La mujer lo tomó de la mano y se alejaron del matrimonio. Después, pasaron el resto de la tarde juntos, hasta el anochecer. Pedro no recordaba haber sido tan feliz en toda su vida.
No solamente disfrutó de su compañía, sino también la presencia de Agustín y de Camila. Resultaba evidente que Paula les había gustado y que la emoción era recíproca. El único momento difícil llegó cuando se dirigieron de vuelta al coche y Camila dijo:
-Lamento que tengamos que marcharnos ahora mismo, porque me gustaría pasar más tiempo contigo, Paula. Tal vez la próxima vez...
-Sí. Podrías venir a Baltimore...
-¿A Baltimore? -preguntó Agustín, sorprendido-. ¿No te vas a quedar en Atlanta?
Pedro se puso en tensión, esperando la respuesta.
-No, por supuesto que no. Esto solo son unas vacaciones.
-Pero pensé que te quedarías con tu abuelo-dijo la mujer-. A él le encantaría, estoy segura.
-Bueno, no sé lo que te ha contado Pedro...
-No mucho -dijo el propio Pedro.
-En realidad no estoy segura de que Max mi abuelo. Supongo que ya sabes lo que le sucedió a su hijo...
Camila no lo sabía, así que Agustín y Pedro se lo contaron. Cuando terminaron, Camila dijo:
-De modo que Facundo cree haber descubierto algo que demuestra que eres su nieta...
-Sí, pero cuando llegué el lunes, no lo creía -explicó Paula.
-¿Por qué?
-Porque no creerlo resultaba más sencillo. Ten en cuenta que he vivido mucho tiempo sin poner mi pasado, en una especie de fantasía.
-¿Una fantasía?
-Mi madre me hablaba mucho de mi padre ido era pequeña, y llegué a soñar que un llamaría a la puerta y se quedaría conmigo siempre -respondió-. Cuando Facundo apareció la semana pasada con esa historia, no quise creer que mi padre había muerto.
-¿Y ahora? ¿Has cambiado de opinión?
-Max es un gran hombre. Nunca había conocido a nadie como él. Es muy generoso, y aunque puede resultar igualmente cáustico, es más vulnerable de lo que los demás creen.
-Te gusta aunque acabas de conocerlo – dijo Pedro.
Ella no lo negó.
-Es verdad. Max es maravilloso. Me gustaría haberlo conocido hace tiempo.
-Entonces, ¿por qué no consideras la posibilidad de quedarte permanentemente, Paula? -preguntó su amante.
-No sé qué hacer, Pedro, sinceramente.
Pedro se sintió muy decepcionado. Pero todavía era jueves y aún tenía tres días por delante para conseguir que cambiara de opinión.
Si lograba salirse con la suya, Paula no se iría a ninguna parte.
El viernes, Paula se mostró de acuerdo en pasar todo el día con Pedro.Este había ido pronto a la oficina porque decía que necesitaba adelantar un poco el trabajo tras el día perdido en el parque de atracciones. Aunque no había comentado nada sobre su deseo de que permaneciera en Atlanta, Paula sospechaba que se lo diría más tarde o más temprano y notaba también su incertidumbre. En realidad no sabía qué hacer. No se atrevía a pensar que Pedro se había enamorado locamente de ella y seguía creyendo que aquella relación se basaba sobre todo en el deseo. Pero la noche anterior, mientras hacían el amor una vez más, notó que había algo más que deseo por ambas partes. Los hombres que solo querían acostarse con una mujer no tenían la costumbre de presentarles a su familia; y en cuanto a las mujeres que solo querían acostarse con un hombre, no se sentían tan maravillosamente bien cuando les ponía una mano en la espalda o sonreía.
Se gustaban, era indiscutible, y le agradaba pensar que podía ser el hombre que había estado buscando. Lamentablemente, también había pensado lo mismo con Pablo el año anterior. Solo había una diferencia, importante: de Pablo, se podría haber enamorado si las circunstancias hubieran sido diferentes; de Pedro, se estaba enamorando ya.
Por primera vez se dijo que tal vez cometía un error al volver a Baltimore. A fin de cuentas, no tenía nada allí. No tenía más trabajo que el del bar, ni más casa que un apartamento alquilado. En cuanto a sus amigos, seguramente podrían vivir sin ella y visitarla de vez en cuando.
Además, cabía la posibilidad de que Max fuera realmente su abuelo, y sabía que su salud no era buena. No le quedaban muchos años por delante y no podía desaprovechar el tiempo si quería disfrutarlos a su lado. Si se marchaba ahora, dejaría atrás mucho más de lo que había imaginado cuando llegó.
Salió al jardín en busca de Max y vió que estaba sentado en una silla, contemplando el paisaje. Su mirada parecía perdida y se preguntó en qué estaría pensando. Pero conocía la respuesta de sobra: estaba pensando en su hijo. A lo largo de los últimos días, y gracias a las historias que él mismo le había contado, Paula empezado a imaginar cómo había sido.
-Buenos días, Max.
-Buenos días. ¿Preparada para salir de ¿compras?
Paula acababa de tomar una decisión. Querría saber la verdad, y se lo dijo.
-¿Estás segura? Ella asintió.
-Lo estoy. Si no te importa, me gustaría ver las fotografías de tu hijo y de tu esposa.
Max asintió a su vez y extendió una mano para alcanzar su taza de té. Paula la tocó delicadamente, y cuando el anciano levantó la mirada para verla, notó que sus ojos se habían llenado de lágrimas.
-Si te parece bien, Max, también me gustaría hacer esa prueba de ADN.
El sol iluminaba la habitación cuando Paula despertó a la mañana siguiente. Lo primero que notó fue el peso de Pedro a su lado.
-Pedro, te has quedado dormido...
Cabía la posibilidad de que a Max le gustara la idea de que estuvieran saliendo juntos, pero no estaba tan segura de que le agradara descubrir que eran amantes, así que se sintió insegura.
-¿Qué hora es? -preguntó él.
-Más de las ocho.
-Es sábado...
-Pero Max juega al golf por las mañanas y podría llamar en cualquier momento a la puerta para despedirse.
Pedro abrió los ojos y se incorporó de inmediato.
-Creo que deberíamos dejar de vernos a escondidas y contárselo todo -dijo él.
-Lo sé, pero es mejor que se lo contemos antes de que nos descubra.
-Tal vez no. Tal vez sería peor que intente escapar a hurtadillas de tu habitación y me vea. No podría ocultar esto -dijo, mirando su sexo.
-Bueno, si quieres, puedo ayudarte a ocultarlo...
-Oh, por favor, no me tientes cuando estás intentando echarme de tu cama.
-Yo no te estoy echando de mi cama.
-Es exactamente lo que has hecho. Pedro se levantó por fin y añadió:
-Eres realmente mala, pero estoy loco por tí.
Entonces, tomó su ropa y se marchó con una sonrisa en los labios.
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