Paula abrió los ojos y miró al despertador. Eran las 3 de la madrugada. Comenzó a dar vueltas en la cama y como no lograba dormirse bajó a la cocina a tomar un vaso de leche.
La luz de la cocina aún estaba encendida. Pedro seguía allí. Estaba sentado y recostado sobre la mesa sujetando con una mano la copa. Dormía placidamente.
Paula se acercó a él y le acarició el pelo. Decidió despertarlo para que fuese a descansar, sino cuando se despertase al día siguiente se le añadiría al dolor de cabeza el de la espalda.
- Pedro… Pepe… - dijo agarrándolo de un hombro e intentando despertarlo.
- Umm… - dijo él abriendo los ojos lentamente.
- Vamos despierta, es tarde.
- ¿Qué hora es? - dijo incorporándose.
- La hora de ir a dormir, vamos te acompaño a tu cuarto.
Con gran esfuerzo Paula le ayudó a salir de la cocina y a subir las escaleras. Lo llevó a su cuarto y lo recostó sobre la cama. Se quedó mirándolo unos segundos. Él estaba medio dormido y no se enteraba de nada. Le quitó la ropa hasta dejarlo en boxers y le tapó con una manta.
A la mañana siguiente en cuanto Pedro se despertó se llevó las manos a la cabeza. Tenía un enorme dolor de cabeza y no recordaba nada de lo ocurrido la noche anterior.
- ¡Auchhh mi cabeza! Me va a estallar - se quejó.
- ¡Te aguantas! Eso te pasa por beber tanto - dijo Paula entrando en su cuarto con una taza de té entre las manos.
Pedro se incorporó y se sentó en la cama.
- Toma - le ofreció la taza - con esto se te calmará el dolor de cabeza.
Él cogió la taza y dio un sorbo a la bebida.
- ¡Buaggh! - protestó escupiendo el líquido.
- Jajaja, más vale que te lo tomes… sino no podrás levantarte de la cama.
- ¿Tú me quieres envenenar o que?
- Créeme que si quisiese envenenarte ya lo habría hecho.
- ¿Osea que ganas no te faltan?
- Bébetelo de una vez, te aseguro que frío saber peor.
Pedro bebió un par de tragos más sin rechistar. A pesar de que la bebida estaba caliente él sintió un escalofrío, entonces se miró y se dio cuenta de que solo llevaba los boxers.
- ¡Ey! ¿y mi ropa?
- Ahí - dijo señalando el pie de la cama.
- ¿Y…? ¿Qué hace ahí?
Paula lo miró incrédula.
- ¿No te acuerdas?
- Mmmm… no - dijo avergonzado.
Paula se rió.
- ¿Qué te hace tanta gracia? - gruño enfadado.
Paula le quitó la taza, se puso en pie y se encaminó hacia la puerta.
- Por cierto… bonitos corazoncitos… - dijo antes de salir de la habitación.
- ¿Corazoncitos?
Entonces levantó la manta con los brazos y vió que llevaba puestos unos boxers negros con el dibujo de unos corazones.
- ¿Cómo está? - preguntó Adela nada más ver a Paula.
- Bien… se recuperará pronto
- Si no es indiscreción… ¿le puedo preguntar lo que pasó anoche?
- Nada y todo.
- Hija… con eso me lo aclaras todo.
Las dos se echaron a reír y Paula le contó lo ocurrido la noche anterior.
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