martes, 26 de mayo de 2015

Delicioso Amor: Capítulo 17

Tras pasar la tarde con Carlos en el cine, Paula llegó a casa. Abrió la puerta cuidadosamente, paso dentro y la cerró. Estaba al pie de la escalera cuando se encendió la luz. Vió a Pedro frente a ella.
- ¿Dónde estabas?
- Por ahí.
- Eso no es una respuesta.
- No tengo porque responder.
La agarró del brazo y empezó a zarandearla.
- ¡Contesta!
Paula se soltó con esfuerzo.
- ¡No me toques! No tengo porque darte explicaciones de lo que hago o dejo de hacer.
- Si mientras vivas en mi casa.
- ¡Esta también es mi casa ahora! Créeme que si por mi fuera no estaría aquí.
- No lo entiendo - negó con la cabeza - ¿entonces porque estás aquí? ¿te obliga él verdad?
- ¿Él? - dijo extrañada - No se de quien me hablas.
- Del tal Carlos ese - dijo con desprecio.
Paula alzó la mano con intención de abofetearle, pero él tuvo reflejos y la agarró de la muñeca con una mano, con la otra la tomó por la cintura para acercarla a él y la besó.
Paula se quedó quieta, sorprendida por el repentino beso. En el momento abrió los ojos como platos, pero luego los cerró, como si así fuese a sentir con mas intensidad los labios de él. Él le soltó la muñeca y ella rodeó con sus brazos su cuello mientras el la sujetaba por la cintura.
“¡Dios mío que estoy haciendo! ¡esto es un error!” se dijo. Soltó sus brazos de su cuello, lo empujó y subió las escaleras corriendo para encerrarse en su habitación.
Pedro  se quedó quieto, preguntándose porque la había besado. Él no sentía nada por ella. La chica era guapa, para que negarlo, pero de ahí a que le gustase…
Paula  se tiró en su cama y se tapó la cabeza con la almohada “igual que los avestruces” de diría su abuela en esa ocasión, “así no vas a conseguir nada Pau. Los problemas van a seguir” le advertía la anciana cuando ella hacía eso siempre que tenía problemas.
Pedro  llegó a la altura de la puerta de la habitación de Paula. Se preguntó si debería disculparse. Estaba claro que debía hacerlo. Primero por el modo en el que le había hablado y segundo por el beso. Pero el no quería hacerlo sobre esto último, porque no se arrepentía lo más mínimo. Tras dudarlo unos instantes llamó a la puerta. Paula asomó la cabeza por debajo de la almohada.
- ¿Si?
- ¿Puedo pasar?
- ¡Ni se te ocurra! ¿Qué demonios quieres?
- Disculparme.
- ¿Por qué?
- Vamos Paula… no te hagas de rogar…
- ¡serás descarado! No te disculpes por obligación, si no lo sientes no me sirve.
- me quiero disculpar porque te he hablado mal, pero de lo otro no pienso hacerlo.
Paula se levantó y abrió la puerta.
- ¿De que otro? - preguntó. Aunque sabía de sobra que se refería al beso.
- Del beso.
Paula frunció el ceño y se recostó sobre el marco de la puerta.
- Pues deberías.
Él sonrió y después dijo
- ¿Tú crees?
- ¡Por supuesto que sí! - se pasó la mano por la boca como si le hubiese dado asco (el beso) le dió la espalda y caminó hacia la cama.
Él la siguió hasta la cama, la giró y la tiró en la cama. Él se puso encima de ella. Ambos tenían la respiración agitada. Nunca habían estado tan cerca el uno del otro.

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