando con su voluntad con cada sacudida.
Sin embargo, finalmente fue consciente de su erección presionando su muslo. Abrió los ojos y encontró a Fernando  sonriendo.
—Ha estado bien —dijo él—. Al menos para mí. Creo que para tí ha sido mejor que bien.
—Lo ha sido —dijo ella mientras le acariciaba el labio inferior con el pulgar—. ¿Estás listo para algo mejor que bien para tí ?
—Pensé que nunca me lo dirías.
Se colocó entre sus piernas y presionó hasta que Paula  sintió cómo la penetraba. Arqueó las caderas hacia él, deseando sentirlo entero. Entonces Fernando se apartó, volvió a penetrarla y ella lo rodeó con los brazos, acercándolo a su cuerpo, disfrutando del peso casi tanto como de lo que le estaba haciendo.
Porque había comenzado de nuevo. La sensación de necesidad y deseo. El calor aumentando en su interior mientras los músculos se tensaban. Cada vez más rápido. Sus respiraciones comenzaron a sonar entrecortadas. Ella sintió cómo sus brazos empezaban a temblar mientras buscaba ese momento de no retorno.
Se había sentido vacía durante tanto tiempo, que había olvidado la gloria de ser poseída por un hombre decidido a complacerlos a los dos.
Fernando se inclinó para besarla mientras ella sentía las primeras sacudidas, y entonces gimió y la penetró con más fuerza. Paula sintió cómo se quedaba rígido antes de estremecerse.
Tras meterse bajo las sábanas, Paula reposó la cabeza sobre su hombro. Él tenía los brazos a su alrededor y ella el muslo apoyado contra el suyo. Ese era uno de los momentos perfectos de la vida. Esos momentos que más tarde recordaría como una noche fantástica.
—Gracias —dijo él mientras jugueteaba con su pelo— Ha sido...
—¿Espectacular? —preguntó ella.
—Iba a decir alucinante, pero espectacular también.
—He perdido práctica—dijo ella, cerrando los ojos con una sonrisa—. Muchas gracias por la lección.
—No te has comportado como si hubieras perdido práctica. Parecía como si hubieses leído el manual de cómo activar todos mis botones.
—¿De verdad? ¿Todos?
—Bueno, tal vez te hayas dejado uno.
—Tendré que ocuparme de eso la próxima vez.
Fernando se rió, y dijo:
—Palabras para convertir a un hombre en tu esclavo sexual. ¿Puedo quedarme?
Dos palabras que captaron su atención. Tal vez llevase tiempo sin tener citas, pero recordaba casi todas las reglas. Después del sexo, sobre todo después de un encuentro tan inesperado, la mayoría de los hombres preferían vestirse e irse. No tenía mucha experiencia personal, pero sí muchas amigas que lo habían sufrido.
¿Fernando quería quedarse? ¿Allí? ¿Con ella? ¿Por la noche?
—Tenía planes para luego —dijo ella—. Supongo que puedo cancelarlos.
—Muchas gracias. ¿Roncas?
—No —contestó, riéndose—. ¿Tú?
—Duermo tranquilamente —se giró para poder besarla—. Aunque no creo que vayamos a dormir mucho esta noche.
Poco después de las dos de la madrugada, observó la luz de la luna reflejada en la cara de Paula y supo que lo había estropeado todo desde el principio.
No tenía que haber sido así. No tenía que sentirse atraído por ella. Por lo que le habían dicho, Paula Chaves era una chica bonita y codiciosa que necesitaba que le dieran una buena lección, y él era el hombre que se había ofrecido a enseñársela. Había esperado encontrar a una fresca insulsa y superficial.
En vez de eso, había encontrado a una mujer guapa, divertida, inteligente y sincera que le hacía reír y querer volver a creer en las posibilidades.
En ese momento debía sentir que le había hecho un favor al mundo. En vez de eso, se sentía como un completo imbécil. Lo había estropeado todo y no sabía cómo arreglarlo. Le gustaba Paula. Le gustaba mucho.
¿Cómo iba a explicarle que no era Fernando Aston III y que la habían engañado?

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