Cuando llegó al trabajo aquella mañana, le estaban esperando tantos problemas, que olvidó llamar por teléfono a Paula. Pensó hacerlo mientras se dirigía a una comida de negocios, pero se encontraba con la representante de ventas de uno de los proveedores y decidió esperar un poco. Acababan de sentarse en un restaurante cuando sonó el teléfono, se disculpó y se levantó para contestar la llamada.
-¿Dígame?
-Tienes un paquete enorme -dijo Paula.
Pedro comenzó a reír.
-Oh, muchas gracias por el cumplido...
-Me refería a que te han enviado un paquete por correo.
-Ya lo sé. Pero seguro que lo has dicho de ese modo a propósito.
-Es cierto. Pero tú has pensado mal de inmediato.
-Somos iguales, ya lo sabes.
-¿Estás insinuando que tengo una mente sucia?
-Yo nunca diría eso...
-Bueno, ahora que ha salido ese tema de conversación...
-¿Sí?
-Guau... -dijo ella en un susurro.
-¿Guau? ¿Eso es bueno, o malo?
-Es maravilloso -respondió ella con voz seductora.
-Pues entonces, me gusta -dijo él-. En fin, ahora tengo que dejarte porque estoy comiendo con unos clientes. En cuanto al paquete... no lo abras.
-Es de tu cadena de grandes almacenes.
-Lo sé.
-Dice que es del departamento de ropa de mujer.
-Lo sé -dijo riendo.
-¿Y cómo sabré si puedo ponérmelo si no me dejas abrir el paquete? -protestó ella.
-Te lo pondrás -dijo él, divertido. Paula protestó.
-Pues para tu información te diré que si solo es un aburrido vestido negro de cóctel, no me lo pondré.
En aquel preciso instante, la representante de ventas se acercó a Pedro para preguntarle por el servicio de señoras. Él le indicó el lugar y Paula, lógicamente, oyó la voz de la mujer.
-¿Dónde estás? -preguntó Paula, esta vez sin ningún humor.
-En una comida de negocios con una representante.
-Una representante. Comprendo. ¿Es vieja y fea?
-No -dijo, encantado con su ataque de celos-. Debe de tener unos treinta años y es muy guapa.
-Oh, gracias por la información...
-Tú lo has preguntado.
-Y no debería haberlo hecho. No es asunto mío. Solo quería saber si el hechizo de anoche ya se ha desvanecido y si ya has vuelto a las andadas.
Pedro no supo si sentirse adulado u ofendido. Pero sabía que herir a Paula resultaba muy fácil, de modo que decidió dejarse de juegos.
-Paula, está casada, tiene hijos y es una mujer encantadora. Solo es una comida de negocios.
-De acuerdo -murmuró, aunque no parecía muy convencida.
-Pero ya sabes que no soy un santo.
-Lo sé.
-Si lo fuera, no te gustaría -dijo-. Pero te aseguro que no estoy interesado en nadie que no seas tú.
Paula seguía sin creerle.
-Da igual, no es asunto mío. Solo nos hemos acostado. No somos amantes ni nada por el estilo.
-Te equivocas, somos amantes. Lo hemos sido desde el momento en que toqué tu tobillo en aquella terraza.
Paula tardó un momento en hablar. Obviamente estaba intentando asumir lo que Pedro acababa de decir: la verdad.
-De acuerdo. No abriré el paquete. Sin embargo, Pedro supo que lo haría.
Paula estuvo dudando durante al menos veinte minutos después de hablar con Pedro. Pero al final, abrió el maldito paquete. Después de conocer a la familia, la idea de que pudiera ser la nieta de Max no le desagradaba en absoluto; pero eso no quería decir que creyera la historia. Seguía dudando. Por una parte, no quería descubrir que su padre había muerto; pero por otra parte, le habría encantado ser la nieta de aquel hombre.
De todas formas, no tenía demasiado margen de maniobra. Además, no podía aferrarse al fantasma de un padre cuando era posible que tuviera un abuelo verdadero, vivo y absolutamente maravilloso.
-Gracias por su ofrecimiento, señora Harris.
-De nada. ¿Quiere que le arregle el pelo? Solía peinar a la señora Paulina y todavía conozco unos cuantos trucos.
Paula no pudo recordar cuándo la habían peinado por última vez. Además de ir a la peluquería de vez en cuando, para teñirse o para que le cortaran el pelo, hacía muchos años que no se sentaba tranquilamente y dejaba que otra persona la peinara.
-Se lo agradecería muchísimo. A decir verdad soy una completa inútil con esas cosas...
La amplia sonrisa de la mujer convenció a Paula de que no se había ofrecido por simple educación. Le apetecía hacerlo de verdad.
La señora Harris la miró durante unos segundos y dijo:
-Sí, estaría bien alto por detrás y con algunos mechones cayendo alrededor de su cara. Irá perfecto con el cuello de ese vestido.
-Pero tendrá que echarme una tonelada de espuma. La humedad del sur está haciendo estragos con mi pelo y seguro que se quedará uso enseguida -le advirtió, mientras Harris la llevaba frente al espejo.
-Oh, ya estoy acostumbrada a esas cosas. Por cierto, si tiene calor, lo mejor que puede hacer por la noche es darse un buen baño en la piscina.
Paula se ruborizó y miró a la mujer. Sin embargo, no le pareció que el ama de llaves lo hubiera dicho con segundas intenciones.
