domingo, 31 de mayo de 2015

Delicioso Amor: Capítulo 34

De repente Paula abrió los ojos. Desorientada miró a su alrededor. No sabía donde estaba. Se volvió y vió a Pedro durmiendo a su lado.
No pudo evitar sonreir cuando lo vío dormido. Si despierto le parecía hermoso, dormido mucho más. “Parece un bebe” pensó Paula acercándose a él y besándolo en los labios con cuidado de no despertarlo.
Si unos días antes le hubiesen dicho que su vida cambiaría tanto hubiese pensado que era una broma. Pero no era así. Todo era real. Si aquello significaba felicidad, estaba dispuesta hasta de vender su alma al diablo con tal de que eso durara eternamente.
Sin duda ese era el día más feliz de su vida.
Pedro giró la cabeza y abrió los ojos. Vió a Paula mirándolo y sonrió.
- Buenos días bebe - dijo ella dándole un besito en la nariz.
- ¿Bebé? ¿Por qué me llamas asi? - preguntó arrugando la frente.
- Porque pareces un bebé cuando duermes.
- ¿A si? Pues tú una princesita que me ha robado el corazón - le dijo con voz de bebé.
- ¿Yo? Asi que te he robado el corazón ¿no?
- Desde el primer día que te ví.
- ¿Y no te importa?
- No. Porque yo se que tengo el tuyo, asi que estamos en paz.
- ¡Te quiero bebé! - le dijo Paula entonces.
Los dos se abrazaron y se volvieron a quedar dormidos.
Cuando por fin se despertaron Paula  quería levantarse de la cama y se separó de él con la intención de ir a vestirse, pero antes de que lo hiciera Pedro la sostuvo del brazo
- ¿A donde vas princesa? quédate un poco mas conmigo - dijo acercándola a él.
- ¿Tú estas loquito verdad? ándale... no seas flojo... levántate
- Es que me encanta tenerte cerca... en mis brazos... sintiendo tu cuerpo... tu piel
Ella recordó que estaba desnuda y se ruborizó. Él lo notó.
- ¿Por que te pusiste roja mi amor?
- No... por nada... - cuando se levantó de la cama cogió la sábana para cubrirse el cuerpo.
Él se dió cuenta de lo que pasaba.
- Mi amor... no tienes por que tener vergüenza, yo ya ví tu cuerpo... y esta perfecto mi vida.
- Es que… - dijo con la mirada gacha.
Él se levantó, se acerco a ella y la beso muy tiernamente.
- ¿Por que no nos vamos a dar un baño juntos y asi te relajas? Vas a tener que acostumbrarte... por que ahora tú, tu cuerpo y todo tu ser me pertenecen.
Y cogidos de la mano se metieron al baño a darse un baño de espuma muy relajante. Después desayunaron en el jardín. A Pedro se le ocurrió que podían ir a pasar el día fuera para estar los dos solos y disfrutar de su amor. Obviamente a Paula la idea le encantó. Lo único que ella quería en ese momento era estar cerca de él, el resto del mundo no importaba.
El cielo estaba despejado y el sol brillaba con intensidad. Decidieron pasear por un parque y disfrutar del día que tenía por delante.
El parque que escogieron era uno de los más bonitos de la ciudad. Con jardines llenos de árboles y flores. También había un pequeño estanque donde la gente sacaba fotos a los patos y cisnes que nadaban en el. Al ser uno de los parques más grandes y bonitos de la ciudad siempre estaba lleno de gente.
Pasaron por un puesto de helados y Pedro la invitó a un helado. Se sentaron en un banco a comerlos mientras se distraían viendo como a la gente pasar y jugar con los animales del estanque.
De repente te acercó un señor a ellos. Era un vendedor ambulante que empujaba un carro lleno de ramos de flores.
- Joven, ¿le gustaría comprar un ramo a su hermosa novia? - le preguntó a Pedro.
Pau al oír la palabra novia se puso como un tomate.
- ¡Claro! Déme ese ramo de ahí - dijo señalando un enorme ramo de rosas rojas.
- Si me permite… yo le recomiendo esto. Creo que a su novia le gustará más.
El vendedor se acercó a Paula y le dio una rosa blanca.
- Gracias - dijo Paula cogiendo la rosa y acercándosela a la nariz para olerla.

Delicioso Amor: Capítulo 33

- La cena esta riquísima. ¿La has preparado tú? - preguntó Pedro.
- Me han ayudado un poquito…
Él la miró muy serio.
- Vale… ¡yo ni he tocado la sartén! - reconoció - pero conste que la receta a sido mia ¿eh?
- Jajaja, eso es lo de menos. Lo que importa es el detalle.
Ella sonrió.
- Ven - dijo poniéndose en pie y cogiéndole de una mano.
Ella obedeció y se puso de pie junto a él.
- ¿Qué pasa? - preguntó preocupada.
- Pasa que tengo que hablar contigo sobre algo muy importante.
Paula empezó a sentir miedo al oír el tono de voz serio de Pedro. Se le quedó mirando a los ojos esperando su respuesta, ¿habría hecho algo mal?
- Pasa que he esperado demasiado tiempo… y creo que ha llegado el momento de…
- ¡habla de una vez! Me estás asustando - le interrumpió.
- Créeme que el que realmente está asustado soy yo.
- ¿Es que he hecho algo mal?
- En absoluto. Nunca podrías hacer algo mal, simplemente porque eres perfecta. Me encantas desde el primer día que te ví. Llevo mucho tiempo queriendo decirte esto, pero hasta ahora no me he atrevido. Te amo Paula, te amo como nunca antes he amado a nadie.
A Paula se le encogió el corazón y unas lágrimas rodaron por sus mejillas.
- ¿Porque lloras? - preguntó confundido ante su reacción.
- ¡porque soy la mujer más feliz del mundo! ¡te amo Pedro!- y dicho eso rodeó su cuello con sus manos y lo besó apasionadamente.
Estuvieron varios minutos besándose. Demostrándose el amor que sentían hacía el otro. Parecía que el tiempo se hubiese detenido solo para ellos dos. Nada a su alrededor importaba. Solo estaban ellos dos.
Minutos después Paula se soltó de su cuello y se separó de él. Apoyo una mano sobre la mesa y con la otra mano se descalzó un pie y lanzó el zapato al aire. Luego hizo lo mismo con el otro zapato y lo volvió a lanzar al aire.
- ¿Porque te descalzas? - preguntó él atónito.
- ¡Esos condenados zapatos me estaban matando de dolor! - protestó ella.
- Entonces no tengo más remedio que hacer esto.
De repente Paula  notó como Pedro la levantaba del suelo y la cargaba en sus brazos.
- ¿Vamos dentro? - preguntó él.
- Si... está empezando a hacer frió.
Los dos entraron en la casa, Pedro subió las escaleras con Paula aún en sus brazos y se detuvo al llegar al pasillo.
- ¿Te llevo a tu habitación? - preguntó.
- ¿Crees que he preparado todo esto para terminar durmiendo sola en mi habitación? - le preguntó con una sonrisa pícara.

