jueves, 2 de abril de 2015

El Simulador: Capítulo 18

En esa ocasión ni siquiera fueron al consultorio y Paula se tomó el día libre. Casi no lo creía. El doctor García la había llamado temprano aquella mañana para preguntarle si podía faltar al trabajo.
- Pedro: ¿quiere usted inaugurar su período de vacaciones?
- Paula: ¿por qué no?
El doctor García, Pedro, le pidió que llevara algo de ropa extra para Felipe, que no se preocupara por la comida y que estuviera preparada para caminar. Acalló la voz de Angela en su mente y pensó que cada nuevo paciente era una situación única.
Pedro pasó a recogerlos cerca de las diez de la mañana y subieron en la camioneta. Acomodó a Felipe  en el asiento de en medio y le puso el cinturón de seguridad, después buscó detrás de los asientos y sacó un paquete.
- Pedro: aquí tienes, amiguito. Esto es para tí-. Le entregó el paquete al niño, era un libro de dibujos sobre granjas.
- Paula: ¡Oh!, no tenía que hacer eso -. Protestó, Felipe no fue tan modesto, ya tenía la cabeza metida en el libro.
- Pedro: yo soy el que quiso hacerlo .
Tenía el brazo sobre el asiento, justo detrás de ella y Paula casi podía sentir que la tocaba. Trató de no hacer caso.
- Paula: ¿Cómo se dice, Felipe?
- Felipe:¡Gracias! -. Y le dirigió al doctor García una sonrisa radiante de felicidad.
- Pedro: De nada, amiguito -. Le alborotó el cabello a Felipe, puso en marcha la camioneta y enfiló rumbo al norte.
Paula le echaba rápidos vistazos al doctor García mientras pasaban entre las casas bajas de estuco de Richmond. Felipe charlaba y alternaba su atención entre Pedro y el libro. El doctor le miraba y asentía de vez en cuando y respondía con seriedad a cada una de sus preguntas.
- Pedro: ya vamos a cruzar el puente -. Advirtió el doctor García a Felipe -. Mira para allí y podrás ver la bahía de San Francisco.
Paula también admiró el paisaje y cuando llegaron a Marin County le pareció que entraban en un mundo diferente en el que las calles planas y sucias se transformaron en hierba verde y aterciopelada salpicada de pinos y robles. Sintió que la felicidad surgía en su interior.
Muy pronto, Marin County se convirtió en Sonoma County y, precisamente al sur de un letrero que decía Petaluma, la camioneta disminuyó de velocidad y giró para salir de la carretera.
- Pedro: está un poco más al Oeste -. Informó él y Paula asintió sonriente.
El doctor García vestía sus pantalones vaqueros, unas botas para caminar y una camiseta. Paula siguió su consejo y llevaba ropa deportiva y unas deportivas. Al principio se moría de los nervios, pero ya los tenía bajo control. Sin embargo, tuvo que admitir que no dejaba de preocuparle la posibilidad de que aquella tranquila camaradería se deteriorara en cualquier momento y se convirtiera en algo estúpido, como algunas de las terapias que había visto por televisión en las que la gente se golpeaba con bates de goma o con ramas de abedul.
Observó de nuevo al doctor García y no pudo imaginarlo portándose de forma tan estúpida. Con seguridad, él debió sentir su mirada porque le dirigió una de sus suaves sonrisas. Paula sintió que se sonrojaba.
Disminuyeron la velocidad y giraron para entrar en un camino de grava.
- Pedro: ¿está lista para caminar?
- Paula: sí -. Respondió con mucho ánimo
- Pedro: ¿Y qué tal tú, Felipe? ¿Estás listo para pasar un día en la granja?
- Felipe: ¡Sin duda alguna! -.
Respondió y le dirigió una sonrisa y luego siguió mirando su libro en la página que mostraba un tractor, los ojos le brillaban detrás de las gafas. Paula vió que movía los labios y hablaba consigo mismo mientras miraba las ilustraciones. Ya podía leer palabras sencillas.
Pedro anhelaba que Felipe conociera el lugar.
- Pedro: mi hermano tiene una granja cerca de donde vamos, y tres niños. Felipe se divertirá mucho. Le voy a presentar a Agustín y a Carola para que esté segura de que nada le pasará si lo dejamos allí. Creo que le agradarán.
Ella estuvo de acuerdo y ya estaban a punto de llegar. Iban saliendo del sendero de grava hacia un camino de tierra.
- Paula: ¿qué cultivan aquí?
- Pedro: Heno, césped y tréboles. Es tierra para criar vacas, mi hermano tiene una granja lechera. De hecho, yo mismo soy una especie de especialista en vacas.
- Paula (sonriendo): ¿cómo es eso?
- Pedro: crecimos en la granja. Él se hizo cargo después de que mi padre murió.
Paula asintió. Aquello explicaba la apariencia curtida por los elementos del doctor García y sus múltiples talentos. Giraron en otro camino de tierra que los llevó hasta una enorme casa de campo levantada en una arboleda.
Al otro lado de los pastizales Paula vió otra casa y entre ellas dos graneros y un silo. Dos perros de pelaje blanco con negro corrieron tras la camioneta, ladrando y moviendo la cola con frenesí hasta que un niñito que apareció en el extremo de la casa los llamó, era un poco más grande que Felipe.

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