domingo, 17 de mayo de 2015

Entre Dos Hombres Parte 2: Capítulo 18

-Pedro...
Pedro  hizo caso omiso de la protesta, o más bien del ruego, de la mujer. Ni siquiera ella sabía por qué había pronunciado su nombre.
-Todavía, no te he secado del todo.
Pedro siguió el rastro del agua con la lengua, y su cálido aliento la estremeció. Paula no se movió, se quedó muy quieta, sin tocarlo, disfrutando del contacto de sus labios y de su lengua hasta, que por fin llegó a la curva de uno de sus senos. La mujer se estremeció al notar que seguía descendiendo. Y después, por fin, Pedro lamió la gota que se le había quedado en el pezón.
-Gracias -dijo él con una sonrisa.
Después, volvió al agua y se alejó nadando.
Paula  lo observó y deseó ordenarle que regresara y que terminara lo que había empezado. Pero él nadó hasta encontrarse a cierta distancia y luego se detuvo como si todo aquello fuera un juego y la estuviera retando para saber hasta dónde era capaz de llegar.
Paula siempre había sido muy atrevida, de modo que alzó una mano, trazó el recorrido que Pedro acababa de realizar sobre su piel y la llevó hasta el pezón que había lamido. Después, lo pinzó suavemente, desafiante.
Durante un instante, creyó haber oído que Pedro gemía. Pero pensó que tal vez había sido el viento.
Se metió en el agua, se quitó la parte inferior del bikini y se quedó completamente desnuda.
-Tienes razón, la sensación es maravillosa-dijo ella.
Paula nadó hacia el extremo opuesto de la piscina. Nadar desnuda era ciertamente una experiencia muy placentera. Nunca se había sentido tan libre nadando. Buceó un poco, y cuando salió de nuevo a la superficie, descubrió que estaba en una zona donde el agua solo le llegaba a los muslos. Pero no hizo ademán alguno de volver a una zona más profunda.
Quería que la mirara. Quería que la deseara tanto como ella a él.
Pedro se detuvo a pocos metros de ella. El agua le llegaba a la cintura.
-Paula surgiendo de entre las aguas -bromeó, mientras contemplaba su cuerpo desnudo-. Estás verdaderamente preciosa. Y tan deseable como una diosa.
Se aproximó y ella no se alejó. Pero cuando el agua comenzó a cubrir menos, notó que no iba desnudo. Llevaba puesto un bañador.
-Me has engañado. Llevas bañador. Él se encogió de hombros.
-Yo no he dicho que no lo llevara.
-¿Y por qué me has retado a desnudarme?
-Yo no te he retado, Paula. No recuerdo haber dicho nada -dijo con una sonrisa-. Eres perfectamente capaz de hacer lo que deseas hacer y cuando quieres hacerlo.
Pedro se detuvo a escasos centímetros de la mujer y ella pensó que tenía razón. En aquel momento, deseó quitarle el bañador y comprobar si estaba tan excitado como lo había visto en el cuarto de baño. Y después, quería cerrar las piernas alrededor de su cintura y fundirse con él mientras hacían el amor en el agua.
-¿Me culpas por conocerte tan bien como para saber que no podrías resistirte a la tentación de nadar desnuda bajo la luz de la luna? -preguntó él.
Ella negó con la cabeza.
-No, pero no has intentado detenerme aunque sabías lo que iba a hacer.
-¿Piensas que soy tonto? Paula llevó una mano al bañador del hombre.
-Desde luego que no. Y como yo tampoco soy tonta, ha llegado el momento de que los dos juguemos al mismo juego.
Pedro solo tenía intención de tomarle el pelo un poco. No pretendía engañarla para que se desnudara delante de él, por mucho que lo deseara, pero no había podido resistirse a la tentación de acercarse a ella y lamerla. Cómo tampoco pudo contener un gemido cuando sintió que Paula comenzaba a acariciar su sexo.
-Vaya -dijo ella-. Parece que estas cosas te afectan más de lo que estás dispuesto a admitir.
Pedro ni siquiera intentó mentir sobre algo tan evidente.
-Es verdad -dijo él mientras se acercaba para acariciar su cabello-. Te he deseado desde que te vi en aquella terraza.
Paula  llevó la mano otra vez a la parte superior del bañador, con intención de quitárselo, y él se inclinó un poco para facilitarle la tarea.
-¿Esa es tu respuesta? -preguntó ella. La mujer supo que el movimiento de Pedro significaba que quería que lo desnudara.
-Sí.
No lo dudó ni un momento. Paula le bajó el bañador y él acompañó el gesto empujándolo hacia abajo hasta quitárselo por completo. Después, gimió al sentir que ella le ponía las manos en el trasero y lo atraía hacia ella. El duro sexo de Pedro se apretó contra el vientre desnudo de su amante y ambos se estremecieron.
-Entonces, ¿crees que podremos liberarnos de esto si hacemos una vez lo que hemos estado deseando desde el principio? -preguntó ella mientras se aferraba a su cuello.
Pedro rió, sinceramente divertido.
-Por supuesto que no, Paula -dijo, abrazándola con fuerza-. Lo haremos una vez y luego otra y luego otra y otra más.
El hombre se inclinó sobre ella para besarla en los labios.

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