jueves, 21 de mayo de 2015

Entre Dos hombres Parte 2: Capítulo 31

-No puedes amarme.
-Pues te amo.
-Somos demasiado distintos.
-No es verdad, somos iguales.
-No, no somos iguales. Un hombre puede ser un ligón y ser visto como un hombre de negocios respetable. Pero una rebelde es una rebelde toda su vida, haga lo que haga.
-Paula, tú y yo nos parecemos mucho en todo lo que importa. Además, no eres tan mala como quieres creer.
-Pues seduje a mi dentista cuando tenía diecinueve años.
-Y yo me acosté a los diecinueve con la madre de un amigo mío.
-Pero yo lo hice para que me saliera gratis un empaste.
-Y yo, por puro placer.
-Pues yo volví loco al capitán del equipo de fútbol cuando estaba en el instituto -insistió ella.
-¿Y ganaron los partidos? -bromeó él. Ella alzó la vista al cielo, desesperada.
-Vamos, eso no es nada, Paula. Yo mantuve una relación con cuatro animadoras al mismo tiempo y acabaron pegándose entre ellas por mi culpa.
-Y yo empecé a salir con chicos antes de llegar a la pubertad.
-Creo que ya hemos hablado de esto antes -dijo él, entre risas-. Te recuerdo que yo no necesitaba salir con ellas, porque me las llevaba a casa.
Una mujer de mediana edad, que estaba junto a ellos, se acercó y comentó:
-En mi opinión, están hechos el uno para el otro.
-Estoy de acuerdo -dijo Pedro, sonriendo. Paula no parecía tan convencida.
-Bueno, es posible que nuestras vidas sexuales sean parecidas. Pero yo me niego a pagar las multas de tráfico, en la biblioteca tienen un cartel con mi cara porque siempre devuelvo los libros tarde, y en las cajas rápidas de los supermercados siempre llevo más de diez objetos.
-Odio a la gente que hace eso -dijo la mujer de mediana edad.
-Te amo -dijo Pedro.
-No me amas.
-Te amo.
Paula  bajó la mirada, y cuando lo miró de nuevo, sus ojos verdes brillaban de un modo extraño.
-Acepté dinero de Facundo para ir a Atlanta y pude haber hecho daño a un hombre que no me había hecho nada malo...
Pedro se levantó, camina hacia la parte trasera de la barra y se detuvo junto a ella.
-Pero no te quedaste con el dinero, ¿verdad?
-No, se lo envíe a mi madre adoptiva. ¿Cómo lo sabías?
Pedro le apartó un mechón de cabello de la cara.
-Porque te conozco, Paula Chaves. Eres sincera y honrada. Y demasiado buena para mí.
-Tú también eres demasiado bueno para mí. No te merezco.
Pedro  la besó entonces y ella se dejó llevar, pero se apartó enseguida.
-Seguimos siendo muy distintos -insistió Paula-. Míranos. Yo camino con una camiseta estampada y tú llevas una camisa que probablemente cuesta más que mi sofá.
-Si quieres, me quito la camisa.
-Oh, sí, vamos...
-¿Crees que no lo haría?
Pedro se desabrochó la camisa, se la quitó y la dejó caer al suelo. Paula lo devoró con la mirada, sin poder evitarlo.
-¿Has pensado que no lo iba a hacer? - preguntó él.
-Sabía que lo harías, Pedro.De lo contrario  ¿por qué lo habría dicho?
Él la tomó entre sus brazos y la sentó en la barra. Después, se acercó a ella y dijo, ajeno a los murmullos de la gente que contemplaba la escena:
-Dime que me amas.
Paula se limitó a mirarlo. Él se apretó aún más contra ella, de manera que podía sentir perfectamente la humedad de sus vaqueros contra el estómago.
Metió las manos por debajo de su camiseta y la besó.
-No dejaré de tocarte hasta que me lo digas.
-No te lo diré si no dejas de tocarme.
-Pues yo te diré lo que tú quieras-dijo una clienta.
La pareja comenzó a reír y Paula se apiadó finalmente. Sus ojos de color esmeralda brillaron con alegría cuando cerró pasó los brazos por encima de los hombros de su amante y dijo:
-Te amo, Pedro. Y ahora, llévame a casa.
-¿A Atlanta?
Ella negó con la cabeza.
-No, hoy no. Iremos mañana. Pero cuando mi tío vuelva al bar, llévame a mi apartamento antes de que te quite los pantalones y nos detengan por escándalo público.
Aquella noche, después de hacer el amor durante tres maravillosas horas, Paula le pidió a Pedro que le contara todo lo que había pasado en Atlanta.
-Me dio la impresión de que Max se encontraba bien cuando hablé con él -dijo ella-. ¿Podrá librarse de Facundo?
-Sí, tiene suficiente información como para echarlo de la empresa. Pero sigue sin saber por qué se reunió con aquel tipo en Baltimore.
-Si me hubieran robado algo de valor, habría sospechado de él...
-Espera un momento... ¿No me has contado que tu madre adoptiva te envió un paquete al bar la semana pasada y que notaste que un tipo raro estaba dando vueltas por la zona?
-Sí, pero son papeles de mi adopción. No creo que...
Paula  bajó la mirada y sintió curiosidad, así que tomó la caja que había dejado junto a la puerta y la puso sobre la mesa. Después, la abrió y leyó la nota de Malena.

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