jueves, 30 de abril de 2015

Herencia de Amor Parte 3: Capítulo 19

Ella pensó que, si ignoraba la leve protesta dolorida de algunos músculos, estaba de maravilla. Pedro y ella habían hecho el amor hasta después del amanecer. Aunque estaba impresionada por la increíble capacidad de él de seguir y seguir, también estaba contenta de su propia actuación. Debía de haber tenido más orgasmos en las últimas veinticuatro horas que en toda su vida.
—Estoy bien —dijo—. Sólo un poco cansada.
—Ya —Sofía no parecía convencida. Fue hacia la puerta trasera del invernadero y la cerró. Después apoyó las manos en las caderas y miró a su hermana—. Empieza por el principio y habla despacio. No quiero perderme nada.
—No hay nada que contar —eso era una mentira descomunal— Bueno, no demasiado.
—Voy a seguir aquí, mirándote con ira hasta que hables.
—No me miras con ira—sonrió Paula—. Lo tuyo es más bien mueca.
—¡Paula!
—Vale, vale. Estoy bien. Todo va bien. Es sólo... —su boca se curvó en una sonrisa muy satisfecha—. El viernes Pedro y yo hicimos una degustación de catering. Cuando fui a su casa a hablar con la florista empecé a sentirme fatal. Los dos teníamos una intoxicación alimentaría. Acabé pasando la noche allí, casi encadenada al retrete.
—¿Y por eso sonríes así?
—No. Pero Pedro estuvo genial. Ayer nos sentíamos mejor. Me pidió que me quedara, en la habitación de invitados. Así que cenamos, vimos una película y después, bueno...
—¡Oh, Dios mío! —Sofía abrió los ojos de par en par—. Practicaste el sexo con Pedro Alfonso Tercero. ¡Voy a recibir un millón de dólares!
Paula  levantó las dos manos para acallarla.
—Número uno, no voy a casarme con él, así que puedes dejar de soñar con el millón de dólares. Si tanto deseas abrir un vivero, habla con Manuel. El haría cualquier cosa por ti.
—No, gracias —Sofía movió la cabeza—. Reuniré el dinero yo sola. Si no estás dispuesta a casarte por mí, pediré un préstamo. Pero no hablemos de eso. ¿Te acostaste con Pedro?
—Sí, y fue fantástico. No es para nada como había imaginado. Me gusta.
—Eso es genial —Sofía se acercó y la abrazó—. Mi alegro por ti.
—No, no es genial. Es extraño e incómodo y no volveremos a hacerlo.
—¿Perdona? —Sofía dio un paso atrás y la estudió—. Estás resplandeciente. Nunca te había visto asi. Nadie huye del sexo que produce resplandor.
—Yo lo haré. Los dos lo haremos. Hemos hablado de eso y es lo más sensato. Mira, ya somos parientes políticos por el matrimonio de la abuela Ruth. El vínculo se reforzará cuando Julia y Felipe se casen. Pedro estará en nuestra vida para siempre. Una relación con él no llevaría a ningún sitio.
—¿Por qué no? —Sofía volvió a sus plantas—. Está soltero y tú soltera. Es un principio excelente.
—No tenemos nada en común. Somos de mundos diferentes. A un nivel más básico, él no confía en las mujeres. Por lo que he oído de su pasado, no lo culpo. Y yo tampoco soy muy sana en ese sentido. Tengo mis dudas.
—No eres como mamá. No te perderás por un hombre.
—Eso no lo sabes.
—Ni tú tampoco. Sé que tienes demasiado miedo para probar. Siempre has elegido a tipos seguros. Tipos que te adoran pero que ni en un millón de años llenarían tu corazón. Nunca te has arriesgado a enamorarte, así que no sabes qué ocurriría. Ninguna de nosotras queremos ser como mamá. No queremos renunciar a todo por un hombre. Así que no lo hagas. Sé fuerte. Sé tú misma. Pero arriésgate.
Era un buen consejo. Una persona sensata lo tendría en cuenta. Pero Paula se negaba a hacerlo. Tenía demasiado que perder.
—Incluso si me enamorase de él, no sería correspondida. El se niega a involucrarse en serio.
—Siempre hay una primera vez.
—Para él no.
—Te equivocas —dijo Sofía— Hay una primera vez para todo el mundo. Mira a Manuel. Pero tienes que estar dispuesta a arriesgarte. No se puede encontrar la felicidad perfecta sin arriesgarse a sufrir. ¿Crees que vivir segura pero a medias compensa el no encontrar a tu alma gemela?
Paula  pensó en su madre. Alejandra sólo había amado a un hombre en su vida y él le había roto el corazón una y otra vez.
—Eso del alma gemela siempre se exagera —murmuró.
—No es verdad —insistió Sofía—. Pero el amor sí requiere fe. Si no la tienes, nunca lo sabrás. ¿Y si Pedro es tu hombre? ¿Estás dispuesta a dejarlo marchar? Al menos mamá pasa parte de su vida feliz. Cuando papá está con ella, el mundo le parece perfecto. Si no tuviera esos momentos de alegría, el resto no merecería la pena.
Paula no estaba convencida de que esas breves etapas tuvieran valor. No cuando el dolor que seguía era tan fuerte e inevitable. Llevaba toda la vida viviendo sin su alma gemela y le había ido muy bien. Sería mucho más fácil olvidarse de lo que nunca había tenido que arriesgarse a ser destrozada por un hombre empeñado en no entregar su corazón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario