miércoles, 20 de mayo de 2015

Entre Dos Hombres Parte 2: Capítulo 28

Paula  siguió tumbada durante cinco minutos más, pensando en lo que acababa de decir. Estaba loco por ella.
Segundos después, se levantó y se duchó. Estuvo un buen rato bajo el agua, intentando relajarse un poco tras la noche de amor, pero no podía dejar de pensar en lo sucedido y no quería volver a excitarse otra vez, así que decidió que sería mejor que concentrara sus pensamientos en otra cosa. Por ejemplo, en el día anterior.
Max y ella habían pasado horas contemplando fotografías e intercambiando historias. Max te contó muchas cosas de su familia; Paula  no era precisamente una mujer acostumbrada a llorar, pero en un par de ocasiones no pudo evitar derramar algunas lágrimas. Sobre todo, cuando al contemplar los verdes ojos de Paulina Chaves, supo que había hecho lo correcto al decidir hacerse la prueba de ADN.
En algún momento, mientras examinaba las fotografías, o tal vez mientras bromeaba con Pedro la tarde anterior, o acaso cuando unos minutos antes le había dicho que estaba loco por ella, Paula  había tomado una decisión.
Se quedaría en Atlanta. Por ella misma, por Max.
Y por Pedro.
Después de secarse, se cepilló el pelo y se vistió. Poco después, alguien llamó a la puerta y supuso que sería Max, pero era Pieres.
-Pensaba que serías Max...
-Acabo de cruzarme con él. Se ha ido a jugar al golf.
Paula se sintió decepcionada porque no podría hablar con el anciano.
-No te veíamos desde hace varios días....
-Y por lo que sé tú has estado muy ocupada -dijo con una sonrisa.
-¿Qué quieres decir con eso?
-Bueno, he notado que alguien salía de tu dormitorio hace un rato.
Paula supo entonces que había visto a Pedro.
-Creo recordar que acordamos ser discretos,..
-No te preocupes por eso, Paula. Con su reputación y tu figura, no me extraña nada - dijo Facundo-. Pero, ¿es verdad que te vas a hacer la prueba del ADN?
-Sí. ¿Te parece bien?
-No es necesario, aunque ya tengo a alguien que se encargará de eso.
-¿No es necesario? ¿Por qué?
-Porque tengo en mi poder varios análisis de sangre, tuyos y de Max, y ya conozco la verdad. En realidad lo he sabido todo el tiempo.
-¿Cómo?
Paula lo miró, tensa, esperando una respuesta.
-No eres la nieta de Max Longotti.
Mientras Pedro se duchaba, se preguntó si Max ya se habría pasado por el dormitorio de Paula para despedirse de ella antes de salir a jugar. No había oído la puerta, pero sospechaba que el anciano no se marcharía sin hablar con su posible nieta.
Sin embargo, tenía tantas ganas de verla otra vez que decidió visitarla de nuevo. Pero no sabía si Max estaría con ella, así que abrió las puertas de su balcón, salió al exterior y pasó al balcón del dormitorio de su amante. Las cortinas estaban echadas y enseguida oyó voces en el interior de la habitación. Supuso que Paula se encontraba con Max y decidió regresar más tarde; sin embargo, no lo hizo: la voz del hombre no era la de Max, sino la de Facundo.
-Maldito canalla... -decía Paula en aquel momento.
-No puedes decirme que no quieres el dinero.
-No quiero tu dinero.
-Pues hace una semana sí lo quisiste. Te diste mucha prisa en quedarte con ese cheque y venir a Atlanta, aunque no creías que lo que te había contado pudiera ser cierto.
-No lo creía porque mi instinto me decía que me estabas engañando. Pero tampoco puedo creer que supieras todo el tiempo que yo no era la nieta de Max...
Pedro se sintió profundamente decepcionado al oír la conversación. Paula había aceptado dinero para viajar a Atlanta y se sintió traicionado.
-Márchate de aquí, Facundo. Haré las maletas y me marcharé de la casa. No permitiré que alguien como tú me utilice para poner sus garras en los negocios de Max.
Facundo no pareció muy preocupado.
-Pues asegúrate de despedirte antes de que te marches.
-Por supuesto que lo haré. Y le contaré todo sobre ti. ¿Qué crees que pensará cuando le diga que has intentado comprarme para convencerlo de que no venda la empresa a Pedro?
Pedro  se hizo la misma pregunta. No entendía qué podía ganar Facundo con toda aquel asunto. Si no era la nieta de Max, lo habrían descubierto con el examen de ADN.
-Esa es una posibilidad, pero también podrías pensar en el dinero que podrías ganar. He contratado a un profesional para que manipule el examen de ADN y afirme que eres la nieta de Max -dijo Facundo-. Piénsalo bien. Lo harías inmensamente feliz. Luego, podrías convencerlo para que se jubilara, la empresa quedaría en manos de la familia y yo me encargaría de dirigirla.
-¿Tengo alguna otra opción? -preguntó ella con tono de inseguridad.
Facundo la miró y pensó que estaba ganando la partida. Pero Pedro la conocía mejor y sabía que lo estaba engañando.
-Mucha gente sabe que el estado de salud de Max no es bueno, incluidos los miembros de la dirección de la empresa. Además, te ha tomado mucho cariño, y si descubriera que no eres su pequeña Paulina... Bueno, es posible que su corazón no pudiera soportarlo.
Pedro apretó los puños con fuerza. Deseaba darle una buena lección a aquel canalla de Facundo.
-Eres un hombre cruel -dijo Paula-. Me han pasado cosas terribles en la vida, pero no sabía que la gente pudiera ser tan malvada.
Facundo hizo caso omiso del comentario.
-No me costaría convencer a la dirección de la empresa de que Max no se encuentra en condiciones de dirigirla. Así que, como ves, me saldré con la mía de todas formas. Solo hay una diferencia: puedes encargarte de que sus últimos años sean felices o puedes decirle la verdad y hundirlo para siempre. En cualquiera de los dos casos, la empresa será mía.
-No pienso mentir a un hombre que ha sido tan bueno conmigo.
-Como quieras, dile la verdad si lo prefieres. Será más rápido así.
-No te saldrás con la tuya. Le contaré a la dirección lo que has hecho. Facundo rió.
-¿Y quién te creerá? Todavía tengo la copia del cheque que te di. Fue tu paga. Aceptaste dinero y te prestaste a esta charada. Pobre Max...
Pedro  ya había oído bastante. Entró en el dormitorio como una exhalación y tomó a Facundo por el cuello de la chaqueta.
-¡Alfonso!
-La creerán, Facundo, y lo harán porque yo he oído todas y cada una de tus palabras, maldito cerdo.
En ese momento, se abrió la puerta y apareció Max.
-Yo también lo he oído -dijo.
-Max, ¿cuánto tiempo llevas ahí? -preguntó Paula.

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