Delicioso Amor: Capítulo 32

- ¡Jo! ¿y ahora como llego a casa? - dijo poniendo cara triste.
- Bueno… yo no tengo nada que hacer, si quieres…
- ¡Como crees! No quiero molestar.
- No es ninguna molestia, llama a una grúa y cuando se lleven el coche yo te llevo a casa.
- ¡Mil gracias! ¡me has salvado la vida! - dijo dando un salto de felicidad
- Jajaja, no es para tanto…
- Por cierto me llamo Marcela ¿y tú?
- Encantado. Yo soy Carlos - se estrecharon las manos.
Marcela llamo a la grúa y minutos más tarde esta se llevó su coche a un taller para repararlo. Carlos la llevó a su casa. Esta se lo agradeció enormemente y le dijo que cualquier cosa que necesitase ella se ofrecía para ayudarlo.
Paula  llegó a su cuarto y dejó las bolsas en el suelo. Tenía un gran dilema: ¿Qué hacer con toda esa ropa? Tendría que deshacerse de su antigua ropa para que la nueva le cupiese en el armario o sino necesitaría un armario más grande.
Finalmente decidió retirar toda la ropa que estaba es su armario y poner la nueva ropa en su lugar. Hecho esto comenzó a preparar su plan. Esa noche sería decisiva. Estaba decidida a dar ese empujoncito a Pedro . Tenía que arriesgarse y comprobar si lo que Marcela decía era cierto. Si Pedro  la convencía de que sentía lo mismo que ella por él le diría todo lo que sentía, le abriría su corazón y le demostraría todo su amor.
Se vistió, se rizó el cabello y se maquilló. Quería estar perfecta. Con la respiración agitada, el corazón latiéndole fuertemente y muy nerviosa se detuvo ante el espejo. Nunca antes se había arreglado tanto. No sabía si merecería la pena o no. Pero de una cosa estaba segura, y era de que si no arriesgaba se arrepentiría el resto de su vida.
Pedro  llegó a casa, aparcó el coche en el garaje y se dirigió a la puerta principal. Sacó las llaves del bolsillo y cuando se disponía a meter la llave por la cerradura algo lo detuvo. Pegado sobre la mirilla había un sobre blanco. Extrañado lo despegó y lo abrió. Dentro había una nota escrita a mano. Cuando la leyó una sonrisa se dibujó en su cara. La nota decía:
TENEMOS ALGO PENDIENTE… ¿RECUERDAS?
TE ESPERO EN EL JARDÍN DE ATRÁS.
Volvió a meter la nota en el sobre y se lo guardó en el bolsillo. Nervioso y muy intrigado por lo que iba a suceder rodeó la casa y llegó al jardín.
Paula estaba de pie junto a una mesa distraída en sus pensamientos. No, aquella chica no era Paula, no era la chica de barrio que él había conocido días atrás. La que vestía pantalones gastados y el pelo recogido en una larga cola. La mujer que estaba frente a él era completamente distinta. Estaba preciosa, tanto como una princesa. Su princesa.
- Hola - dijo Paula cuando alzó la mirada y lo vió acercarse.
- Estás preciosa - le dijo besándola en una mejilla.
- Gracias - dijo mientras notaba que se ponía colorada por el piropo.
- Siento ser tan impaciente, pero tengo mucha hambre - dijo mirando la cena que había sobre la mesa.
- Yo también.
Ambos se sentaron a la mesa y comenzaron a comer la deliciosa cena. No dejaban de mirarse ni de sonreírse. Estaban felices. Parecía que por fin todo empezaba a ir bien entre ellos.

Delicioso Amor: Capítulo 31

- Porque me caes bien y perdón pero tú ropa no me gusta nada, necesitabas una renovación de vestuario.
- ¿Porque siempre te metes con mi ropa? - preguntó molesta.
- Porque siendo tan linda como eres deberías aprovecharlo más.
- ¡No quiero ser una muñequita de plástico obsesionada con la moda! ¡asi que búscate a otra para tus experimentos! - gritó enfurecida y salió de la tienda.
Marcela no podía dar crédito a lo que acababa de escuchar. En ningún momento había pretendido cambiar de imagen a Paula, solo quería ayudarla a verse más guapa. No era su intención ofenderla y hacerla sentir mal.
- ¿Es eso lo que te parezco? - dijo siguiendo a Paula- ¿una muñequita de plástico?
Paula se detuvo y se volvió para mirarla.
- Mi intención era pasar un rato contigo comprando ropa, perdón si te he ofendido en algo. Solo intentaba se tu amiga.
- No me gusta que decidan por mi. Deberías habermelo dicho desde el principio. Yo no soy como tú y nunca lo seré, precisamente porque se de donde vengo y estoy orgullosa de ello.
- Yo nunca he dicho que seas como yo, ni siquiera lo he pensado. Tú eres como eres y eso lo respeto. Aclarado todo vamos a seguir con lo nuestro - se dió la vuelta y volvió a entrar en la tienda.
Horas más tarde las dos llegaron al coche cargadas de bolsas. Las guardaron en el maletero y se metieron al coche.
- ¿Tú siempre te sales con la tuya verdad? - le preguntó Paula.
- Mmm... - se quedó un segundos pensando - ¡si!
- ¿Con los hombres también?
- Jajaja, buena pregunta. No siempre... pero casi siempre
- ¡Vaya! Pues vas a tener que enseñarme tu táctica... porque yo nunca los entiendo.
- No es cuestión de entenderlos, es cuestión de saber lo que piensan y hacerlo.
- ¡Peor me lo pones!
- Es muy sencillo. Un hombre nunca te va a decir lo que siente hasta no estar completamente seguro, y aún asi es difícil que lo haga.
- ¿Difícil? ¡misión imposible!
- Tú solo dale un empujoncito a Pepe y verás como cae redondito a tus pies.
A Paula se le iluminó la cara y se le dibujó una sonrisa.
- Creo que ya se por donde vas...
Marcela llevó a Paula a su casa, se despidieron y ella se fue para la suya.
Como no le gustaba conducir sola, puso un poco de música, así el trayecto sería más ameno y corto. Pero de repente el coche empezó a hacer ruidos muy raros. Ella no entendía mucho de coches, pero decidió hacerse a un lado de la carretera y mirar si la avería tenía solución.
Paró el coche, apagó el motor y se bajó de el. Cuando abrió el capo empezó a salir humo. Intentó guardar la calma y buscar una solución. Siempre le quedaría llamar a una grúa.
Estaba a punto de llamar a alguien para que la fuese a buscar cuando un coche aparcó detrás del suyo y salió un chico de dentro.
- ¿Te puedo ayudar? - dijo acercándose a ella.
Marcela se quedó mirando los ojos verdes de la persona que tenía delante.
- Decía que si necesitas ayuda.
- Ah… si, si claro - respondió sin dejar de mirarlo a los ojos - a empezado a hacer ruidos raros y cuando he parado el coche a empezado a salir humo.
- Vas a tener que llamar a una grúa. Creo que tu coche tiene una avería grave - dijo echando un vistazo al motor.

sábado, 30 de mayo de 2015

Delicioso Amor: Capítulo 30

- Te prometo no contárselo a nadie.
- Ok - hizo una pausa y continuó - Cuando aún estábamos en el colegio, los profesores organizaron un concurso de cocina, a él siempre le ha gustado cocinar, y decidió apuntarse al concurso. Lo mantuvo en secreto, no se lo contó a nadie excepto a Marcos y a mi, sabía que su madre estaría de acuerdo, pero su padre se opondría.
- ¿Entonces que pasó?
- Cuando llegó el día, los 3 estábamos muy nerviosos, nosotros dos éramos sus ayudantes, pero gracias a dios todo salió bien.
- ¿Ganaron? - preguntó emocionada.
- Si, pero fue lo peor que pudo pasarnos.
- ¿Lo peor? - frunció el ceño.
- Justo en el momento en el que nos estaban dando el trofeo apareció su padre y se lo llevó a la fuerza.
- ¿Qué? ¿cómo fue capaz de hacer algo asi?
- Lo mismo se preguntó la gente que estaba allí.
- ¡Pobre Pedro! - dijo compadeciéndose de él.
- Sintió tal humillación que juró no volver a cocinar en su vida.
- ¿Y lo ha cumplido?
- Si, pero solo hasta que tú llegaste.
Paula se quedó callada. No sabía que decir. De repente un recuerdo le vino a la mente.

