jueves, 2 de abril de 2015

El Simulador: Capítulo 19

-Ariel: ¡Hola, tío Pepe! -. El chiquillo corrió alegremente hacia el doctor García.
- Pedro (alborotando el cabello del niño): ¿Cómo estás, Ariel?
Ariel miró a Felipe mientras Pedro lo tomaba en brazos para bajarlo de la camioneta; llevaba la capa de supermán debajo de su mochila y el libro de la granja apretado contra su pecho.
- Pedro: Ariel, él es mi amigo Felipe.
Puso a Felipe en el suelo y los dos niños se miraron, no se evaluaron ni mostraron curiosidad alguna, sólo aceptaron el hecho de la presencia del otro. Paula sintió que el corazón le daba un vuelco al ver lo que pequeño que se veía su hijo. Las gafas le cubrían casi toda la cara y había insistido en usar su capa. Esperaba que el sobrino de Pedro no se burlara de él, como el niño de la escuela que le había dicho que usaba una capa tonta, pero parecía que Ariel ni siquiera notaba las gafas o la capa.
- Pedro (poniendo una mano en el hombro de su sobrino): ¿Puedes mostrarle a Felipe el lugar? Quiere ver cómo es una granja de verdad.
- Ariel(encogiéndose de hombros): claro, vamos.
Felipe le entregó a su madre la mochila y el libro y lo siguió sin decir palabra. Los dos desaparecieron en el granero. Un hombre salió del granero en el que los niños habían entrado.
- Agustín: ¡Vaya! ¡Si es el doctor García! -. Sonrió y gritó en dirección de la casa-. ¡Oye, Cecilia! ¡Ven! ¡Ya llegó el Doctor García!.
Paula miró a Pedro y se preguntó si él también tendría algunos problemas con su familia. Tal vez a su hermano le molestaba el hecho de que el doctor García fuera médico y que él fuera granjero. ¿Por qué otro motivo se burlaría tanto de él por su título? Sin embargo, no parecía molesto. Actuaba como si se tratara de algo divertido.
- Pedro: Paula, quiero presentarle a mi hermano Agustín. Agustín, ella es Paula Chaves, una amiga mía.
Paula estrechó la mano de Agustín. La sintió áspera y cálida, como la del doctor García. Conversaron un poco acerca de trivialidades, pero la mente de Paula vagaba por rumbos diferentes. Notó que Pedro la había presentado como su amiga y no como su paciente. Todavía se preguntaba cómo interpretar eso cuando la esposa de Agustín apareció por una puerta lateral de la casa. Era una mujer de aspecto amistoso, con el cabello castaño y ojos marrones. Tenía los pantalones vaqueros rotos en la rodilla y su camiseta, que decía COOPERATIVA LÁCTEA DE CLOVER CREEK, era algunas tallas más grande.
- Cecilia: Hola, Paula, soy Cecilia -. La miró a los ojos y sonrió-. Me alegra conocerte. Pedro nos comentó que te traería.
- Paula: el gusto es mío -. Respondió mientras sentía la mano suave de la mujer que estrechaba la suya.
- Cecilia: pasen a tomar café antes de irse -. Los guió por el pasillo, hasta una enorme habitación con cocina, bien iluminada y muy alegre, el sol entraba por unas ventanas aisladas que protegían un invernadero de hierbas y flores.
- Paula: ¡Oh! -. Murmuró y se acercó para ver mejor el jardín interior.
- Agustín: Carola tiene manos de jardinera -. Explicó él, que se hallaba detrás de su esposa y le dió un abrazo.
Se sentaron ante una enorme mesa de roble. Cecilia preparó una jarra de café y sacó un pastel de café con canela, decorado con nueces que, según le explicó Cecilia, eran de los nogales de la huerta y agregó que la deliciosa nata que Paula le puso a su café provenía también de sus propias vacas. Los cuatros rieron y charlaron durante casi una hora hasta que Pedro decidió por fin que ya tenían que marcharse. Cuando se levantaron, a Paula le pareció que conocía a Cecilia de años.
- Paula: ¿estás segura que no os molesta que Felipe se quede?
- Cecilia: no, en absoluto. Se va a divertir mucho con Ariel y con los niños mayores en cuanto vuelvan de la escuela.
En aquel momento Felipe y Ariel llegaron ocorriendo desde detrás del granero. Cada uno llevaba en brazos un gatito.
- Felipe: mira lo que tienen mamá - Su hijo acariciaba la cabeza del gatito con tanto fuerza que con cada pasada se le veía lo blanco de los ojos-. Ariel me dijo que puedo quedarme con uno.
- Paula (sonriendo): con cuidado, Felipe. Ya hablaremos de eso más tarde, ahora, ¿estarás bien si el doctor García y yo salimos un momento?
- Felipe: claro-.
Empujó las gafas sobre su pequeña nariz, la miró a través de los gruesos cristales y sonrió; de pronto ella sintió que le habían dado un regalo, aunque sólo fuera por un día. Felipe tenía espacio para correr, gatitos para jugar y un amigo casi de su edad.
Cuando ella y Pedro se marcharon por el camino de tierra para comenzar su paseo, a Paula  ya no le importaba si la visita era parte de la terapia o no. Siguieron caminando hasta llegar al final de la granja de su hermano. Luego atravesaron por un terreno para pastar en el que no había vacas.
- Pedro: allí se encuentra Clover Creek-. Dijo al tiempo que señalaba una doble hilera de árboles que circundaban el terreno de pastoreo-. Esos sauces siempre crecen en las orillas del arroyo.
Caminaron hacia allá y Paula pudo oírlo antes de verlo: un arroyo pequeño con helechos y florecillas silvestres que brotaban en su ribera.
- Paula: es hermoso -. Aseguró  e hizo un esfuerzo por ocultar su anhelo. Se prometió que disfrutaría de lo que estaba recibiendo ese día y que no iba a arruinarlo deseando nada más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario