domingo, 31 de mayo de 2015

Delicioso Amor: Capítulo 33

- La cena esta riquísima. ¿La has preparado tú? - preguntó Pedro.
- Me han ayudado un poquito…
Él la miró muy serio.
- Vale… ¡yo ni he tocado la sartén! - reconoció - pero conste que la receta a sido mia ¿eh?
- Jajaja, eso es lo de menos. Lo que importa es el detalle.
Ella sonrió.
- Ven - dijo poniéndose en pie y cogiéndole de una mano.
Ella obedeció y se puso de pie junto a él.
- ¿Qué pasa? - preguntó preocupada.
- Pasa que tengo que hablar contigo sobre algo muy importante.
Paula empezó a sentir miedo al oír el tono de voz serio de Pedro. Se le quedó mirando a los ojos esperando su respuesta, ¿habría hecho algo mal?
- Pasa que he esperado demasiado tiempo… y creo que ha llegado el momento de…
- ¡habla de una vez! Me estás asustando - le interrumpió.
- Créeme que el que realmente está asustado soy yo.
- ¿Es que he hecho algo mal?
- En absoluto. Nunca podrías hacer algo mal, simplemente porque eres perfecta. Me encantas desde el primer día que te ví. Llevo mucho tiempo queriendo decirte esto, pero hasta ahora no me he atrevido. Te amo Paula, te amo como nunca antes he amado a nadie.
A Paula se le encogió el corazón y unas lágrimas rodaron por sus mejillas.
- ¿Porque lloras? - preguntó confundido ante su reacción.
- ¡porque soy la mujer más feliz del mundo! ¡te amo Pedro!- y dicho eso rodeó su cuello con sus manos y lo besó apasionadamente.
Estuvieron varios minutos besándose. Demostrándose el amor que sentían hacía el otro. Parecía que el tiempo se hubiese detenido solo para ellos dos. Nada a su alrededor importaba. Solo estaban ellos dos.
Minutos después Paula se soltó de su cuello y se separó de él. Apoyo una mano sobre la mesa y con la otra mano se descalzó un pie y lanzó el zapato al aire. Luego hizo lo mismo con el otro zapato y lo volvió a lanzar al aire.
- ¿Porque te descalzas? - preguntó él atónito.
- ¡Esos condenados zapatos me estaban matando de dolor! - protestó ella.
- Entonces no tengo más remedio que hacer esto.
De repente Paula  notó como Pedro la levantaba del suelo y la cargaba en sus brazos.
- ¿Vamos dentro? - preguntó él.
- Si... está empezando a hacer frió.
Los dos entraron en la casa, Pedro subió las escaleras con Paula aún en sus brazos y se detuvo al llegar al pasillo.
- ¿Te llevo a tu habitación? - preguntó.
- ¿Crees que he preparado todo esto para terminar durmiendo sola en mi habitación? - le preguntó con una sonrisa pícara.

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