FLASHBACK

- ¿En serio? ¿tenías miedo de que murieran intoxicados?
- Es que nunca he tenido la oportunidad de cocinar para nadie.

FIN FLASHBACK
- ¿En que piensas? Te has quedado callada.
- En que debería de aprender a cerrar la boca, así no metería la pata cuando hablo.
- ¿Pasa algo?
- No, nada. Cosas mías, yo ya me entiendo.
- Ok. Bueno ya hemos llegado.
- ¿Que hacemos aqui?
Marcela aparcó el coche y las dos se bajaron de el. Estaban en un centro comercial. Uno de los mejores y más caros de la ciudad. Paula nunca había estado allí.
- Querida necesitas un "fashion emergency",pero tranquila, tienes a una experta para ayudarte.
- ¿Un fashion que? No se lo que es eso, pero suena muy raro.
- Jajaja. Pronto lo entenderás, vamos dentro.
Paula enseguida entendió porque Marcela la había llevado allí. Quería comprarse ropa y necesitaba que alguien la acompañase. Pero lo que ella no sabía era que toda la ropa estaba comprando era para ella.
- Toma esto... y esto... y... esto también - decía Marcela mientras le daba un montón de ropa a Paula.
- ¿Te vas a comprar todo esto?
- Deja de hacer preguntas y ve a probártelo.
- ¿Yo? ¿no será mejor que te lo pruebes tú?
- Lo haría si la ropa fuese para mi.
- ¿Y entonces para quién es? - preguntó Paula.
- ¡Para tí! ¿para quién sino?
- Marcela te agradezco mucho tú ayuda, pero yo no puedo permitirme esto.
- Lo se, por eso te lo voy a pagar yo.
- ¿que? ¡de ninguna manera! No voy a aceptarlo - dijo dejando la ropa sobre una mesa y negando con la cabeza.
- ¿Pero porque? ¿es que no te gusta la ropa?
- ¡Claro que me gusta! Es preciosa, pero no puedo aceptar que me la compres tú. No se cuando podré devolvértelo.
- Mira Paula, el dinero está para gastarlo. La próxima vez pagas tú y ya está. Tu situación económica a mejorado, así que deja de protestar y ve a probarte esa ropa ahora mismo.
- Con una condición.
- ¿Cual?
- Que me digas porque estás haciendo todo esto.

Delicioso Amor: Capítulo 29

Cuando Pedro por fin decidió que ese era el momento de besar a Paula y decirle todo lo que sentía por ella, todo se estropeó para desgracia de ambos.
- ¡Hi friends! - se oyó que decía una voz.
Paula cerró los ojos y apretó los dientes maldiciendo para si a la persona que interrumpía un momento como ese. Entonces se volvió y vió la figura de Marcela acercándose muy sonriente.
- ¡Ups! - dijo llevándose una mano a la boca - creo que interrumpo…
- ¡Como crees! - dijo Paula irónicamente - yo ya me iba ¿verdad Pedro?
- Si, si… - dijo siguiéndole el juego.
Estaba a punto de marcharse cuando Marcela la detuvo.
- Es que precisamente es contigo con quien quiero hablar.
- ¿Conmigo? - preguntó frunciendo el ceño.
- Si contigo, tienes que venir conmigo urgentemente.
Paula miró a Pedro  como buscando una respuesta, pero este te encogió de hombros.
- ¿De que quieres hablar?
- Ven conmigo, te lo explicaré por el camino.
Marcela empezó a andar pero Paula se quedó quieta.
- ¿Vienes conmigo o te vas a quedar ahí quieta como un cactus?
- ¿Eh? Si… si, ahora voy.
Marcela se alejó y se dirigió a la puerta principal donde tenía aparcado el coche.
- Tenemos una conversación pendiente.
Paula sonrió levemente.
- Claro… luego nos vemos, bye - le besó en la mejilla y se alejó corriendo de allí.
Minutos después las dos se encontraban en el auto de Marcela.
- Parece que anoche las cosas fueron bien ¿no? - preguntó ella rompiendo el silencio.
Paula se sonrojó.
- Hacen buena pareja, y la verdad no me importaría tenerte como cuñada.
- Eso es mucho decir.
- ¿Por qué? ¿no te gusta? Porque está claro que tú a él si.
- ¿Tú crees? Yo no estaría tan segura - dijo mirando por la ventanilla.
- ¡Vamos! ¿no me digas que no lo has notado?
- ¿Notar el que? - le dijo mirándola
- Las señales.
- Marcela ahora sí que no entiendo nada - dijo llevándose las manos a la cintura.
- ¡ay! ¡no hay peor ciego que el que no quiere ver!
- Deja de hablar en clave y explícame de una vez cuales son esas "señales" que se supone que yo no veo.
- Esta bien, pero de esto ni una palabra a nadie. Mucho menos a Pedro  ¡sino me mata! - dijo pasándose el dedo índice por el cuello.

Delicioso Amor: Capítulo 28

- Hola!! - saludó Adela cuando vió a Pedro entrar por la puerta.
- Buenos días
- ¿ya estás mejor?
- Si eso creo. Al menos no me duele tanto la cabeza
- Me alegro - le respondió con una sonrisa.
Pedro buscó a Paula con la mirada.
- ¿Y Paula
- Está en el jardín, creo que ha ido a tomar el sol.
- Ok, gracias - y salió de la cocina.
Paula estaba tumbada en una hamaca leyendo un libro que había cogido de la biblioteca. Siempre le había gustado leer, y aprovechando que tenía el día libre decidió leer un poco.
Pedro salió de la casa y la rodeó hasta llegar a la parte trasera donde estaban las piscina y el jardín. Allí estaba ella. Tan guapa como siempre leyendo un libro. Antes de acercarse se detuvo unos minutos a mirarla. ¿Qué tenía ella para no poder dejar de mirarla?
Paula  estaba tan entretenida que no se dio cuenta de que él llegó hasta que su sombra le tapó el sol, entonces alzó la vista y lo vió.
- ¿Podemos hablar?
- Claro.
Paula  cerró el libro, se sentó para hacer sitio a Pedro y esse te sentó a su lado.
- ¿De que quieres hablar?
- De lo que pasó anoche
- Anoche no pasó nada.
- Bueno, de todas formas quiero saberlo.
- ¿Hasta donde recuerdas? - preguntó Paula.
- Lo último que recuerdo es que tú te fuiste a tu cuarto muy enfadada.
- ¡Es que estaba muy enfadada! - exclamó.
- No entiendo porque, al fin y al cabo a ti no te hice nada.
- ¡Ja! - rió irónicamente - ¿te parece poco mentir diciendo que yo estaba enferma?
- Es que… tenía mis motivos - dijo él mirando al suelo.
- ¿Cuáles? Creo que deberías contármelos.
- No es buena idea - dijo negando con la cabeza y mirándola a los ojos.
- ¿Y porque no? - preguntó ella acercando su cara a la de él.
Pedro  tragó saliva.
- ¡No hagas eso! - dijo poniéndose de pie furioso.
- ¿El que? Preguntó Paula sin entender nada.
- ¡Lo que acabas de hacer! - dijo dándole la espalda.
"¡beep Paula!" se dijo "¿Cómo has podido pensar que el quería algo contigo? ¡no seas tonta! ¡él te odia! Será mejor que busques alguna excusa par irte de aquí y librarte de esta incómoda situación" pensó.
"¿Ha sido imaginación mía o ella estaba a punto de besarme? ¡no, no! Eso no e posible ¿o si? ¡ay tengo la cabeza echa un lío! ¡ya no se ni que pensar!" se decía para si Pedro.
Paula  se puso de pie y comenzó a caminar. Pasó por al lado de Pedro y lo dejó atrás. Este se le quedó mirando. Cuando pudo reaccionar le dijo:
- Aún no me has contado que pasó anoche.
Paula se detuvo.
- Ya te he dicho que no pasó nada.
- ¿Y entonces porque he aparecido en mi cama sin ropa?
Paula  conteniéndose para no sonreír, se volvió y se acercó a él.
- Porque yo te llevé hasta tu cuarto y luego…
Ahora fue él quien se acercó a ella. Estaban muy cerca el uno del otro. Sus labios casi se rozaban. Cuando…

