domingo, 5 de abril de 2015

El Simulador: Capítulo 31

Paula subió a decirle a Guillermo Semple que todavía no estaba lista y se negó a darle alguna explicación. Tranquilizó a Felipe, que se había asustado un poco al ver a su madre discutir con Pedro y le prometió que si esperaba unos minutos más, se irían de la habitación del hotel para siempre.
Pedro se había marchado. Paula no podía creer lo que le había confesado. Deseaba tener por lo menos una semana para pensar y digerir todo lo que le había contado.
- Paula: Márchate -.
Le pidió al fin y él así lo hizo. Le miró caminar hacia su camioneta ... su camioneta no la de su cuñado. Vió  que se quedó sentado allí un minuto y luego arrancó y se marchó. Sintió retorcerse algo en su interior mientras le veía irse, pero no tuvo tiempo de pensar en lo que sería.
Abrió su maleta y buscó entre el montón de ropa que había empaquetado. Por fin encontró lo que buscaba, el libro que compró a escondidas en la tienda de al lado antes de que Pedro llegara. Estaba en el anaquel de los superventas del New York Times: el último libro del doctor García , La celebración de mí mismo. Le pidió al dependiente que lo metiera en dos bolsas para que Guillermo no lo descubriera.
Fue una tontería, pero deseaba tener algo que le recordara al doctor García, llevarlo en el corazón una vez más.
Sacó el libro y desde la impecable camisa de vestir notó que no correspondía al estilo sencillo y llano de Pedro García, ¿O sería acaso Pedro Alfonso?.
Sintió muchas ganas de reír. Miró la solapa negra de la sobrecubierta del libro y, a pesar de lo que Pedro acababa de decirle, esperaba ver su rostro otra vez, con aquellos ojos cálidos, el cabello castaño y la pequeñita cicatriz debajo del ojo. Miró a toda prisa la fotografía que debería resultarle familiar. "Doctor Gabriel García" Leyó. Y ahí, sonriéndole, se veía un rostro terso y atractivo apoyado en una mano de aspecto suave.
El individuo daba la impresión de ser un hombre de mundo muy seguro de sí mismo; Paula no lo había visto nunca en su vida.
Entonces rió ante aquella situación absurda de un carpintero que la había ayudado a recuperar la cordura. Era una excelente broma, así que se rió con fuerza, casi al borde de la histeria.
Arrojó el libro, que fue a caer justo en el cubo de basura de imitación bronce. Abrazó a Felipe y miró a su alrededor los muebles baratos de la habitación, en la que incluso las lámparas estaban atornilladas, y su maleta, llena a más no poder con sus pertenencias.
Todo fue muy sencillo una vez que tomó la decisión. Cerró la maleta de golpe, fue a la camioneta donde Guillermo la esperaba sentado fumando y sentó a Felipe en el asiento de en medio y le puso el cinturón de seguridad ; después le dijo a Guillermo que había olvidado su bolsa de maquillaje. Él miró al cielo y lanzó una imprecación, pero ella insistió con voz melosa:
- Paula: Por favor, Guillermo, ¿Podrías ir por ella? La puerta del cuarto todavía está abierta.
Él subió con desgana la escalera hacia la habitación y entró. Paula bajó de la cabina de un salto, abrió la parte posterior de la camioneta y sacó la bolsa de lona de Guillermo. Mientras él salía furioso de la habitación, ella puso en marcha la camioneta.
Aquellas eran sus cosas, su hijo, su vida, se convencía mientras se alejaba. Tal vez, solo la camioneta podía considerarse como de Guillermo y muy probablemente fue su madre quien la pagó.
Paula le sonrió a Felipe y él parecía un poco menos preocupado.
- Paula: Vamos a hacer un viajecito, pero nosotros solos -.
Le explicó y condujo hacia el norte. Había oído muy buenos comentarios sobre Seattle. Tal vez irían allá. Lejos de todos.
Después de que Pedro le confesara la verdad, que era constructor y que la había estado engañando todo el tiempo, tuvo un destello de discernimiento, como si alguien hubiera encendido de pronto la luz después de que ella había estado golpeándose las espinillas en la oscuridad.
Tuvo la sensación de haber sido siempre una muñeca de trapo de la que todos tiraban, empujaban o arrastraban, sin huesos ni energías para mantenerse en pie por sí misma. Sin embargo, por fin había tomado un par de decisiones: sabía que no quería volver a Embarcadero Arms, ni quería ir a ninguna parte con Guillermo Semple. Lo demás lo decidiría más tarde.
Agustín Alfonso se encontraba agotado. Había sido una tarde muy larga. Salía con cansancio del centro de ordeño cuando de repente percibió movimiento con el rabillo del ojo. Alguien metía una camioneta de mudanzas, con muy poca pericia, por su entrada. Se colocó a un lado del granero y se detuvo. Agustín  se acercó por el lado del conductor.
- Paula: Hola, Agustín. Lamento aparecer sin avisar, pero no sabía qué otra cosa hacer.
Mientras trataba de disimular su sorpresa, le abrió la puerta a Paula Chaves y miró al niño que iba en el asiento de al lado.
- Felipe: ¿Dónde está Ariel?
- Agustín: Supongo que está en la casa, ¿Por qué no entras a buscarlo y le dices a Cecilia que aquí está tu mamá? -.
Esto último constituía una parte importante. Cuanto más pronto quedara Paula (que daba la impresión de estar a punto de llorar) en manos de Cecilia,  mejor se sentiría él.
Felipe  bajó de la cabina de un salto, con el gatito que le habían regalado debajo del brazo y corrió a la casa.
- Agustín: No sé que decir, Paula. Tal vez deba llamar a mi hermano.
- Paula: Te lo agradecería -. Y para gran alivio de Agustín, eso fue lo único que ella respondió al respecto-.
Llamó a la oficina, pero Pedro Alfonso estaba. Sin embargo, le informaron dónde se hallaba trabajando y con cierta sensación de deslealtad le dio la dirección a Paula , que la anotó con mucha solemnidad.
- Cecilia: Deja aquí a Felipe y llévate mi coche.
- Paula: Gracias -. Respondió y se dirigió al coche-.
- Agustín: Me gustaría que hubiera algún modo de avisarle a Pedro que ella va a buscarlo -. Comentó cuando comprendió que acababa de tenderle una emboscada a su hermano-.
- Cecilia(Mientras observaba como Paula se alejaba): Vaya, Pedro se merece cualquier cosa que ella le tenga reservada.
Paula extendió las indicaciones en el asiento de al lado.
- Agustín: Pasas el pueblo, luego giras a la izquierda después de la tienda de la gasolinera. Es un camino que no tiene señales así que debes estar atenta.

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