Minutos después Paula estaba sentada en el asiento del copiloto mirando por la ventanilla. A su lado estaba Pedro conduciendo el coche camino de la oficina. Es día el chofer no podía llevarlos porque estaba enfermo, asi que Pedro no tuvo más remedio que conducir.
Paula no entendía nada. Según le había dicho Adela no había más sirvientas en la casa, el chofer estaba enfermo y el jardinero llegaría más tarde. ¿Quién le había preparado el desayuno? Si ella no había sido… solo quedaba una persona. ¿habría sido él? Paula giró la cabeza para mirarlo un momento ¿Por qué lo habría hecho? Después volvió a mirar por la ventanilla.
- Gracias por el desayuno - dijo sin mirarle.
- Él no respondió, solo sonrió.
- Enseguida llegamos, está cerca.
- ¿me podrías llevar al restaurante? - dijo mirándolo esta vez.
- No, si te llevo no llevaremos a tiempo.
- Tengo que ir para…
Él la interrumpió
- Me he tomado la libertad de avisarles de que no volverías allí.
- ¿Qué? ¿tú estás loco? - dijo no pudiendo dar crédito a lo que estaba oyendo
- No hace falta que me lo agradezcas - dijo irónicamente.
- ¡No tenía intenciones de hacerlo! - se puso de morros.
Pedro apartó la mirada de la carretera para mirarla. Sonrió al ver la cara de enfadada de Paula. “está preciosa con esa carita de enfadada” pensó.
Paula no volvió a articular palabra en lo que duró el trayecto. Estaba indignada, ¿Cómo había sido capaz de llamar al restaurante y decirles que no iba a volver? ¿acaso se creía con derecho a decidir por ella? ¡era el colmo! Estaba enfadada, muy enfadada. Pero más que con él con ella, por no haberle dicho unas cuantas verdades.
Paula pasó toda la mañana escuchando a Pedro hablar. Le indicó donde estaban las oficinas, los baños, la cafetería, su despacho… le presentó a los empleados y le dijo donde estaba su despacho, justo al lado del de él.
Entre una cosa y otra se le fue la mañana sin darse cuenta. A las 15:00h, la hora de marchar, recogió lo que había sobre su mesa y con el bolso colgado del hombro salió de su despacho. Iba a despedirse de Pedro, pero al ver que estaba ocupado hablando por teléfono decidió no molestarlo.
Colgó el teléfono, se puso la chaqueta que estaba sobre el respaldo del sillón y salió de su despacho. Al ver que Paula ya no estaba tomó es ascensor, pensando que ella lo estaría esperando abajo, en la entrada del edificio. No se equivocaba, ella estaba allí, pero no estaba sola. Estaba abrazada a un hombre alto y moreno. Sin duda era Carlos, su novio. Ambos se separaron y montaron en un coche. Se alejaron ante la mirada de Pedro, que estaba maldiciendo para si lleno de celos.
- Que alegría me da verte, tenía pensado llamarte más tarde - le dijo a su amigo.
- ¿ A si? Es que salí antes de trabajar y pensé en venir a buscarte.
- Pues has hecho bien. Necesito despejarme un poco. Estar toda la mañana ahí encerrada no es muy agradable.
- ¿Y que tal con él? ¿te ha tratado bien?
- …Si…
- ¿Solo… si? No pareces muy convencida.
- No se que pensar la verdad, es una persona muy contradictoria. No se.
- Mientras no te falte al respeto…
- ¡uy! ¡mas le vale! Si no hago las maletas y salgo de allí sin pensarlo dos veces.
No hay comentarios:
Publicar un comentario