Delicioso Amor: Capítulo 27

Paula abrió los ojos y miró al despertador. Eran las 3 de la madrugada. Comenzó a dar vueltas en la cama y como no lograba dormirse bajó a la cocina a tomar un vaso de leche.
La luz de la cocina aún estaba encendida. Pedro seguía allí. Estaba sentado y recostado sobre la mesa sujetando con una mano la copa. Dormía placidamente.
Paula  se acercó a él y le acarició el pelo. Decidió despertarlo para que fuese a descansar, sino cuando se despertase al día siguiente se le añadiría al dolor de cabeza el de la espalda.
- Pedro… Pepe… - dijo agarrándolo de un hombro e intentando despertarlo.
- Umm… - dijo él abriendo los ojos lentamente.
- Vamos despierta, es tarde.
- ¿Qué hora es? - dijo incorporándose.
- La hora de ir a dormir, vamos te acompaño a tu cuarto.
Con gran esfuerzo Paula le ayudó a salir de la cocina y a subir las escaleras. Lo llevó a su cuarto y lo recostó sobre la cama. Se quedó mirándolo unos segundos. Él estaba medio dormido y no se enteraba de nada. Le quitó la ropa hasta dejarlo en boxers y le tapó con una manta.
A la mañana siguiente en cuanto Pedro se despertó se llevó las manos a la cabeza. Tenía un enorme dolor de cabeza y no recordaba nada de lo ocurrido la noche anterior.
- ¡Auchhh mi cabeza! Me va a estallar - se quejó.
- ¡Te aguantas! Eso te pasa por beber tanto - dijo Paula entrando en su cuarto con una taza de té entre las manos.
Pedro se incorporó y se sentó en la cama.
- Toma - le ofreció la taza - con esto se te calmará el dolor de cabeza.
Él cogió la taza y dio un sorbo a la bebida.
- ¡Buaggh! - protestó escupiendo el líquido.
- Jajaja, más vale que te lo tomes… sino no podrás levantarte de la cama.
- ¿Tú me quieres envenenar o que?
- Créeme que si quisiese envenenarte ya lo habría hecho.
- ¿Osea que ganas no te faltan?
- Bébetelo de una vez, te aseguro que frío saber peor.
Pedro bebió un par de tragos más sin rechistar. A pesar de que la bebida estaba caliente él sintió un escalofrío, entonces se miró y se dio cuenta de que solo llevaba los boxers.
- ¡Ey! ¿y mi ropa?
- Ahí - dijo señalando el pie de la cama.
- ¿Y…? ¿Qué hace ahí?
Paula lo miró incrédula.
- ¿No te acuerdas?
- Mmmm… no - dijo avergonzado.
Paula  se rió.
- ¿Qué te hace tanta gracia? - gruño enfadado.
Paula le quitó la taza, se puso en pie y se encaminó hacia la puerta.
- Por cierto… bonitos corazoncitos… - dijo antes de salir de la habitación.
- ¿Corazoncitos?
Entonces levantó la manta con los brazos y vió que llevaba puestos unos boxers negros con el dibujo de unos corazones.
- ¿Cómo está? - preguntó Adela nada más ver a Paula.
- Bien… se recuperará pronto
- Si no es indiscreción… ¿le puedo preguntar lo que pasó anoche?
- Nada y todo.
- Hija… con eso me lo aclaras todo.
Las dos se echaron a reír y Paula le contó lo ocurrido la noche anterior.

viernes, 29 de mayo de 2015

Delicioso Amor: Capítulo 26

Marcela entró en la cocina como un rayo.
- Marcos nos tenemos que ir urgentemente.
- ¿Por qué?
Lo agarró del brazo y lo arrastró hacia la puerta.
- Porque… porque yo lo digo y punto.
- ¿Marcela estas bien? - preguntó Pedro.
- Te dejo el campo libre, ya me entiendes… - le dice guiñando un ojo y salen de la cocina.
Paula  decidió seguir los consejos de Marcela y se vistió con la ropa que le había "arreglado". Se recogió el pelo y bajó a cenar.
Cuando abrió la puerta de la cocina se sorprendió al ver que la única luz que alumbraba era la de unas velas de color rojo que estaban sorbe la mesa. En lugar de vasos había copas, y junto a la mesa una cubitera con una botella de champán dentro.
- ¿Te gusta? - le susurró Pedro  al oído.
Ella no se había dado cuenta de que él estaba detrás suyo y se asustó.
- Creo que me he perdido algo ¿Qué celebramos?
- Nuestra reconciliación ¿te parece poco?
- Hasta donde yo se estamos en tregua nada más.
- ¡Vamos Paula  enterró  el hacha de guerra! Intento que nos llevemos bien, pero tú siempre estás a la defensiva.
- Lo siento… prometo intentarlo.
- ¡Asi me gusta!
Se sentaron a la mesa y empezaron a cenar.
- He conocido a Marcela.
Pedro  que en ese momento estaba bebiendo se atragantó.
- Es muy simpática.
- Si, lo es.
- ¿Por qué le has mentido?
- ¿A quien? ¿a Marcela?
- ¡No a mi sombra! ¡pues claro!
- Pues…
- ¿Te avergüenzas de presentarme a tus amigos?
Él no supo que responder.
- Tú silencio me lo dice todo - dejo la servilleta que tenía en las rodillas sobre la mesa y se puso de pie - gracias por la cena, pero no se a que ha venido tanto esfuerzo.
- ¿Cómo que a que ha venido? Lo he hecho por tí- se levantó.
- ¿Por mí? ¡ja! ¡No te creo!
- No tengo por que mentirte.
- ¿Y a Marcela sí? ¿Por qué habría de creerte cuando mientes a tus propios amigos?
- Tenía mis motivos.
Paula se cruzó de brazos esperando una explicación, pero Pedro  guardó silencio.
- ¿Podemos seguir cenando? - dijo haciendo un gesto con la mano para que Paula se volviera a sentar.
- Gracias pero no tengo hambre - dicho eso se fue de la cocina.
Paula  llegó a su cuarto y se tumbó boca a bajo en la cama. Cogió la almohada y escondió debajo la cabeza "¿Por qué los hombres no vendrán con un manual de instrucciones?" se preguntaba una y otra vez. Su abuela le decía que siguiese a cu corazón, pero en ese momento su corazón estaba dolido. "¿Por qué a veces me trata tan mal y otras es tan tierno? " pensando en eso se quedó dormida.
"Estúpido, eso es lo que eres Pedro" se reprochó a si mismo "¿tanto te cuesta decirle lo que sientes? ¿tan difícil es decirle que todo esto lo has hecho porque te importa? Ahora piensa que te avergüenzas de ella"
El hielo de la cubitera se estaba derritiendo y la champaña se echaría a perder. Sacó la botella, la descorchó y se sirvió una copa.

