—Una vez estuve prometida —dijo—. Se llamaba Garrett y era encantador. Nos conocimos en la facultad.
—Lo odio —dijo Pedro.
—Eso deja claro tu buen gusto —Paula se encogió de hombros—. Sigo mirando atrás y tratando de averiguar en qué me equivoqué, pero no lo descubro. No sé qué pistas pasé por alto. Quiero pensar que no hubo ninguna, pero quién sabe. En cualquier caso, empezamos a salir, nos enamoramos, o eso pensaba yo, y nos prometimos. Pero él ya estaba casado. Su esposa, una mujer joven y dulce, vivía en Nuevo México con su familia. Tenía dos trabajos para pagar su educación. Habían decidido que sería más barato que ella se quedase allí mientras que él encontraba un apartamento aquí e iba a la Universidad de California.
Pedro le apretó la mano y maldijo en voz baja.
—Eso mismo digo yo —murmuró Paula—. De modo que empezamos a planear la boda. La razón por la que me enteré de que estaba casado fue que su mujer ganó la lotería. Nada importante. Unos treinta mil dólares. Pero eso supuso que pudiera irse con él y tener sólo un trabajo. Se presentó sin avisar. Los tres nos llevamos una gran sorpresa.
Pedro la acercó a él. Dulce se tensó, pero luego se relajó entre sus brazos. Sabía que su vida era mejor sin Garrett, pero aun así el abrazo le vino bien.
—No sé lo que planeaba hacer —dijo, apoyando la cabeza en su hombro—. ¿Iba a ser bígamo? ¿Iba a esperar al último minuto para decírmelo? No lo sé y tampoco me quedé el tiempo suficiente para averiguarlo. Recogí mis cosas y me marché. Me odié por ser tan *beep*. Siempre me había considerado lista, y aun así me había tomado el pelo por completo.
—Era un bastardo y un mentiroso. Siento que tuvieras que pasar por todo eso.
—Sí, bueno, ahora entenderás por qué tu mentira me molestó excesivamente. Aparte de por las razones evidentes.
Pedro la agarró por los hombros y la giró para poder verle los ojos.
—Me he disculpado. Creo que me crees. Lo que quiero saber es si serás capaz de dejarlo correr.
Era una pregunta interesante. Se reducía a si lo deseaba o no. ¿Estaba dispuesta a aceptar que Pedro se había equivocado al juzgarla, que no había sido nada personal y que, si pudiera borrarlo, lo haría? ¿Durante cuánto tiempo quería castigarlo?
—Me estoy acercando —admitió—. Mucho. Pero tienes que dejar de insistir con el tema de casarnos.
—Eh, sólo lo mencioné una vez. Y, por cierto, reaccionaste exageradamente.
—Oh, por favor. Fue una manera horrible de proponerme matrimonio. Además, con una vez es suficiente.
—¿No quieres casarte?
Paula se preguntaba en qué estaría pensando. ¿Se sentiría aliviado porque ella se hubiera negado o hablaba en serio al decir que debían casarse? No estaba segura de cuál quería que fuese la respuesta.
—Algún día —dijo—. Pero porque quiera, no por obligación.
—Una romántica. Nunca lo hubiera dicho.
—No soy una romántica. Simplemente quiero encontrar a alguien especial. El hombre adecuado para mí.
—¿Y cómo es el hombre adecuado?
—No sé; aún no lo he conocido.
—Así que estás disponible.
—¿Estás planeando emparejarme con uno de tus amigos? ¿Tienes a alguien en mente?
—Por supuesto —dijo él, inclinándose hacia ella—. Alguien encantador y con éxito, y muy guapo.
Paula sentía su aliento en la cara.
—Déjame adivinar. ¿Alguien que conocemos los dos?
—Sí. Yo.
—¿Por qué no me sorprende?
Pero Pedro no contestó, lo cual le pareció bien. Porque, en vez de eso, la besó.
