miércoles, 29 de abril de 2015

Herencia de Amor Parte 3: Capítulo 17

La boca de él resultó cálida y suave cuando la besó. Paula notó que el calor le llegaba hasta los dedos de los pies. Le temblaron los muslos, se le tensó el vientre y sus pechos reclamaron atención.
La atrajo y ella lo permitió porque necesitaba sentir los planos duros de su cuerpo. Rodeó su cuello con los brazos y se apretó contra él.
Exploró su boca, besando con ligereza y suavidad, pero con bastante pasión como para dejarla sin aliento. En sus besos había la promesa de mucho más en un futuro cercano. Como la anticipación era casi tan excitante como lo que ya le estaba haciendo, estaba dispuesta a esperar.
Mientras él seguía frotando los labios con los suyos, mordisqueando y presionando, pero sin llegar a invadir su boca, ella exploró los duros músculos de sus hombros y su espalda. Pasó los dedos por su pelo y luego frotó las uñas en su nuca.
Sentía que el deseo se acumulaba en su bajo vientre y el centro de su feminidad anhelaba atención.
Finalmente, él ladeó la cabeza y tocó su labio inferior con la punta de la lengua. Ella le dio la bienvenida y se estremeció con el primer contacto. La pasión creció hasta que sintió la piel demasiado tensa, demasiado sensible y deseosa.
Se aferró a él y a esos besos profundos que tocaban su alma. El acarició su espalda para acabar poniendo las manos en su trasero; instintivamente se arqueó hacia él y se encontró con la impresionante dureza que indicaba su deseo.
Gimió y se lo imaginó llenándola una y otra vez. Lo deseaba con tal desesperación que se restregó contra él como una gata en celo, frenética. Había estado cómoda sin involucrarse, sin tener un hombre en su vida y de repente se moría por el contacto, por sentir una piel desnuda en la suya. Pero no podía ser cualquiera, sólo Pedro podría apagar esa sed.
El debió de captar su necesidad, quizá por su respiración agitada o por cómo succionaba su lengua, fuera por lo que fuera, recibió el mensaje. Llevó las manos a sus caderas, las introdujo bajo la camiseta y subió hasta sus senos.
La acarició con la destreza de un hombre que adora a las mujeres. Incluso a través del sujetador, sintió la presión suave pero con intención de sus dedos. Utilizó los pulgares e índices de ambas manos para frotar sus pezones y volverla loca.
Ella sintió una oleada de fuego entre las piernas. No podía pensar ni respirar, sólo seguir allí, perdida en el placer de sus caricias. Su único pensamiento consciente fue cuánto mejoraría la sensación si no llevara puesto sujetador.
Pedro  aprovechó su desconcierto para besar su mandíbula y su cuello. Le mordisqueó el lóbulo de la oreja y besó la sensible zona de debajo, para finalizar trazando espirales eróticas con la lengua.
La combinación de sensaciones era increíble. Ella notó que se tensaba anticipando una liberación sin duda precipitada. No podía ocurrir así. Había pasado mucho tiempo, sin duda, pero tenía algo de orgullo. Al menos debería esperar a que le quitase los vaqueros antes de rendirse a la pasión.
Pero mientras él seguía acariciando sus senos, jugando con ellos, notó que se acercaba más y más al clímax. Por lo visto él también lo notó, porque se acercó y le murmuró al oído.
—Necesitamos llevarte a una cama.
Antes de que pudiera decir nada, la agarró de la mano y la sacó de la cocina. Ella lo siguió, deseosa de estar arriba, desnuda y en el paraíso. Empezaron a subir la escalera.
—¿Es mejor el sexo en sábanas de algodón egipcio de máxima calidad? —preguntó. El se echó a reír.
—Claro —contestó, antes de sacarle la camiseta por la cabeza y besarla.
Ella lo abrazó, devolviéndole el beso, deseándolo más de lo que nunca había deseado a nadie.
Mientras sus lenguas se acariciaban, notó cómo le desabrochaba el sujetador. Segundos después la prenda se deslizó por sus brazos y cayó al suelo.
El interrumpió el beso e inclinó la cabeza para tomar uno de sus senos con la boca. Succionó y rodeó el pezón con la lengua.
Paula se tambaleó y apoyó las manos en sus hombros para estabilizarse. La fuerte succión de su boca hacía que todos los nervios de su cuerpo tintinearan de éxtasis. Sentía humedad y calor entre las piernas. Pensó, vagamente, que necesitaba más.