Delicioso Amor: Capítulo 25

"Me ha parecido oír un ruido" pensó Marcela mientras caminaba por el pasillo "Creo que viene de esa habitación" se dijo señalando el cuarto de Paula.
De repente la puerta de su cuarto se abrió y apareció una chica rubia vestida muy elegante.
- ¡Ups! Perdón, pensaba que este era el cuarto de baño - dijo haciéndose la despistada.
- El baño está dos puertas más allá, pero si quieres puedes pasar al mio.
- ¡Oh! Gracias muy amable - dijo entrando dentro y cerrando la puerta.
Paula no contestó, siguió mirando su ropa.
- Perdona mi atrevimiento pero… ¿nos conocemos?
Paula se volvió.
- Creo que nos vimos en el restaurante, yo era la camarera.
- ¿Tú? Con razón me sonaba tu cara.
- Yo soy Paula - dijo tendiéndole la mano - pero puedes llamarme Pau.
Marcela en vez de eso le dio dos besos.
- Yo soy Marcela, mucho gusto.
Paula se quedó mirándola.
- Igual suena raro… ¿me podrías ayudar a elegir algo? - dijo señalando su ropa.
- ¡Obvio! Veamos que tienes…
Se acercó al armario y tras ojear la ropa dijo:
- Querida… tenemos un gran problema
Paula  la miró extrañada
- ¿Cuál?
- ¡No veo nada decente entre esta ropa!
- ¿Y entonces que me pongo para bajar a cenar?
Marcela empezó a entender todo.
- ¡claro! Tú eres la persona con quien va a cenar Pedro ¡como no me he dado cuenta antes!
- ¿Es que no os ha dicho que vivo aquí?
- ¿Cómo? ¿tú vives aquí?
- Si, desde hace unos días.
- Entonces tú eres la chica que iba a venir a vivir aquí.
- Si, esa misma.
- Pero… hay una cosa que no entiendo… ¿Por qué me ha dicho que estás enferma? Yo te veo bien de salud.
- ¿Enferma?
- Será que le entendí mal… En fin… vamos a lo nuestro.
Marcela cogió una falda larga y comenzó a cortarla con unas tijeras, luego cogió una camiseta, le cortó las mangas y le hizo un gran escote.
- ¡Ey! ¿Por qué le haces eso a mi ropa? - protestó Paula - a mi me gusta como esta.
- A mi también, créeme, pero necesitaba unos arreglitos.
- ¿Arreglitos? ¡mira lo que le has hecho a mi falda! ¡Un poco más y me dejas sin tela!
- Vas a cenar en una cocina ¡no en el comedor de un convento!
- Por eso mismo, no pienso ponérmela.
- Querida… ¿quieres impresionar a Pepe o no?
Paula  se sonrojó.
- Mira… si Pedro esta dispuesto a cocinar es porque algo importante quiere conseguir, créeme que después de todo lo que le pasó… - se quedó callada, había hablado más de la cuenta.
- ¿Qué le paso? - preguntó Paula.
- Será mejor que se lo preguntes a él. Ahora me tengo que ir. Espero verte pronto, bye.
Se despidió y salió de la habitación dejando a Paula intrigada.

Delicioso Amor: Capítulo 24

  - Por que no has parado de hablar de él desde que has llegado.
- ¿Si? - dijo sonrojándose - si te digo la verdad no me he dado cuenta.
- ¿Y tú le gustas a él?
Paula se quedó pensando en lo que Pedro  le dijo a la hora del desayuno, ¿sentiría algo por ella? ¿o solo tenía intenciones de llevarla a la cama?
- Quien sabe… - dijo no muy convencida.
- ¿Y porque no se lo preguntas?
- ¿Que? ¡tú estás loco! ¿Cómo le voy a preguntar eso?
- Entonces tendrás que averiguarlo - le aconsejó Carlos.
Pedro se dio por vencido
- Está bien, vayan  a la cocina y les  cuento todo.
Cerró la puerta y los 3 se dirigieron a la cocina. Una vez allí empezó a hablar.
- Lo que pasa es que fui a la bodega a por la botella porque mis padres van a venir dentro de unos días y quería recibirlos de un modo especial - mintió.
- ¿Y a que se debe ese milagro de que aparezcan? - dijo Marcela.
- Supongo que se habrán acordado de que tienen un hijo.
-¡que buenos padres! - dijo irónicamente ella.
- ¿Entonces no hay nadie más en la casa? - intervino Marcos.
- Solo la chica esa, pero está en su habitación. Está enferma y necesita guardar reposo.
- ¡Que lástima! yo quería conocerla - se lamentó Marcos.
- Será en otra ocasión. - dijo Pedro.
Paula llegó a la puerta. Iba a tocar el timbre pero recordó que tenía llaves se dijo que ese era un buen momento para empezar a utilizarlas.
Cuando Pedro  oyó el sonido de la puerta salió corriendo de la cocina para evitar que Paula entrara y sus amigos la vieran. Estos por su parte no entendieron porque se había ido de esa manera.
- Hola… ya has vuelto.
- Si… te dije que vendría para la hora de cenar.
- La cena aún no está preparada… si quieres yo te aviso cuando lo esté.
- Ok, gracias. Voy a cambiarme de ropa.
- Bien, hasta ahora.
"¿Y ahora que hago para que mis amigos no me arruinen la cena? ¿Cómo les digo que se vayan?" se preguntaba rascándose la cabeza "tengo que hacer algo para que no se enteren de que Paula está arriba y a punto de bajar "
- ¿Dónde beep se metió? - preguntó Marcos impaciente.
- No se… pero algo nos oculta… esta muy raro
- ¿raro? ¿más raro de lo que es normalmente? Ufff… ¡pues ya es difícil!
- Jajaja ¿sí verdad?
En eso llegó Pedro  a la cocina.
- Bueno, siento deciros esto pero mañana tengo que madrugar y se está haciendo tarde.
- Claro, ahora mismo nos vamos… pero antes tengo que ir al baño un momento, ¿puedo? - mintió
- Por supuesto, está arriba al fondo del pasillo
- Gracias, ahora regreso.
Marcela salió de la cocina y subió las escaleras. "¡Si crees que me voy a tragar eso de que mañana tienes que madrugar lo llevas claro!" pensó "hay algo o alguien que no quieres que veamos, pero yo lo voy a averiguar como me llamo Marcela" dijo convencida.
Paula  estaba en su cuarto frente al armario pensando que ropa se iba a poner. Generalmente no tardaba más de un minuto en elegirla, pero por alguna razón esa vez no terminaba de decidirse.
De repente la puerta de su cuarto se abrió.

jueves, 28 de mayo de 2015

Delicioso Amor: Capítulo 23

Pedro llegó a la cocina casi sin aliento. Quería tenerlo todo perfecto y listo para cuando llegara Paula.
- Adela, ¡menos mal que estás aquí! Necesito tu ayuda.
- ¿Qué ocurre? ¿no te sientes bien?
- Si, si… perfectamente, solo que necesito que te quedes un poco más de tiempo.
- Lo siento, pero no va a poder ser. Hoy es el cumpleaños de mi marido y vamos a ir a celebrarlo.
- ¡Que mala suerte la mia! ¿y ahora que hago? - dijo llevándose las manos a la cabeza.
- ¿Pero que pasa? No entiendo nada.
- Quería que me ayudaras a preparar una cena especial…
- ¿Y porque no encargas algo por teléfono? A tus amigos no creo que les importe mucho.
- Es que no es para mis amigos… es para otra persona...
- Siento no poder quedarme… pero ya verás como todo sale bien. Si se cocina con amor siempre se acierta.
- ¿Pero como…?
- ¡Ay mi niño! Te conozco demasiado bien. Seguro que a Paula le encanta lo que vayas a preparar. ¡suerte!- se despidió y salió de la cocina.
Pedro se quedó paralizado y sin poder reaccionar. Si en ese momento un huracán hubiese azotado la cocina el ni se hubiese dado cuenta. ¿Cómo sabía Adela que la cena era para Pau? ¿y que quiso decir con eso de "si se cocina con amor siempre se acierta"?¿se estaría enamorando?
- Cuéntame todo con lujo de detalles - dijo Carlos sentándose en el sofá junto a Paula.
- ¿Qué quieres que te cuente?
- ¡Todo!
- ¿Todo? Ufff… ¡pues si te cuento todo vamos a estar aquí hasta que nos salgan canas!
- Jajajaja. Entonces solo la versión resumida.
- Jajaja, si será lo mejor.

