miércoles, 27 de mayo de 2015

Delicioso Amor: Capítulo 20

El local era subterráneo. Para entrar en el había que bajar unas estrechas y empinadas escaleras. Era un bar muy modesto, pequeño y de poco iluminación. Tras la barra estaba el dueño atendiendo a un par de clientes, que tras salir de trabajar se tomaban unas copas para ahogar sus penas y luego retomar su jornada laboral.
- Si, pero tranquilo, que no te va a pasar nada - le sonrió Paula.
- ¿Estas insinuando que tengo miedo?
- ¿Yo? ¡para nada! - rió - No es el Ritz pero la comida esta rica y es barata.
- Pues yo prefiero pagar más e ir a un sitio mas…
Paula se ofendió.
- ¡Nadie te obliga a quedarte! - dijo enfurecida y comenzó a bajar las escaleras.
- Vaya, vaya… ¡mira quien tenemos aquí! - se dan dos besos.
- ¡Yo también me alegro de verte Juan! ¿Qué recomiendas a una vieja amiga hambrienta?
- ¡Ya decía yo que esta visita no era de cortesía! ¡Solo me quieres por la comida! - le dijo en broma.
- Jajaja, sabes que como la tuya no hay ninguna.
- Lo se. Hoy tenemos macarrones con tomate y tortilla de patata.
- ¡Umm! - mojándose los labios - ya me está entrando el hambre.
Paula  se volvió y vió a Pedro apoyado en la barra.
- ¿Viene contigo? - preguntó Juan.
- … se pude decir que sí - dijo resignada mirando a Pedro.
Juan sonrió y fue a preparar la mesa para ellos.
- No me mires así. He cambiado de opinión.
- Mejor me callo… o sino voy a soltar un disparate.
- Pueden sentarse, ahora les sirvo - les interrumpió Paulo.
- Gracias - dijeron los dos al unísono.
Los dos se acercaron a la mesa y se sentaron el uno frente al otro.
- Aquí tienen, ¡buen provecho! Si necesitan algo me avisan.
- Ok gracias - le dijo Pedro.
Paula se concentró en la comida. No miraba otra cosa que no fuera su plato. Esto incomodó a Pedro, otra vez había metido la pata. No sabía como acertar, y eso le preocupaba. Quería acercarse a Paula pero cada vez que lo intentaba le salía mal.
- Están muy ricos (los macarrones)
Paula no levantó la mirada. Siguió concentrándose en la comida.
- Voy a tener que darte la razón - continuó él.
Ella dejó el tenedor sobre el plato y lo miró.
- No intentes arreglarlo, porque conmigo no te va a servir.
- Solo intento ser amable.
- ¡JA! - rió Paula irónicamente - tú no conoces esa palabra.
- ¿Por qué estás siempre a la defensiva? ¿te he hecho algo?
Paula arqueó las cejas.
- Desde que nos conocemos has sido todo menos amable. ¿y encima me preguntas si me has hecho algo? - volvió a agarrar el tenedor y pinchó los macarrones con fuerza.
- ¿Y si hacemos una tregua? Vamos a pasar muchas horas juntos y deberíamos llevarnos bien.
- No fuí yo quien empezó la guerra - le reprochó.
- Bueno. Me he portado mal. He sido grosero, te he ofendido y te he juzgado mal.
Paula sonrió. ¡por fin se había disculpado! Aunque en el fondo él siguiese pensando que ella era una muerta de hambre y una oportunista, por lo menos le alegraba el echo de que hubiese admitido sus errores.
- Sólo porque has admitido que la comida está buena y te has disculpado no voy a aceptar la tregua.
- ¡no le hagas caso! Le gusta hacerse de rogar, igual que a su abuela - dijo Juan desde la barra.

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