El local se estaba vaciando. Los últimos clientes se pusieron en pie y salieron del comedor. Pau estaba recogiendo los manteles de las mesas y barriendo el suelo.
- ¿quieres que te lleve a casa?
Paula se volvió para ver quien era la persona que le hablaba. Tras mirarlo unos instantes siguió con su tarea.
- No. Todavía no he terminado mi turno. Además vienen a buscarme.- le respondió.
- Insisto, no me cuesta nada.
- ¡Le he dicho que no! - enfadada se volvió - no quiero que me lleve ni a casa ni a ningún lado. Ya tengo quien me recoja.
- Pero no sabes cual es la dirección - le dijo él entonces.
- ¡Por supuesto que la sé! El abogado se encargó de darme la dirección y las llaves ¿o es que me cree tan tonta como para ir a vivir a una casa sin saber donde esta?
- Yo no he dicho eso - se defendió Pedro.
- ¡Pero seguro que lo ha pensado! Ahora quítese que tengo que seguir barriendo - dijo empujándole los pies con la escoba para que se alejase.
Pedro salió del restaurante y fue al aparcamiento. Sus amigos hacía rato que se habían ido. Subió al coche, arrancó y salió del aparcamiento dirección a su casa.
Por mas que trataba de tener la mente en blanco no lo conseguía. Algo rondada su cabeza desde días atrás. Cada segundo, cada minuto y cada hora… más bien era alguien… Paula. Desde que la vió entrar por esa puerta no dejaba de pensar en ella. En su pelo Negro y brillante que le caía por los hombros, en su cara redonda y de tez blanca de la que destacaban sus mejillas rosadas. Pero sobre todo en sus grandes y expresivos ojos marrones.
- Vas a hablar ¿o tengo que empezar a hablar solo? - preguntó apartando la mirada de la carretera y mirando a Paula.
- Lo siento, es que… no ha sido un día fácil. Estoy algo cansada. - se excusó sin apartar la mirada de la ventanilla.
- ¿Seguro que es eso? ¿Qué estás cansada?
- Si… - dio un largo suspiro - detente, esa es la casa. - dijo señalando una mansión que se veía tras un gran muro de piedra.
Carlos detuvo el coche delante de la verja que conducía a la casa y ambos bajaron del coche. Él abrió el maletero y sacó la maleta depositándola en el suelo. Paula no decía nada, solo miraba al suelo. Carlos estaba muy preocupado, no sabía que hacer o que decir para consolar a su amiga. Lo único que se le ocurrió fue rodearla con sus brazos y darle un fuerte abrazo. Paula agradecía todo el apoyo y cariño que su amigo le estaba brindando.
- Si te pasa algo, lo que sea, llámame y te saco de aquí, ¿ok?
Paula sonrió levemente.
- Gracias - fue todo lo que logró decir.
Carlos subió al coche y se alejó dejando a Paula sola frente aquella enorme mansión. Tiró de la maleta, pues tenía ruedas, y se acercó a la verja para tocar el timbre.
Cuando por fin le abrieron, entró dentro y caminó por un camino que conducía hasta la puerta principal. Esta estaba rodeaba de un inmenso jardín donde las flores y árboles creaban un ambiente agradable y acogedor. Pero para Paula era todo lo contrario.
Subió las escaleras que llevaban al pórtico, el cual estaba amueblado con una mesa y varias sillas de mimbre. Tocó el timbre y escuchó nos pasos que se acercaban del otro lado de la puerta.
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