Pedro  fue a la bodega y escogió una de las mejores botellas de champaña que había. Cuando iba de camino a la cocina sonó el timbre y rezó para que no fuese Pau. Tuvo suerte y no era ella, pero la visita no le dejó indiferente.
- ¿Qué hacen  ustedes  aquí?
- ¡Vaya! Gracias por el recibimiento - dijo Marcos entrando dentro.
- Si la montaña no va a Mahoma… - dijo Marcela dándole dos besos y entrando dentro.
Pedro  no tuvo más remedio que atender a sus amigos. No podía echarlos, porque se lo tomarían mal, pero tampoco quería que estuviesen allí. Paula no tardaría en llegar y todo lo que tenía preparado se iría al traste si sus amigos estaban allí por mucho tiempo.
- ¿A que han venido?
- Como no das señales de vida hemos venido para ver si estabas vivo.
- Pues ya ven que estoy perfectamente. Ya se pueden marchar.
- ¿Nos estás echando? - dijo Marcela indignada después de haberse tomado la molestia de ir hasta su casa para visitarlo.
- No pero…
- Mira eso - exclamó Marcos a Marcela señalando la botella que Pedro llevaba en la mano.
- ¡Haberlo dicho antes caray! Si estás con alguien nosotros nos vamos - dijo Marcela.
- ¡Claro que no! Yo quiero que me la presentes.
Marcela le dio un codazo a Marcos.
- La verdad es que estoy solo, pero me apetecería descansar un rato.
- ¡Si claro y yo me chupo el dedo! Hasta que no nos digas con quien estás no nos movemos de aquí. - dijo Marcos sin darse por vencido.


- Entonces te gusta - afirmó Carlos.
- ¡No! ¡como crees! - dijo Paula levantándose del sofá.
- Vamos Pau, confieso que sí, se te nota.
- ¿Porque dices eso? - preguntó con el ceño fruncido.

Delicioso Amor: Capítulo 22

Pedro  se quedó quieto y en shock. No esperaba esa reacción en Paula . Al ver que ella avanzaba hacia delante él aligeró el paso hasta estar a su lado.
- ¿Conoces esto? - preguntó él girando el dedo índice refiriéndose a los sitios por donde pasaban.
- Si, como la palma de mi mano.
- Ah…
- ¿Por qué?
- No… por nada - se limitó a decir.
- ¡Venga ya! Las cosas no se preguntan porque si.
- Es que… ¡bah déjalo!
- No dímelo. Quiero saberlo.
- Pues que me extraña que tú hayas estado viviendo aquí.
- ¿Y que tiene de raro?
- No se… es que eres… para haber vivido aquí no te comprotas como… ya sabes… - no supo explicarse.
- Ya… como una chica de barrio ¿no?
- Si eso.
- Que sea de barrio no quita que tenga modales o que no sepa hablar con propiedad - se defendió ella.
- No quise ofenderte.
- No ofende quien quiere, si no quien puede… - le sonrió satisfecha por sus propias palabras.
- ¿No estábamos en tregua?
- Si… pero yo no he empezado.
- Vale ¡mea culpa! - puso las manos en alto.
- Perdonado. ¿nos vamos?
- Bien. ¿A dónde quieres ir?
- Tú no se, pero yo tengo cosas que hacer.
- ¿Y que tienes que hacer?
- Voy a ir a ver a Carlos, tengo cosas que hablar con él.
Esto enfureció a Pedro, quien no pudo ocultar su enfado.
- ¡Pues vete con él! - le gritó - ¡pero yo no pienso llevarte!
- ¿Y quien te ha dicho que quiero que me lleves? - dijo guardando la compostura.
-Claro, debí suponer que tu noviecito vendría en tu busca ¿no?
Paula no pudo evitar reirse por dentro. Él pensaba que Carlos era su novio ¡pero lo mejor de todo era que estaba celoso! Tuvo que aguantar las ganas para no soltar una gran carcajada. Por un momento se imaginó a ella y a Carlos paseando juntitos de la mano. "¡que escena tan graciosa!" pensó. "¿le digo la verdad o le hago sufrir un poco?" dudó.
- Asi que según tú Carlos es mi novio ¿no?
- ¿Cómo que según yo? - preguntó frunciendo el ceño.
- No se porque tienes celos de Carlos, y me hace mucha gracia porque no tienes ningún motivo. Carlos es mi mejor amigo.
- ¡Yo no estoy celoso! - dijo molesto.
- ¡Claro que lo estás! - dijo pellizcándole las mejillas - ¡y me encanta!
Entonces él le empezó a pellizcar las suyas.
- ¿Y porque?
- Porque eso quiere decir que te gusto.
- ¿Tú a mi? Jajaja.
- Si, si. Se te nota a leguas - afirmó ella.
- A tí también cariño.
Paula  se soltó las mejillas repentinamente.
- ¿Cómo me has llamado?
- ¿Yo? Pues no se… - se hizo el loco y soltó sus mejillas.
- Me has llamado cariño.
- Puede… ¿te ha gustado que te llame así?
- Puede… ¿a tí como te gusta que me llamen?
- Tú puedes llamarme como quieras - le sonrió.
- Ok, ya pensaré en algo.
Fueron hacía el coche y después de haber aclarado el asunto, Pedro  decidió llevar a Paula  a casa de Carlos. Ella se lo agradeció mucho, y le dijo que para la hora de cenar estaría en casa, así que si él quería podrían cenar juntos. La noticia no pudo hacer más feliz a Pedro, quien pisó fuerte el acelerador en cuanto dejó a Paula  en casa de su amigo y fue rumbo a su casa pensando en una receta para cocinar.

