jueves, 23 de abril de 2015

Herencia de Amor Parte 2: Capítulo 26

Pedro observaba la dinámica de las relaciones entre los miembros de la familia Chaves sintiéndose cada vez más incómodo.
—¡Pedro! —dijo de repente Miguel—. Acompáñeme al estudio.
Pedro prefería lanzarse a un río con pirañas antes de meterse en el estudio de esa casa con aquel hombre, pero asintió y lo siguió. Una vez allí, Miguel cerró la puerta.
—Adoro a las mujeres; pero, a veces, un hombre necesita escapar —Miguel  sonrió traviesamente—. Me entiende, ¿verdad?
Pedro  se sentó en uno de los sillones de cuero mientras su anfitrión servía dos whiskys. Después de darle su vaso, Miguel se sentó en un sillón reclinable y alzó su vaso a modo de brindis.
—Por mis chicas. Que siempre me reciban con las puertas abiertas.
Pedro no hizo ningún comentario. ¿De qué serviría? Pronto se marcharía de allí con Paula.
—No puedo quejarme de la vida —dijo Miguel suspirando—. Me encanta esta casa, siempre he sido feliz aquí. Alejandra es una mujer maravillosa y me comprende. Tiene la paciencia de una santa. Y las chicas son especiales. Admito que me habría gustado tener un hijo, pero quizá sea mejor así.
—Es mejor —dijo Pedro en tono de no darle importancia—. Por la forma como abandona a su familia cada vez que le apetece, con un hijo podría tener problemas. Un hijo podría darle una paliza.
Miguel se lo quedó mirando.
—No es eso exactamente.
—Sí, es eso.
Miguel se encogió de hombros.
—Hábleme de su trabajo. ¿Le gusta trabajar para Felipe? ¿No estuvo usted en el ejército? ¿No le resulta aburrido lo que hace?
—Estuve en las Fuerzas Especiales —dijo Pedro después de dejar su vaso en una mesa auxiliar al lado del sillón—. Casi nueve años.
—Excelente. Excelente —dijo Miguel.
—Luego pasé a trabajar en seguridad para empresas privadas. Básicamente, era un mercenario a sueldo. He estado en las regiones más peligrosas del mundo y he sobrevivido. Se gana mucho dinero en esa clase de trabajo.
—Lo imagino —Miguel cambió de postura—. Si alguna vez tengo que cambiar de profesión… ¿eh?
Pedro se puso en pie y miró al padre de Paula.
—No somos amigos, Miguel, y nunca lo seremos. Usted no me gusta y no me causa respeto; pero es el padre de Paula y, por mucho que me gustara cambiar eso, no puedo. Usted es un desgraciado. Tiene una esposa que lo adora y unas hijas que lo quieren, y no le parece suficiente. Quiere ir por ahí, divertirse, y las tiene abandonadas. Por supuesto, ellas también tienen parte de culpa, porque se lo consienten.
Pedro se acercó a la puerta y volvió la cabeza.
—Si fuera por mí, lo habría echado a patadas hace mucho tiempo. Hágase un hombre, puede que hasta descubra que le gusta. En fin, haga lo que haga, no vuelva a hacer llorar a Paula en lo que le queda de vida. Si lo hace, lo despellejaré. ¿Está claro?
Miguel asintió y Pedro se marchó de la estancia.
Pedro salió al jardín, necesitaba aire fresco. Pero sólo estuvo a solas unos segundos, Alejandra se reunió con él.
—Espero no molestarlo —dijo ella—. Quería decirle que he oído lo que le ha dicho a Miguel.
Pedro contuvo un gruñido.
—¿Quiere que me disculpe?
—No, en absoluto —respondió ella con una sonrisa—. Me ha dejado impresionada. Quiero a Miguel, pero conozco sus defectos. Quizá usted lo haga cambiar, aunque lo dudo.
—Y usted podría dejar de recibirlo en su casa —declaró Pedro.
—Sí, podría, pero no voy a hacerlo. Ese es uno de mis defectos. No obstante, no quería hablar de mí, sino de Paula. Llevo años diciéndole a Miguel que no la trate así, pero él no me escucha. Creo que, a partir de ahora, va a ser distinto.
—¿Por qué la tiene tomada con ella? ¿Por qué no con Julia o con Mariana? —preguntó Pedro.
Alejandra suspiró.
—De pequeña, Paula  tuvo dificultades respecto al aprendizaje. No fue nada serio; pero, durante un tiempo, estudiar le resultaba difícil. El médico dijo que era porque las conexiones de su cerebro eran algo diferentes. En cualquier caso, todo se solucionó al final y Paula iba bien con los estudios. Pero Miguel  no pudo, o no quiso, olvidar aquellos primeros años. Lo que no comprendo es por qué piensa que Paula  no es tan bonita como sus hermanas.
—Es mucho más bonita que ninguna —declaró Pedro.
Alejandra  sonrió.
—Lo dice objetivamente, claro.
Pedro se encogió de hombros.
—Creo que Miguel ve en Paula  muchas cosas de sí mismo —dijo Alejandra—. Paula siempre ha sido la soñadora de la familia. O lo era. Últimamente, parece tener los pies más en la tierra. Le encanta su nuevo trabajo en el invernadero.
Pedro  pensó en el ejército de plantas que estaba empezando a ocupar su casa.
—Sí, de eso ya me he dado cuenta.
—Antes me tenía muy preocupada la clase de hombres que Paula  elegía como compañeros, pero ahora… —Alejandra le tocó el brazo—. Usted es lo mejor que le ha podido pasar. Gracias.
Alejandra  lo dejó y entró en la casa.
Pedro continuó en el porche. Sabía que su situación era más peligrosa con cada segundo que pasaba.