Él utilizó los dedos en el otro seno, duplicando los movimientos de su lengua y llevándola a un estado de excitación cada vez mayor, hasta que supo que estaba al límite.
—Pedro—jadeó, queriendo llegar al final y al mismo tiempo aguantar un poco más.
—Ya lo sé —masculló él. Agarró su mano hizo que subiera los últimos escalones.
Se apresuraron por el pasillo y entraron en un dormitorio del tamaño de una sala de conferencias. Paula tuvo una vaga impresión de colores cálidos, enormes muebles oscuros y una cama grande, cómoda y acogedora. Por fin, pensó, cuando él la soltó y se quitó la camiseta.
Estaban descalzos y él no tardó mucho en acabar de desnudarla. Un segundo después de la camiseta, los vaqueros y las braguitas de ella caían al suelo, seguidos por los vaqueros y los calzoncillos. Él la tumbó en la cama y sus pieles se fundieron en una sensación gloriosa.
Él la miró con los ojos oscuros brillantes de pasión. Ella trazó su boca con el dedo y sonrió cuando él lo mordió.
—Te deseo —dijo él—. Eres endiabladamente sexy.
—Yo también te encuentro relativamente interesante —dijo ella.
—Relativamente, ¿eh? Entonces aún tengo que trabajar un poco.
—No lo dudes —pensó, satisfecha, que eran palabras muy valientes de una mujer que ya estaba al borde del éxtasis.
—No me importa trabajar duro de vez en cuando —se movió para situarse a su lado, de costado—. ¿Dónde empiezo? ¿Aquí? —puso la mano en su vientre.
—Hum, no —dijo ella. Aunque la sensación era agradable, quería otra cosa.
—¿Aquí? —deslizó los dedos desde su muñeca hasta su codo.
—No es en lo que estaba pensando.
—¿Qué te parece esto? —preguntó él en voz baja y grave, deslizando los dedos entre sus piernas y tocando la carne hinchada.
A ella le costó toda su fuerza de voluntad mantener los ojos abiertos. Deseaba con desesperación caer en un trance y perderse en su orgasmo.
—Eso funciona —jadeó, mientras él la exploraba hasta encontrar el punto más sensible y frotaba.
La tensión se disparó. Sus músculos se tensaron y abrió las piernas, invitándolo.
—Bien. ¿Y esto? —se inclinó hacia ella y acarició un pezón con la punta de la lengua.
Era una combinación perfecta. Exquisita, mágica, más que suficiente para hacerle perder el control.
Ella hizo lo posible para aguantar, para tardar al menos unos minutos. Pero él empezó a mover los dedos más y más rápido, con la presión perfecta. Después succionó su pecho.
Era increíble. Ella alzó las rodillas y clavó los talones en la cama. Aún no, se dijo. Aún no. No...
Era demasiado tarde.
Se dejó llevar por las oleadas de placer que la zarandeaban. Todo su cuerpo suspiró de alivio mientras él seguía tocándola, empujándola hasta que sus músculos se rindieron de puro agotamiento.
Un delicioso letargo se apoderó de ella. Se obligó a abrir los ojos y encontró a Pedro contemplándola.
Había esperado una sonrisa viril de autosatisfacción, una que apuntara a su experiencia y a lo bien que le había hecho sentirse gracias a su talento en la cama. En vez de eso, su expresión era seria e intensa, y en vez de sonreír se inclinó para besarla.
Ella abrió los labios y notó que su letargo se disolvía. Mientras sus lenguas se encontraban volvió la pasión y deseó sentirlo en su interior.
Estaba duro..., sentía la presión en la pierna. Introdujo una mano entre sus cuerpos y acarició su erección. Pero en vez de buscar un preservativo y penetrarla, él descendió por su cuerpo, besando primero su cuello, luego entre sus senos, bajando hasta el ombligo y deteniéndose en la parte superior de su muslo derecho. Entreabrió la carne turgente con los dedos.
Aunque ella agradeció el gesto, era innecesario.
—Yo ya...
—Lo sé —sonrió él—. Estaba aquí.
—Ha sido fantástico —dijo ella.
—Me alegro. Ahora lo haremos así.
Ella pensó que estaba ante un hombre con una misión y cerró los ojos lentamente. No sería ella quien rechazara sus atenciones.
Se le contrajo el estómago mientras esperaba el contacto. Percibió un suave soplo de aire y después una lengua caliente empezó a explorarla.

2 comentarios:

  1. Qué buenos caps Naty!!! Pedro se va a enamorar rápidamente de Paula jaja

    ResponderEliminar
  2. Muy buenos capítulos! cuanta pasión contenida! Ojalá asuman pronto lo que sienten el uno por el otro!

    ResponderEliminar