jueves, 14 de mayo de 2015

Entre Dos Hombres Parte 2: Capítulo 9

-Y cuando nos besamos... ¿me consideraste pomposo, o estirado?
Paula  no dijo nada y él casi lamentó haberla atacado de aquel modo. Ninguno de los dos necesitaba que le recordaran lo sucedido; ni el encuentro en la terraza ni el beso. Si las circunstancias hubieran sido distintas, probablemente se habrían dirigido en aquel momento a un hotel. Y los dos lo sabían.
A pesar del sonido del tráfico y del motor del coche, casi podía oír su respiración. La miró y notó que estaba confusa. Además, sus pezones se habían endurecido bajo su camiseta de algodón y súbitamente se sintió sin aliento. Recordó el contacto de sus senos contra el pecho y el apasionamiento de su boca. Todo su cuerpo se estremeció al pensar en la suavidad de su piel. Se sentía tan incómodo, que se revolvió en el asiento del deportivo.
Aunque aquella mujer estuviera fuera de su alcance, la deseaba con locura.
-¿Te ha comido la lengua un gato? -preguntó él-. ¿En qué regazo estabas sentada hace menos de una hora?
-En el de un hombre con dos personalidades distintas.
Pedro encontró divertido el comentario. A fin de cuentas, tenía un hermano gemelo.
-Agustín no se habría comportado como yo. Él toma lo que quiere sin pensárselo dos veces.
-¿Agustín? ¿Es que realmente tienes desdoblamiento de personalidad?
Pedro rio.
-No, es mi hermano gemelo. Vive en Florida.
-Oh, Dios mío, dos como tú... ¿Y también tiene la fea costumbre de juzgar a la gente de forma apresurada?
El comentario de Paula le pareció todavía más divertido que el anterior, habida cuenta de las diferencias que había entre Agustín y él. Agustín  actuaba sin pensar, pero él lo pensaba todo mil veces antes de actuar.
-Solo nos parecemos físicamente. En lo demás no nos parecemos demasiado. Pero, ¿qué hay de ti? ¿No tienes hermanos?
-Biológicos, no. Pero sigo en contacto con algunos de los niños huérfanos con los que crecí. Y mi madre adoptiva cuida de cuatro niños que me quieren como si fuera su hermana mayor. Voy a verlos siempre que puedo. Pedro supo que el tono de emoción de su voz no era fingido. Ni siquiera había intentado esconder su pasado y parecía aceptar con total tranquilidad su condición de adoptada. Una vez más, supo que se encontraba ante una mujer muy inteligente.
-Decías que no te interesa el dinero de Max. Entonces, ¿por qué no me dices qué estás buscando?
-No estoy buscando nada. Facundo me pidió que viniera para conocer a Max y ver si realmente podía ser su nieta -respondió-. En aquel momento, me pareció algo muy simple.
-¿Sí?
Paula suspiró.
-No soy una estafadora. Al menos, yo no. Leo me convenció de que podía ser cierto y decidí que Max y yo merecíamos saber la verdad.
Pedro arqueó una ceja.
-Comprendo. Sí, supongo que eso explicaría la bonita reunión que hemos tenido antes y que ha culminado con la presentación de la nieta perdida -dijo con ironía.
-¿Sabías que puedes llegar a ser un verdadero canalla?
Pedro  la miró durante un segundo, sin dejar de conducir.
-¿Me has llamado canalla?
-Sí.
Él no supo cómo reaccionar. Paula era, al mismo tiempo, ofensiva y confiada, divertida y descarada, agresiva y vulnerable. Era una completa contradicción, que lo confundía, lo excitaba y lo enfadaba. Nunca había conocido a nadie como ella. Y la deseaba tanto que casi le dolía.
Como si fuera completamente ajena a la reacción que había provocado en él, Paula se inclinó hacia delante, encendió la radio y puso música. Después, cerró los ojos y se cruzó de brazos.
Pedro la miró de nuevo y después se concentró en la carretera. A lo largo de su vida, las mujeres le habían llamado de todo y le habían arrojado todo tipo de objetos.
Pero nunca había conocido a ninguna mujer cuyos insultos le hicieran desearla aún más.
Paula se hizo una idea de cuánto dinero tenía realmente Max Longotti cuando vio su casa. Aunque aquello no era una casa, sino una mansión gigantesca.
Mientras avanzaban por el largo camino de la propiedad, flanqueado por árboles, se quedó boquiabierta. La mansión se encontraba al norte de la ciudad, en una zona elegante llamada Buckhead.
-Dios mío, ¿Max vive aquí, o es un hotel? -preguntó, asombrada-. No puedo creer que tenga una mansión como esa con un simple negocio de envío de pedidos por correo.
-Max vive aquí y vive solo. Además, Longotti Lines no es una simple empresa de envío de pedidos por correo. Es uno de los principales minoristas de Estados Unidos -explicó Pedro.
La mujer silbó de pura admiración y giró la cabeza hacia la elegante y bella mansión de ladrillo, de dos pisos de altura y entrada con columnas. Al verla, pensó que la famosa historia de Scarlett O'Hara tal vez no fuera simple invención cinematográfica. Era como una mansión de los tiempos de las grandes plantaciones del sur, rodeada de colinas verdes y un paisaje embriagador.
A lo largo de la parte delantera del edificio se abría una terraza con barandilla y las habitaciones del piso superior, que parecían ser los dormitorios, tenían enormes balcones.
