sábado, 4 de abril de 2015

El Simulador: Capítulo 24

Después de colgar, Paula se sintió demasiado confundida para pintar o hasta para leer un libro y ya se había cansado de mirar por la ventana. Decidió limpiar la casa, tomó el detergente y lo llevó hasta el baño, no salió hasta más tarde, cuando oyó que su hijo la llamaba a gritos.
- Paula: ¿qué sucede?.
Felipe saltaba sin parar y señalaba la puerta.
- Felipe: mami, mira quién está aquí.
Y allí, en el umbral, estaba Pedro García, con una planta en una maceta y una bolsa de papel de una prestigiosa tienda de artículos para artistas.
- Pedro: no debes abrir hasta que llegue tu mamá, Felipe-.
Nada indicaba que estuviera regañando al niño, sino que parecía estar conversando con él. Le alborotó el cabello mientras hablaba.
- Pedro (entregándole la bolsa de papel a Paula): lo siento, no es un paquete muy bonito.
Paula le sonrió y sintió como si de nuevo tuviera dieciséis años porque el corazón le latía a toda prisa. Tomó el regalo, era un juego de acuarela en lápiz Prismacolor, una buena cantidad de papel para acuarelas y un juego de pinceles finos de marta cebellina.
- Paula: ¡Oh, Pedro, Gracias! Todos mis pinceles están tiesos y ya casi no se doblan sobre el papel. ¿Cómo lo supiste? ¿Y cómo te enteraste de que hoy es mi cumpleaños?
Pedro le sonrió a Felipe, que se retorcía de risa.
- Pedro: tuve un informante.
- Felipe: se lo conté a Pedro ayer. ¡Y guardé el secreto! -. Felipe rió y comenzó a tirar de la chaqueta de Pedro mientras saltaba.
- Paula: Felipe, suelta al doctor García.
- Pedro: está bien, Paula -.En verdad parecía no molestarle. Tomó  a Felipe de los brazos y lo dejó trepar por sus piernas para luego girar de cabeza y volver a caer de pie -. Supongo que no debí venir sin avisar, pero el teléfono estaba ocupado y quise traerte el regalo antes de ir a la oficina.
- Paula: mi madre me llamó -. Soltó sin agregar nada más, sin embargo, se preguntó si el doctor García notaría la clara desolación en su voz.
- Pedro: ¡Ah! -.
Le dio otra voltereta al niño. Felipe cayó de pie, pero sus gafas salieron volando. El doctor García se arrodilló, las levantó y volvió a ponérselas.
Paula Chaves lo miró y lo comparó con el tipo de doctor que su madre le había acusado de ser. Ahí estaba, con sus pantalones vaqueros y sus botas y moviendo los brazos para darle vueltas a Felipe, como si fuera un padre que jugara con su pequeño. No se parecía en nada, al Doctor García, el depredador. Sólo se veía como Pedro, grande, fuerte y amable.
Su madre no estaba allí. Su madre no sabía de lo que hablaba. Y Angela tampoco, sin importar lo que dijera. En alguna parte algo andaba mal... algo no coincidía, pero sabía, con una seguridad que jamás había sentido con Jeff, que podía confiar en Pedro García.
Pedro fue con Felipeal dormitorio para ver al gatito. Una oleada de amor por el muchachito lo inundó cuando se enteró de que le había puesto su nombre al gato. Mientras veía al gatito, acurrucado en la cama, Pedro pensó en Paula. La noche anterior había cometido un grave error, pero si tuviera que hacerlo todo otra vez no podría jurar que no volvería a besarla. "Pero nada más" se dijo.
Toda aquella locura comenzaba a irritarlo cada vez más; sentía que personificar al doctor García era tan incómodo como traer puesta una enorme camisa de lana en un cálido día de verano. Le encantaría quitársela y arrojarla.
Fue a buscar a Paula, que se hallaba de espaldas mirando por la ventana de la cocina. Ella se volvió con un brillo en los ojos.
- Paula: gracias, Pedro, por los obsequios. Por todo.
- Pedro: de nada-.
Quería decirle la verdad, toda la verdad, en aquel preciso momento. Ya había abierto la boca para hacerlo cuando sonó el teléfono. Aquel ruido agudo e insistente rompió la tranquilidad entre ellos.
Ella estaba a punto de contestar, pero se detuvo. Oyó la voz de Felipe, que había descolgado en la otra habitación.
- Paula: será mejor que vea quién es.
- Pedro: bueno, entonces adiós. Supongo que nos veremos el martes.
Paula asintió y lo acompañó a la puerta. Él se dirigió a la salida; los pies le pesaron al bajar por los gastados escalones de Embarcadero Arms.

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