- ¿Estás nerviosa? - le preguntó él acariciándola la nariz con el dedo índice.
- ¿Por qué habría de estarlo? - intentando disimular.
- ¿Quizá porque estas temblando?
- ¡No estoy temblando! ¡quítate de encima mío!
- No. Tú no quieres que me quite.
- ¿Y que te hace pensar eso?
- Tus ojos. Veo en tu mirada todo lo que necesito saber - le sonrió descaradamente.
- Imaginaciones tuyas, ¡Apártate o empiezo a gritar!
- Nadie te va a oír. Estamos solos.
- ¿y entonces que me vas a hacer? - dijo muerte de miedo.
- Nada que tú ni quieras.
Paula abrió los ojos como platos. “¡será insolente!” pensó.
- ¿Entonces…? ¿Qué dices?
- Tengo ganas de dormir - mintió.
- ¿sola o acompañada? - le dijo con una sonrisa pícara.
- ¡Mejor sola que mal acompañada! - volvió a mentir.
Pedro se puso de pie y salió de la habitación cerrando la puerta tras él. Realmente había hecho un esfuerzo por no quitarle la ropa y acariciarle cada centímetro de su piel, pero estaba claro que ella no sentía lo mismo. Al fin y al cabo tenía novio y no estaba dispuesta a perderlo por una aventura con él.
Aún tumbada en la cama se cubrió los ojos con ambas manos. Sabía que todo eso era una locura. Había hecho bien en reprimir sus instintos. En contenerse y no tocar ese fabuloso trasero que la volvía loca solo de pensar en el. Se desvistió y se puso el pijama. Se metió en la cama y cerró los ojos.
En otra ocasión no hubiese dudado en quitarle la ropa, pero ella era diferente. Tenía algo… no podía explicarlo con palabras. La comparó con Marcela. Eran pocos opuestos. Marcela era rubia y de ojos Verdes, de buenos modales y refinada. Paula en cambio era distinta, no se preocupaba por su físico, simplemente era ella.
Paula bajó a la cocina en cuanto se despertó. No quería encontrarse con él, aunque no podría evitarlo durante todo el día, por lo menos quería desayunar sola. Pero no le sirvió de nada. Él estaba allí sentado con una taza de café en una mano mientras que con la otra pasaba las hojas del periódico. Cuando la vio dejó la taza sobre la mesa y cerró el periódico.
- Buenos días - saludó ella.
- buenos días ¿has dormido bien?
- Si, perfectamente. ¿tú?
- Yo no.
- ¿Y eso? - dio un sorbo al café.
- No he podido evitar pensar en lo que podría haber pasado… ya sabes…
Paula escupió el café. Cogió una servilleta y comenzó a limpiar la mesa. Él solo se reía.
- ¡Yo no lo encuentro gracioso!
- Yo sí- le levantó, rodeó la mesa y se acercó a ella - pero esta noche si tú quieres… - le susurró al oído para después irse.
Al oír esas palabras Paula sintió como un escalofrío recorría todo su cuerpo. No pudo seguir desayunando. Subió a su habitación a darse una ducha.
Él entró en la ducha cuando ella estaba jabonándose el cuerpo. Ella al notar su presencia se volvió y le dió la esponja. Se puso de espaldas y él comenzó a frotarle la espalda con la esponja mientras le besaba el cuello.
Tiró la esponja al suelo y ella se dió la vuelta. Rodeó su cuello con sus brazos y comenzaron a besarse apasionadamente. A pesar de estar bajo el agua el calor de ambos comenzaba a subir. Ella entonces rodeó con sus piernas su cintura y él la apoyo contra la pared. Comenzó a besarle el cuello de nuevo mientras ella sentía que estaba en el paraíso.
El sonido de claxon hizo que Paula abriera los ojos. Sorprendida vió que estaba sola en la ducha…
Jajajajajaj me lo crei !
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