Sintió un nudo en el estómago. Casi podía imaginar la gigantesca mesa del comedor, presentada con cuberterías de plata y un camarero que permanecería de pie detrás de los invitados, dispuesto a recriminar la actitud de cualquiera que se atreviera a probar una salsa con el dedo o a utilizar la servilleta de forma inapropiada.
-Me siento enferma -susurró.
Pedro tocó su mano y Paula comprendió que había oído su comentario, aunque no era su intención. El contacto fue tan breve, que casi pensó que lo había imaginado; pero cuando contempló su expresión de preocupación, supo que había sido real.
-Estarás bien, Paula. Solo es una casa. Ella movió la cabeza en gesto negativo.
-Lo sé -dijo, intentando parecer tranquila-. El decorado no me ha impactado tanto.
Pedro la miró como si no la creyera en absoluto. No en vanó había notado su pánico.
-Créeme, no estoy sudando ante la perspectiva de alojarme en esa mansión -dijo con una risa nerviosa-. Pero ciertamente me sentiría más cómoda sirviendo cervezas en el Flanagan.
-¿A quién intentas convencer? ¿A mí o a ti? Paula lo miró y se cruzó de brazos.
-No debí aceptar hacer este viaje con un tipo que ya me pareció sospechoso cuando lo vi por primera vez la semana pasada. Resulta evidente que estas vacaciones pagadas van a tener muchas complicaciones.
Pedro  la miró con intensidad.
-¿Conociste a Facundo la semana pasada? Ella asintió, sin dejar de mirar a la casa.
-Sí, el miércoles pasado. Y en cuanto lo vi, supe que se traía algo entre manos.
-Pues aquí estamos...
Paula se encogió de hombros. No estaba dispuesta a confesarle a Pedro que había aceptado cinco mil dólares por hacer ese viaje. Aunque hubiera dedicado el dinero para ayudar a Malena y a los niños y para asegurarse el pago del alquiler de su casa, estaba convencida de que Pedro seguiría tomándola por una estafadora oportunista, sobre todo después de admitir que no creía ser la nieta de Max.
Se dijo que no le importaba lo que Pedro  pensara. Pero de inmediato, pensó que se estaba mintiendo a sí misma.
Le importaba, y mucho, lo cual era bastante extraño, teniendo en cuenta que nunca le había importado lo que los demás pensaran de ella. Hacía tiempo que se sentía muy cómoda con la persona que era y no tenía que dar explicaciones a nadie. Tal vez fuera demasiado agresiva y tal vez resultara demasiado amistosa con los hombres, pero era una mujer inteligente, trabajadora y leal que hasta entonces nunca se había sentido intimidada por nada tan *beep* como una gran mansión en una ciudad desconocida, que probablemente estaba llena de arañas de cristal y grifos de oro.
-Necesito beber algo -murmuró ella.
-Entonces puedes servirnos algo a los dos -dijo él, mientras le abría la puerta del vehículo-. Veamos si eres buena camarera.
-Solo es un trabajo nocturno -aclaró mientras salía del vehículo-. Un trabajo temporal hasta que vuelva a conseguir algo más permanente.
En ese momento, Paula miró al hombre, contempló la mansión y sintió curiosidad. Parecía muy familiarizado con aquel lugar.
-Supongo que te vas a quedar un rato - dijo ella.
Él sonrió con malicia.
-Oh, sí, me quedaré.
-Como quieras -dijo ella.
Paula intentó disimular que le alegraba que permaneciera con ella. No le habría gustado que la dejara sola en la mansión.
Resultó evidente que Max Longotti había llamado a la casa para informar al ama de llaves, la señora Harris, de la llegada de Paula. La mujer la recibió con una inesperada calidez y se comportó de forma profesional y familiar con Pedro. Paula  mantuvo la boca cerrada mientras cruzaban el enorme vestíbulo; sobre las mesitas se veían estatuas, y las paredes estaban decoradas con cuadros. El color predominante era el violeta, incluso en las flores que adornaban los floreros.
Pedro  informo a la señora Harris de que deseaban dirigirse al despacho de Max para beber algo y la mujer los llevó.
El despacho era más grande que el apartamento en el que había crecido Paula; las paredes estaban llenas de estanterías con libros y la decoración era muy elegante, con antigüedades por todas partes. Era un lugar tan bonito, que Paula  casi tuvo miedo de sentarse.
Antes de salir, el ama de llaves comentó que volvería más tarde para enseñarle sus habitaciones.
-¿Mis habitaciones? -preguntó Paula, cuando se quedó a solas con Pedro.
-En el piso de arriba hay suites muy bonitas para invitados. Estoy seguro de que Max habrá dado instrucciones para que te alojen en una de ellas.

3 comentarios:

  1. Muy buenos capítulos! Pobre Pau! se siente sapo de otro pozo!

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  2. Me encanta la personalidad fuerte que tiene Pau pero no la veo cómoda con todo esto.

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  3. woooow muuuy buenos Naty.. Paula mala ME GUSTA JAJA

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