- Porque me caes bien y perdón pero tú ropa no me gusta nada, necesitabas una renovación de vestuario.
- ¿Porque siempre te metes con mi ropa? - preguntó molesta.
- Porque siendo tan linda como eres deberías aprovecharlo más.
- ¡No quiero ser una muñequita de plástico obsesionada con la moda! ¡asi que búscate a otra para tus experimentos! - gritó enfurecida y salió de la tienda.
Marcela no podía dar crédito a lo que acababa de escuchar. En ningún momento había pretendido cambiar de imagen a Paula, solo quería ayudarla a verse más guapa. No era su intención ofenderla y hacerla sentir mal.
- ¿Es eso lo que te parezco? - dijo siguiendo a Paula- ¿una muñequita de plástico?
Paula se detuvo y se volvió para mirarla.
- Mi intención era pasar un rato contigo comprando ropa, perdón si te he ofendido en algo. Solo intentaba se tu amiga.
- No me gusta que decidan por mi. Deberías habermelo dicho desde el principio. Yo no soy como tú y nunca lo seré, precisamente porque se de donde vengo y estoy orgullosa de ello.
- Yo nunca he dicho que seas como yo, ni siquiera lo he pensado. Tú eres como eres y eso lo respeto. Aclarado todo vamos a seguir con lo nuestro - se dió la vuelta y volvió a entrar en la tienda.
Horas más tarde las dos llegaron al coche cargadas de bolsas. Las guardaron en el maletero y se metieron al coche.
- ¿Tú siempre te sales con la tuya verdad? - le preguntó Paula.
- Mmm... - se quedó un segundos pensando - ¡si!
- ¿Con los hombres también?
- Jajaja, buena pregunta. No siempre... pero casi siempre
- ¡Vaya! Pues vas a tener que enseñarme tu táctica... porque yo nunca los entiendo.
- No es cuestión de entenderlos, es cuestión de saber lo que piensan y hacerlo.
- ¡Peor me lo pones!
- Es muy sencillo. Un hombre nunca te va a decir lo que siente hasta no estar completamente seguro, y aún asi es difícil que lo haga.
- ¿Difícil? ¡misión imposible!
- Tú solo dale un empujoncito a Pepe y verás como cae redondito a tus pies.
A Paula se le iluminó la cara y se le dibujó una sonrisa.
- Creo que ya se por donde vas...
Marcela llevó a Paula a su casa, se despidieron y ella se fue para la suya.
Como no le gustaba conducir sola, puso un poco de música, así el trayecto sería más ameno y corto. Pero de repente el coche empezó a hacer ruidos muy raros. Ella no entendía mucho de coches, pero decidió hacerse a un lado de la carretera y mirar si la avería tenía solución.
Paró el coche, apagó el motor y se bajó de el. Cuando abrió el capo empezó a salir humo. Intentó guardar la calma y buscar una solución. Siempre le quedaría llamar a una grúa.
Estaba a punto de llamar a alguien para que la fuese a buscar cuando un coche aparcó detrás del suyo y salió un chico de dentro.
- ¿Te puedo ayudar? - dijo acercándose a ella.
Marcela se quedó mirando los ojos verdes de la persona que tenía delante.
- Decía que si necesitas ayuda.
- Ah… si, si claro - respondió sin dejar de mirarlo a los ojos - a empezado a hacer ruidos raros y cuando he parado el coche a empezado a salir humo.
- Vas a tener que llamar a una grúa. Creo que tu coche tiene una avería grave - dijo echando un vistazo al motor.
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