viernes, 17 de abril de 2015

Herencia de Amor Parte 2: Capítulo 4

Aunque estaban en Los Ángeles y allí nunca se congelaba nadie; por otra parte, se lo había impedido algo en los azules ojos de Paula,  algo que indicaba ingenuidad y confianza en la gente.
Era la clase de mujer que nunca esperaba nada malo de las personas, y habría apostado una buena parte de su sustanciosa cuenta bancaria a que, con frecuencia, se había visto defraudada.
—No tengo té.
Ella asintió.
—No le gusta el té, ¿eh? Demasiado macho para beber té.
—¿Macho?
—Masculino, viril… como quiera llamarlo.
—¿Viril?
—Estoy haciendo suposiciones. Puede que no sean ciertas. No parece que haya una mujer en su vida.
A Pedro le dieron ganas de pegarle un grito.
—Me estropea el día, amenaza a mi jefe, huye a toda carrera, me culpa de haberse tropezado y ahora cuestiona mi… mi…
—¿Masculinidad? —Paula lo ayudó a terminar la frase—. ¿Lo estoy haciendo enloquecer? Ocurre a veces. Hago lo posible porque no ocurra, pero nunca sé muy bien cuándo lo hago.
—Lo está consiguiendo, sí.
—En ese caso, pararé. ¿Le parece bien que vuelva a sentarme en el sillón?
—No se puede imaginar lo bien que eso me parece.
—De acuerdo.
Paula se volvió, pero estuvo a punto de caerse otra vez y se agarró al marco de la puerta para no perder el equilibrio. Pedro  lanzó un juramento y, pasando por encima de la gata, fue a alzarla en sus brazos.
—Debe de ser la pérdida de sangre —dijo Paula apoyando la cabeza en el hombro de él—. Pronto me recuperaré.
—Sobre todo, teniendo en cuenta que no ha perdido sangre.
—Pero podría haber ocurrido.
Pedro volvió la cabeza y la miró. Fue entonces cuando se dio cuenta de lo próximas que estaban sus bocas. Los ojos de él se clavaron en los curvos labios de Paula y sintió un repentino deseo de besarla. Sólo unos segundos. Sólo para averiguar a qué sabía.
No debía hacerlo. Sólo conseguiría hacerle daño, era inevitable.
—No me molestaría —susurró ella—. Sé que no soy su tipo, pero le aseguro que no se lo contaría a nadie.
Pedro no sabía a qué se refería y no le importaba. Por primera vez en la vida, iba a hacer algo que sabía que no debía hacer.
Iba a besarla.

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