Delicioso Amor: Capítulo 21

Los dos se volvieron y Paula fulminó con la mirada a Juan.
- Lo siento, ni he podido evitar escucharlos - dijo encogido de hombros.
- ¡Tú a lo tuyo! Esta conversación es de dos - le regañó Paula.
- Perdón. No lo volveré a hacer.
Terminaron el primer plato, el segundo y ya estaban en el postre. Paula fue al baño y Pedro aprovechó para ir donde Paulo a preguntarle sobre Paula.
- ¿Te puedo preguntar algo? - le dijo
- Claro. Dispara.
- ¿Tú conoces a la familia de Paula?
- Paula no tiene familia.
- ¿Pero entonces porque has mencionado a su abuela?
- A su abuela la conocí, pero murió hace unos meses. Ya no tiene a nadie.
- ¿Y sus padres?
- Su padre las abandonó antes de que ella naciera. Era un desgraciado. Su madre murió cuando era pequeña. Su abuela fue quien la crió.
-No sabía nada.- le dijo sorprendido.
- Ya… me he dado cuenta…
En ese momento se abrió la puerta del baño y Paula  salió de dentro. Se acercó a ellos.
- ¿De que hablaban? - preguntó intrigada.
- Cosas de hombres… - dijo Juan guiñando un ojo a Pedro.
- Me estaba contando las novias que tuvo en su juventud.
- ¡Ah! Eso me lo has contado a mi muchas veces. Tenías a todas las mujeres loquitas por ti.
- Si… a todas menos a una… - los ojos se le entristecieron.
- Ella también te quería mucho, ya lo sabes.
- Si, si eso no lo dudo. Pero no como yo hubiera querido.
A Paula comenzaron a empañársele los ojos. La muerte de su abuela aún estaba reciente y recordarla la entristecía mucho, porque se daba cuenta de lo mucho que la echaba de menos.
Pedro al ver a Pau tan triste no pudo resistirse y la abrazó fuertemente. Paula  se agarró a él con fuerza. En ese momento lo que más necesitaba era un abrazo, aunque fuese el de él.
Pasaron así unos minutos. Cuando él vió que Paula  estaba un poco más calmada se separó un poco de ella, pero sin soltarla, y le preguntó:
- ¿Estás bien? - le dijo acariciándole una mejilla.
- Si…
- ¿Quieres que vayamos a dar un paseo?
- Si…
- ok, ¿Cuánto te debo? - le preguntó a Juan.
- Nada, invita la casa.
- ¡Como crees! Dime cuanto es.
- Invita la casa - le dijo de nuevo.
- Muchas gracias.
Paula reaccionó y se separó de Pedro. Él la cogió de la mano y salieron del lugar. A pesar de que tenían coche, caminaron a través de las calles. Paula caminaba mirando al suelo y él contemplaba los viejos edificios.
- Gracias - consiguió decir ella deteniéndose y mirándolo a los ojos.
- No tienes porque dármelas, solo hice lo que sentía.
- ¿Y que sentías? - preguntó con curiosidad.
- Sentía que necesitabas el abrazo de unos fuertes brazos como los mios
Paula  sonrió y le pegó en el brazo.
- ¡Oye! ¡eso no me lo esperaba! - dijo frotándose donde Paula  le había pegado.
- ¿No? - le sonrió picaramente - ¿y que esperabas?
- Umm.. - dijo pensativo - ¿Qué tal la tregua que te propuse?
- Bueno. Acepto.
Pedro le tendió la mano, pero Paula  en vez de eso le besó en la mejilla y siguió andando.

miércoles, 27 de mayo de 2015

Delicioso Amor: Capítulo 20

El local era subterráneo. Para entrar en el había que bajar unas estrechas y empinadas escaleras. Era un bar muy modesto, pequeño y de poco iluminación. Tras la barra estaba el dueño atendiendo a un par de clientes, que tras salir de trabajar se tomaban unas copas para ahogar sus penas y luego retomar su jornada laboral.
- Si, pero tranquilo, que no te va a pasar nada - le sonrió Paula.
- ¿Estas insinuando que tengo miedo?
- ¿Yo? ¡para nada! - rió - No es el Ritz pero la comida esta rica y es barata.
- Pues yo prefiero pagar más e ir a un sitio mas…
Paula se ofendió.
- ¡Nadie te obliga a quedarte! - dijo enfurecida y comenzó a bajar las escaleras.
- Vaya, vaya… ¡mira quien tenemos aquí! - se dan dos besos.
- ¡Yo también me alegro de verte Juan! ¿Qué recomiendas a una vieja amiga hambrienta?
- ¡Ya decía yo que esta visita no era de cortesía! ¡Solo me quieres por la comida! - le dijo en broma.
- Jajaja, sabes que como la tuya no hay ninguna.
- Lo se. Hoy tenemos macarrones con tomate y tortilla de patata.
- ¡Umm! - mojándose los labios - ya me está entrando el hambre.
Paula  se volvió y vió a Pedro apoyado en la barra.
- ¿Viene contigo? - preguntó Juan.
- … se pude decir que sí - dijo resignada mirando a Pedro.
Juan sonrió y fue a preparar la mesa para ellos.
- No me mires así. He cambiado de opinión.
- Mejor me callo… o sino voy a soltar un disparate.
- Pueden sentarse, ahora les sirvo - les interrumpió Paulo.
- Gracias - dijeron los dos al unísono.
Los dos se acercaron a la mesa y se sentaron el uno frente al otro.
- Aquí tienen, ¡buen provecho! Si necesitan algo me avisan.
- Ok gracias - le dijo Pedro.
Paula se concentró en la comida. No miraba otra cosa que no fuera su plato. Esto incomodó a Pedro, otra vez había metido la pata. No sabía como acertar, y eso le preocupaba. Quería acercarse a Paula pero cada vez que lo intentaba le salía mal.
- Están muy ricos (los macarrones)
Paula no levantó la mirada. Siguió concentrándose en la comida.
- Voy a tener que darte la razón - continuó él.
Ella dejó el tenedor sobre el plato y lo miró.
- No intentes arreglarlo, porque conmigo no te va a servir.
- Solo intento ser amable.
- ¡JA! - rió Paula irónicamente - tú no conoces esa palabra.
- ¿Por qué estás siempre a la defensiva? ¿te he hecho algo?
Paula arqueó las cejas.
- Desde que nos conocemos has sido todo menos amable. ¿y encima me preguntas si me has hecho algo? - volvió a agarrar el tenedor y pinchó los macarrones con fuerza.
- ¿Y si hacemos una tregua? Vamos a pasar muchas horas juntos y deberíamos llevarnos bien.
- No fuí yo quien empezó la guerra - le reprochó.
- Bueno. Me he portado mal. He sido grosero, te he ofendido y te he juzgado mal.
Paula sonrió. ¡por fin se había disculpado! Aunque en el fondo él siguiese pensando que ella era una muerta de hambre y una oportunista, por lo menos le alegraba el echo de que hubiese admitido sus errores.
- Sólo porque has admitido que la comida está buena y te has disculpado no voy a aceptar la tregua.
- ¡no le hagas caso! Le gusta hacerse de rogar, igual que a su abuela - dijo Juan desde la barra.