-Lo recordaré.
Durante las dos horas siguientes, rieron, charlaron y se contaron todo tipo de cotilleos. Aunque mantuvieran las distancias y se hablarían de usted, Paula sabía que la señora Harris formaba parte de la familia de Max. Había conocido a su esposa y a su hijo, y al parecer, habían sido una familia maravillosa
La mujer le contó muchas historias de la infancia del hijo de Max y Paula deseó haberlo conocido. El ama de llaves era muy divertida y le agradaba su compañía; además, sabía mucho de peluquería y le hizo un peinado realmente bonito. Simple, elegante y con clase.
Un buen rato más tarde, cuando Paula salió completamente vestida del cuarto de baño, la señora Harris dijo:
-Perfecta.
Paula se miró en el espejo de cuerpo entero y se quedó helada. Era ella, pero parecía completamente cambiada. Había empezado el día como una camarera y ahora parecía Grace Kelly.
-Guau. Me siento como la Cenicienta...
La mujer le había hecho exactamente lo previsto. El peinado era más alto por detrás que por los dos y le caían un par de mechones a ambos lados de la cara. Llevaba más maquillaje de lo normal en ella, pero le quedaba muy bien; hacía que sus labios parecieran más grandes, y sus rasgos, más refinados. En cuanto al vestido, era un verdadero sueño que remarcaba el efecto de sus ojos verdes.
-Sí, guau...
La voz que acababa de sonar, a su espalda, era la de Pedro. Las estaba observando desde la entrada, porque la puerta estaba abierta.
Pedro estaba increíblemente atractivo. Para ser una mujer que en general evitaba a los hombres con traje y corbata, debía admitir que su aspecto era increíble. Era una especie de moderno Rhett Butler, un hombre que se sentía perfectamente cómodo en una sala llena de empresarios y que conseguía que las mujeres desearan desnudarlo poco a poco.
Y ella, naturalmente, no era una excepción. También lo deseaba.
-Gracias por el vestido -dijo.
-De nada -dijo él mientras entraba en la habitación-. Estás impresionante, Paula . Supuse que ese color te sentaría bien.
-¿No te has enfadado conmigo por haber abierto el paquete?
-Sabía que lo harías. Ella sonrió.
-Y yo sabía que tú lo sabías.
Sus sonrisas desaparecieron cuando se miraron el uno al otro. Era la primera vez que se veían desde que Pedro se había marchado a trabajar por la mañana, y lo había echado mucho de menos. Se había pasado todo el día preguntándose si su relación había cambiado, si ahora serían amantes o si volverían a ser simples amigos.
-Voy a avisar al señor Longotti de que ya están preparados -dijo el ama de llaves.
Antes de marcharse, la señora Harris tomó del brazo a Paula y añadió:
-Que tenga una noche maravillosa. Paula le dio las gracias y esperó a que se marchara antes de volverse hacia Pedro.
-¿La señora Harris también te ha maquillado?
-Sí. ¿Te gusta? -preguntó, mirándose en el espejo con nerviosismo.
-¿Crees que podrás pintarte los labios tú sola?
Ella asintió, sabiendo lo que estaba insinuando, y se adelantó para que la besara. Pedro lo hizo, pero con una dulzura que la pillo totalmente por sorpresa. Tomó su cara entre las manos, le acarició las mejillas y el cuello y luego probó sus labios de un modo que le resultó maravilloso.
Paula pasó los brazos alrededor de su cuello y se apretó contra él, recordando las escenas de la noche anterior. Resultó evidente que él también las recordaba, porque la besó de forma más apasionada.
Cuando por fin se apartaron, lo miró y dijo:
-Gracias de nuevo, Pedro. Me alegra que vayas a acompañarme esta noche.
-No estás nerviosa, ¿verdad? Ella se encogió de hombros.
-¿Debería estarlo? No sé bailar muy bien, y es evidente que mis gustos culinarios son algo limitados.
-Sencillamente, evita vomitar en tu servilleta -dijo él, divertido-. Además, no tienes que tomar nada que no te guste. De todas formas, muchas de las mujeres que asisten a esas fiestas no comen casi nada porque están preocupadas por sus figuras.
-Pues será mejor que no pruebe ni un bocado, porque el vestido me queda como una segunda piel...
-Tranquila, cariño, no tienes motivos para preocuparte por esas cosas. Tu figura es perfecta. Después de lo de anoche, lo sé mejor que nadie.
-Ya lo sabías el lunes, ¿o es que has olvidado la escenita del cuarto de baño? Por cierto, todavía no he probado tu jacuzzi.
-¿Qué te parece si lo probamos esta noche? Podría frotarte la espalda. ¿O prefieres que nos demos otro baño en la piscina?
-No nos limitemos. Podemos hacer las dos cosas -dijo ella, antes de besarlo en los labios-. Pero ahora será mejor que me ponga un poco más de carmín...
Pedro se apoyó en la pared y se cruzó de brazos mientras Paula se pintaba los labios otra vez.
-Bueno, la impostora ya está preparada - dijo ella.
-¿Impostora?-preguntó él, tenso.
Ayyyyyyyyyy, qué hermosos los 4 caps Naty, me tiene atrapada esta historia!!!!!!!!
ResponderEliminaraaaahiii q linda .. Mori de amor con esta parte de la historia ...muy buenos los cap. Naty
ResponderEliminarMuy buenos capítulos! están muertos el uno por el otro!
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