Esa noche, Pedro  estaba tumbado boca arriba con Paula acurrucada a su lado.
—¿Te ha resultado horrible? —le preguntó ella.
—No.
—El principio fue una pesadilla, pero luego todo mejoró. Le he contado a mi padre lo del trabajo nuevo e, increíblemente, me ha animado.
Pedro  la escuchó mientras ella seguía hablando con su suave y dulce voz. Empezó a desearla otra vez. Daba igual que hubieran acabado de hacer el amor, seguía deseándola.
Paula se incorporó apoyándose en un codo y lo miró. Estaba desnuda y sus largos cabellos rubios le cubrían los senos. Era una imagen sumamente erótica. ¿Qué demonios había hecho él para merecerse aquella mujer?
—Quiero decirte una cosa —dijo Paula—. Voy a decirla y tú me vas a abrazar. Luego, vamos a apagar la luz y nos vamos a dormir. No te está permitido decir nada. No quiero que digas nada. Esto es sólo cosa mía, ¿de acuerdo?
Un profundo temor le quitó el deseo. Pedro  asintió sin realmente querer.
Paula respiró profundamente y sonrió.
—Te amo. Te amo desde hace ya un tiempo, pero por fin estoy preparada para decírtelo. Te amo.
Paula volvió a tumbarse y cerró los ojos, añadiendo:
—Buenas noches, Pedro.
—Buenas noches.
Pedro apagó la luz. Paula  lo amaba. No importaba que él la creyera o no. Ella lo creía y era suficiente.
¿Cómo había permitido que ocurriese? No quería el amor de Paula. Ni en ese momento ni nunca. Y eso iba a destrozarla.

3 comentarios:

  1. Buenísimos y agitados los 3 caps Naty. Simplemente geniales.

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  2. Uf! veníamos tan bien, pero este último párrafo de Pedro lo arruinó todo! Ojalá no se aleje de ella y menos ahora que le confesó que lo ama!

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  3. como lo dijo Lauro... el ultimo parrafo de pedro, me tiro todo lo bueno abajo !!! jajajajajjaja que no se le ocurra dejarla, por que lo fajo jejejejeje

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