Pedro la rodeó con sus brazos y la tumbó lentamente en el suelo. Al mismo tiempo, devoraba su boca con una pasión que le llegaba al corazón. Paula se sentía débil y deseosa. Su cuerpo ardía por él y su corazón quería abrirse y aceptar a ese hombre.
Pero su cerebro no estaba tan seguro de si debía confiar en él. Aun así, en ese momento Paula no estaba preocupada por la confianza, sino por sentir su cuerpo contra el suyo. A veces simplemente había que disfrutar del momento.
Pedro deslizó una mano por su cadera, acariciándole después el vientre. Los músculos de Paula se tensaron por la anticipación de que acariciara sus pechos. Contuvo la respiración hasta sentir su mano acariciando sus curvas.
Estaba más sensitiva que antes, pensaba mientras le acariciaba los pezones. Estaba tremendamente excitada y sentía el calor y la humedad entre las piernas.
Pedro se apartó y le dirigió una sonrisa.
—Solía soñar con esto cuando iba al instituto —dijo—. Una mujer sexy en el desván. Ya casi lo había olvidado, pero de pronto me vienen los recuerdos a la cabeza.
—¿Alguna vez ocurrió?
—No hasta hoy.
—Así que estoy a punto de cumplir una fantasía erótica de adolescente.
—Eso me gustaría pensar.
—Qué interesante. ¿Y qué es exactamente lo que querías hacer con esa mujer misteriosa?
—De todo.
—¿Puedes ser más específico?
—Por supuesto.
Pero, en vez de decírselo, la recostó, le levantó la camiseta y le besó la tripa. Tras desabrocharle los pantalones y abrírselos, utilizó la lengua para juguetear con su ombligo.
Mientras luchaba contra su deseo de gritar que la poseyera allí mismo, Paula consiguió quitarse los zapatos. Acto seguido, Pedro se los quitó y siguió con la camiseta.
Se apoyó con un codo. Con la otra mano le acarició las costillas.
—Tu piel es tan suave. Solía preguntarme cómo sería tocar a una mujer. Leía mucho, escuchaba a los demás chicos hablar. Me imaginaba cosas, pero no estaba preparado para esa suavidad.
A Paula le gustaba saber que no había sido siempre tan experimentado y resuelto.
—¿Cuánto duró la primera vez? —preguntó.
—Un segundo. Simplemente quería hacerlo cuanto antes. No aprecié las sutilezas hasta más tarde.
—¿Sutilezas?
Le desabrochó el sujetador con un movimiento rápido de los dedos.
—Ir haciéndolo poco a poco puede hacer que el resultado sea mucho mejor. Puedo saber lo que te gusta sólo viendo cómo reaccionas a mis caricias.
El aire del desván era cálido, pero aun así se le puso el vello de punta.
—Si hago esto... —añadió mientras deslizaba el pulgar por su pezón.
Instintivamente, Paula cerró los ojos y arqueó el cuerpo, pidiendo más.
—¿Ves? —murmuró Pedro— Reaccionas.
Se inclinó hacia abajo y se metió el pezón en la boca. La combinación de saliva caliente y succión hizo que Paula gimiera de placer. Deslizó los dedos por su pelo y le acarició los hombros mientras se centraba en su otro pecho.
Pedro deslizó las manos por su estómago y metió los dedos bajo su ropa interior para llegar a su parte más húmeda.
Paula separó las piernas y dejó los ojos cerrados. Sí, eso era lo que deseaba.
Pedro la exploró, introduciéndole lentamente un único dedo antes de dedicarse a aquel punto tan sensitivo. Luego comenzó un baile diseñado para llevarla directa al orgasmo. Pero, cuando Paula se disponía a relajarse para disfrutar del viaje, él se incorporó y apartó las manos.
Ayyyyyyyyyyy !! que maldad la tuya.. como cortas el capitulo justo ahi ? jajajajajajaj fea actitud Naty !!!! esta genial la nove :)
ResponderEliminarEsto es maldad pura Naty, no podés dejarnos así!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarMuy buenos capítulos Naty! me encanta que Pau vaya cediendo! Quiero los próximos capítulos!
ResponderEliminar