lunes, 11 de mayo de 2015

Entre Dos Hombres: Capítulo 27

—Quiero decir que me he enamorado de tí tal y como eres. No quiero que renuncies a tu sueño solo porque pienses que tienes que hacer realidad el mío. Quiero que estemos juntos, construyendo nuevos sueños —sonrió de oreja a oreja—. Solo prométeme que, cuando empieces a ser demasiado imprudente, tendré permiso para ser la voz de la razón.
Pedro  buscó sus labios, cerrando con aquel beso su promesa y diciéndole, sin pronunciar una sola palabra, lo mucho que la adoraba.
—Y ahora —dijo Pedro cuando por fin se separaron—¿te he oído decir la palabra «esposa»?
—Es posible.
—¿Podríamos casarnos en la playa?
—¿Estás proponiéndome matrimonio?
—Pensaba que me lo habías propuesto tú.  Paula puso los brazos en jarras.
—Bueno, ya sabes, ¡se supone que es más normal que la propuesta la haga el chico! Pedro volvió a abrazarla.
—No se me da muy bien pedir lo que quiero, Paula—susurró contra sus labios. Justo antes de besarla añadió—, a veces me cuesta —y volvió a besarla. Profundamente en aquella ocasión. Saboreándola, disfrutando de ella sabiendo que iba a ser la mujer de su vida.
—Y sí —susurró ella—, definitivamente, nos casaremos en la playa.
Antes de que Pedro  pudiera contestar, ambos oyeron que se acercaba un coche. Pedro le pasó el brazo por los hombros y se volvió hacia la carretera. Vio entonces un viejo Vokswagen aparcando al lado del coche de Paula. Tras él llegaba el Jaguar de Federico.
—¿Alguien se ha olvidado de invitarme a la reunión?
Alejandra y Sol los saludaron mientras bajaban del coche. Pedro miró a Paula y la vio reír y sacudir la cabeza.
—¿Quieres explicarme esto?
—Bueno, hace un rato, cuando estaba intentando localizarte, he llamado a las galerías para hablar con Federico. Le he dicho que se quedara con su aburridísimo trabajo porque tú estabas demasiado ocupado siendo empresario como para volver a esas galerías tan viejas y acartonadas.
—Estoy seguro de que le ha encantado.
—Creo que le ha hecho gracia, por lo menos hasta que le he dicho que estaba deseando conocer a la mujer que lo hiciera comer en la palma de su mano.
—Yo le he dicho algo parecido. Paula  se echó a reír.
—Él también me ha confirmado lo que tu abuela me dijo de este trabajo, Pedro. Siento que las cosas no vayan bien. Y si tu abuela está en lo cierto y yo soy la culpable, lo siento todavía más. Quiero ayudarte. Así que no solo he venido aquí para ofrecerte matrimonio. También he venido para ayudarte a trabajar.
Fue entonces cuando Pedro se fijó en que iba vestida con unos pantalones cortos de color caqui, una camiseta y botas de trabajo.
—¿A trabajar?
—Estamos todos preparados. ¿Dónde dejo el té y las galletas de arroz para la merienda? —preguntó Alejandra, acercándose con Sol a grandes zancadas. Por su atuendo, también ellas parecían estar dispuestas a trabajar.
Sol elevó los ojos al cielo.
—Ha insistido en traer toneladas de agua y abanicos. Como si fueran las doce de la mañana.
Antes de tener oportunidad de contestar, Pedro advirtió que Paula se quedaba boquiabierta. Siguiendo el curso de su mirada, vio que Federico se acercaba. Él mismo abrió los ojos como platos cuando vio la ropa que llevaba su hermano.
—¿Mi hermano con pantalones cortos y zapatillas de deportes?
—Tiene piernas para ello —comentó Alejandra con un suspiro de admiración.
—Desde luego —añadió Sol.
Alejandra y Sol continuaron mirando a Pedro y a su hermano. Pedro  se echó a reír cuando vio que Paula  elevaba los ojos al cielo.
Federico los miró a los dos.
—Gracias, señoras. Esta línea de ropa la tenemos en venta en Alfonso's. Lo cual es una verdadera suerte, puesto que no estaba dispuesto a arruinar un traje para ayudarte a plantar unos cuantos arbustos.
Pedro miró a su hermano a los ojos, ignorando su sarcasmo. Le envió un silencioso mensaje de gracias, sabiendo que él comprendería que se las daba de corazón.
—De nada —se limitó a decir Federico  y miró a las demás—. ¡Y ahora, a trabajar!
—De acuerdo, cuñado —replicó Paula.
Federico  arqueó una ceja. Cuando Pedro  asintió, confirmándole su compromiso, sonrió de oreja a oreja.
—¡Por fin! Ahora la abuela estará pendiente de ustedes. Estoy seguro de que empezará a pedir bisnietos en cuanto se entere. Y quizá así nos deje a mí y a mi vida sexual en paz.
La madre de Paula no pareció enterarse de la noticia, posiblemente porque todavía estaba admirando las piernas de Federico. Pero los ojos de Sol  brillaron de placer. Se inclinó y le dio un beso a su hermana. Al ver la sorpresa en el rostro de su prometida, Pedro asumió que era algo que no ocurría con frecuencia.
—De acuerdo, vamos —dijo Paula,feliz. Tomó una pala que había apoyada en la puerta del jardín y se la tendió a Federico—. Es una pala. Vas a necesitarla.
—Ya sé lo que es una pala.
—Estupendo. Y ahora, Federico, recuerda —lo instruyó Paula—: cuando se planta un arbusto, lo que hay que hundir en la tierra es lo marrón, la raíz —esbozó una sonrisa traviesa—. Y una cosa más, este tipo de lechos son para plantar, no para acostarse en ellos.
Pedro nunca había visto a su hermano quedarse sin palabras. Definitivamente, Paula era lo que su familia necesitaba.
Pedro  miró al cielo sonriente y gritó:
—¡Amo a esta mujer!
Paula se puso de puntillas, posó la mano en su mejilla y le hizo inclinar el rostro hacia ella. Mirándolo con ternura a los ojos, lo besó en los labios:
—Y esta mujer también te quiere.



Fin.

4 comentarios:

  1. me encanto esta historia Naty .. jajaja muuuuy divertida

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  2. Qué genial esta historia, me encantó!!!!!!!!!

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  3. Me encantó! hermosos final! al final, el amor de ellos terminó uniendo a toda la familia!

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