-Dice que casi todos los documentos se perdieron durante mi adolescencia, cuando robaron en la casa. Pero eso ya lo sabes. Sin embargo, los de la agencia de adopción enviaron estos papeles cuando cumplí los dieciocho. Para entonces yo ya vivía en Baltimore y Malena se olvidó de dármelos.
Pedro empezó a buscar entre los papeles, y encontró un pequeño libro de pastas de cuero.
-Parece un diario...
-Es de mi madre. No sé cómo habrá acabado ahí. Supongo que el Estado se quedó con mis cosas hasta que alcanzara, la mayoría de edad, puesto que no tenía a nadie.
-Tal vez deberías leerlo más tarde.
Paula tomó el diario aunque pensó que se arrepentiría de leerlo. Después, extrajo un sobre de apariencia legal. Cuando quiso abrirlo, su contenido cayó al suelo.
Pedro se inclinó para recoger lo que se había caído. Mientras tanto, ella echó un vistazo al diario.
-Oh, Dios mío...
-¿Qué ocurre, Pedro?
-Paula, cariño...
-¿Qué pasa?
-Solo quería recogerlo para volver a meterlo en el sobre.
-¿Pero qué es?
Pedro le dio el documento. Pero antes de poder mirarlo, ella se estremeció. Había visto una fotografía en el diario de su madre y había tardado varios segundos en reaccionar. Además de Alejandra, en la imagen aparecía, un hombre sonriente, un hombre que reconoció enseguida.
Era el hijo de Max Longotti.
Sabía que era él. Había visto las fotografías en la casa de Max y tenía los mismos ojos, el mismo cabello oscuro, el mismo hoyuelo en la mejilla izquierda.
Sus ojos se llenaron de lágrimas.
William la abrazó.
-Tranquila, no pasa nada...
-Es el hijo de Max. Está en la fotografía con mi madre...
-Lo sé. El documento que acabo de recoger del suelo dice claramente que te cambiaron el nombre cuando tenías dos años y te pusieron Paula. Pero antes, te llamabas Paulina.
Paula cerró los ojos y por fin comprendió la verdad. Su madre le había cambiado el nombre cuando se rindió y asumió que su amante ya no volvería a buscarla.
-Pero Facundo...
-Voy a matar a ese canalla -dijo él.
-Seguro que lo sabía.
-Seguro que lo sabía desde hace años. Supongo que lo guardó en secreto para que nadie lo descubriera, hasta que empezó a preocuparse por la posibilidad de que Max vendiera la empresa -declaró Pedro-. Leo estuvo en Baltimore la semana pasada. Es posible que tuviera miedo y que intentara evitar que recibieras el paquete.
-Solo quería manipularme. Nunca quiso que se supiera la verdad...
Pedro se inclinó sobre ella y le secó las lágrimas.
-¿Te encuentras bien? Ella asintió.
-Algo mareada y triste.
Pedro entendió perfectamente su situación. Pero ambos lo sintieron, sobre todo, por Max Longotti. Los años habían hecho más fuerte a Paula y la habían ayudado a convertirse en la mujer que era. En cambio, Max había estado terriblemente solo.
-¿Me llevarás a casa mañana, Pedro? Él asintió.
-Haría cualquier cosa por ti, Paula, cualquier cosa.
Paula lo miró y supo que decía la verdad. Aquel hombre la amaba con todo su corazón. Y ella lo amaba a él.
La mujer sonrió y lo besó, sin poder creer todavía que en apenas unos minutos hubiera recuperado a Pedro a su abuelo y a su difunto padre.
Aún abrazada al hombre que amaba, descolgó el teléfono y llamó a Max.
-¿Max? Soy Paula -dijo.
Después, respiró profundamente y añadió, entre lágrimas:
-Y por cierto, en realidad me llamo Paulina.
FIN.
Me encantooo !! Lindo final !!!!
ResponderEliminarMe encantooo !! Lindo final !!!!
ResponderEliminarQUE LINDOOO.... Mori de amor con esta historia Naty
ResponderEliminarAy! muy lindo final! pero me quede con ganas de más de esta historia!
ResponderEliminarAyyyyyyyyyyy, qué hermoso final, me encantó esta historia Naty!!!!!!!!
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