Delicioso Amor: Capítulo 19

Pedro  miró nuevamente a Paula. Ella no paraba de morderse las uñas desde que habían montado en el coche. Estaba tan nerviosa que necesitaba hacer algo para distraerse y lo único que se le ocurría era morderse las uñas.
- ¡Estate quieta! ¡me estás poniendo nervioso! - dijo apartándole la mano de la boca.
- Es que estoy nerviosa.
Dio un frenazo y el coche se detuvo.
- ¿Por qué? ¿Qué te pasa? - dijo en tono preocupado.
- He tenido una pesadilla horrible y no me la quito de la cabeza. - dijo apartando la mirada.
- ¡Ah! Pensaba que era algo grave… - arrancó de nuevo el coche.
- Para mi lo es.
- Cuéntamelo.
- ¡No!
- ¿Por qué? ¿Que tiene de grave que yo no pueda saber?
Ella no contestó y él empezó a reírse.
- Jajajaja. Ya entiendo…
- ¿El que? - la miró asustada pensando que ya lo habría adivinado.
- Has soñado conmigo ¿no es cierto?
Ella se ruborizó y miró por la ventanilla para que él no lo notara.
- ¿Y donde estábamos? Quiero saberlo… ¿en la cocina?
Ella cada vez se ponía más roja.
- No… ¿en el dormitorio? …tampoco… es muy típico…
- ¡Ya te he dicho que era una pesadilla! - le interrumpió enfadada.
- Vale, vale… como tú digas - sonrió.
Pedro  estacionó  el coche en el garaje de las oficinas y los dos bajaron del coche. Ella caminaba delante de él. Él no podía evitar mirar como se contoneaba al andar. No dejaba de pensar en lo que Mai habría podido soñar sobre ellos dos. ¿Realmente sentía algo por ella o solo era una atracción? No, ella tenía novio y por lo visto les iba muy bien. Tenía que olvidarse de ella y pensar en otras cosas… Como en el trabajo… sus amigos… Sí, llamaría a Marcos  y a Marcela y saldría con ellos esa tarde, así podría distraerse.
Pero pronto cambió de opinión…
A la hora de comer, Pedro fue al despacho de Paula y se quedó en la puerta viendo como ella ordenaba los papeles que había en su escritorio y los guardaba en los archivadores. Golpeó la puerta ligeramente con los nudillos y ella levantó la vista.
- Vengo a proponerte algo.
- Dispara - dijo con las manos en la cintura.
- ¿Aceptarías una invitación para comer?
- ¿Tuya? Jajaja
- Veo que ha sido mala idea, lo siento
Se giró dispuesto a irse, pero las palabras de Paula lo hicieron volverse.
- ¡EY! Yo no he dicho que no, simplemente me a sorprendido
- ¿Eso es un si? - preguntó emocionado.
- Con una condición.
- ¿Cuál?
- Yo elijo donde almorzar.
- Hecho.
- ¿Estas lista?
- Recojo esto y nos vamos.
Minutos más tarde, los dos estaban sentados en el coche de él. Paula  le indicaba el camino que debían seguir y el acataba sus indicaciones.
- ¿Queda muy lejos el sitio?
- Como a media hora de aquí, pero merece la pena el viaje, porque ponen la mejor comida del mundo, ya verás como no exagero.
- Jajaja, eso es mucho decir…
- Ok, tú ríete si quieres… Pero terminarás dándome la razón.
Pedro estacionó el coche en la parte trasera de un edificio cuya fachada estaba un poco deteriorada. Nunca había estado el aquella parte de la cuidad, todo aquello era muy distinto a lo que él estaba acostumbrado. Dieron la vuelta al edificio y cruzaron la carretera hasta llegar al otro lado de la calle.
- Aquí es, hemos llegado.
- ¿Qué? ¿Vamos a comer aquí?

Delicioso Amor: Capítulo 18

- ¿Estás nerviosa? - le preguntó él acariciándola la nariz con el dedo índice.
- ¿Por qué habría de estarlo? - intentando disimular.
- ¿Quizá porque estas temblando?
- ¡No estoy temblando! ¡quítate de encima mío!
- No. Tú no quieres que me quite.
- ¿Y que te hace pensar eso?
- Tus ojos. Veo en tu mirada todo lo que necesito saber - le sonrió descaradamente.
- Imaginaciones tuyas, ¡Apártate o empiezo a gritar!
- Nadie te va a oír. Estamos solos.
- ¿y entonces que me vas a hacer? - dijo muerte de miedo.
- Nada que tú ni quieras.
Paula abrió los ojos como platos. “¡será insolente!” pensó.
- ¿Entonces…? ¿Qué dices?
- Tengo ganas de dormir - mintió.
- ¿sola o acompañada? - le dijo con una sonrisa pícara.
- ¡Mejor sola que mal acompañada! - volvió a mentir.
Pedro  se puso de pie y salió de la habitación cerrando la puerta tras él. Realmente había hecho un esfuerzo por no quitarle la ropa y acariciarle cada centímetro de su piel, pero estaba claro que ella no sentía lo mismo. Al fin y al cabo tenía novio y no estaba dispuesta a perderlo por una aventura con él.
Aún tumbada en la cama se cubrió los ojos con ambas manos. Sabía que todo eso era una locura. Había hecho bien en reprimir sus instintos. En contenerse y no tocar ese fabuloso trasero que la volvía loca solo de pensar en el. Se desvistió y se puso el pijama. Se metió en la cama y cerró los ojos.
En otra ocasión no hubiese dudado en quitarle la ropa, pero ella era diferente. Tenía algo… no podía explicarlo con palabras. La comparó con Marcela. Eran pocos opuestos. Marcela era rubia y de ojos Verdes, de buenos modales y refinada. Paula en cambio era distinta, no se preocupaba por su físico, simplemente era ella.
Paula bajó a la cocina en cuanto se despertó. No quería encontrarse con él, aunque no podría evitarlo durante todo el día, por lo menos quería desayunar sola. Pero no le sirvió de nada. Él estaba allí sentado con una taza de café en una mano mientras que con la otra pasaba las hojas del periódico. Cuando la vio dejó la taza sobre la mesa y cerró el periódico.
- Buenos días - saludó ella.
- buenos días ¿has dormido bien?
- Si, perfectamente. ¿tú?
- Yo no.
- ¿Y eso? - dio un sorbo al café.
- No he podido evitar pensar en lo que podría haber pasado… ya sabes…
Paula escupió el café. Cogió una servilleta y comenzó a limpiar la mesa. Él solo se reía.
- ¡Yo no lo encuentro gracioso!
- Yo sí- le levantó, rodeó la mesa y se acercó a ella - pero esta noche si tú quieres… - le susurró al oído para después irse.
Al oír esas palabras Paula sintió como un escalofrío recorría todo su cuerpo. No pudo seguir desayunando. Subió a su habitación a darse una ducha.
Él entró en la ducha cuando ella estaba jabonándose el cuerpo. Ella al notar su presencia se volvió y le dió la esponja. Se puso de espaldas y él comenzó a frotarle la espalda con la esponja mientras le besaba el cuello.
Tiró la esponja al suelo y ella se dió la vuelta. Rodeó su cuello con sus brazos y comenzaron a besarse apasionadamente. A pesar de estar bajo el agua el calor de ambos comenzaba a subir. Ella entonces rodeó con sus piernas su cintura y él la apoyo contra la pared. Comenzó a besarle el cuello de nuevo mientras ella sentía que estaba en el paraíso.
El sonido de claxon hizo que Paula abriera los ojos. Sorprendida vió que estaba sola en la ducha…

martes, 26 de mayo de 2015

Delicioso Amor: Capítulo 17

Tras pasar la tarde con Carlos en el cine, Paula llegó a casa. Abrió la puerta cuidadosamente, paso dentro y la cerró. Estaba al pie de la escalera cuando se encendió la luz. Vió a Pedro frente a ella.
- ¿Dónde estabas?
- Por ahí.
- Eso no es una respuesta.
- No tengo porque responder.
La agarró del brazo y empezó a zarandearla.
- ¡Contesta!
Paula se soltó con esfuerzo.
- ¡No me toques! No tengo porque darte explicaciones de lo que hago o dejo de hacer.
- Si mientras vivas en mi casa.
- ¡Esta también es mi casa ahora! Créeme que si por mi fuera no estaría aquí.
- No lo entiendo - negó con la cabeza - ¿entonces porque estás aquí? ¿te obliga él verdad?
- ¿Él? - dijo extrañada - No se de quien me hablas.
- Del tal Carlos ese - dijo con desprecio.
Paula alzó la mano con intención de abofetearle, pero él tuvo reflejos y la agarró de la muñeca con una mano, con la otra la tomó por la cintura para acercarla a él y la besó.
Paula se quedó quieta, sorprendida por el repentino beso. En el momento abrió los ojos como platos, pero luego los cerró, como si así fuese a sentir con mas intensidad los labios de él. Él le soltó la muñeca y ella rodeó con sus brazos su cuello mientras el la sujetaba por la cintura.
“¡Dios mío que estoy haciendo! ¡esto es un error!” se dijo. Soltó sus brazos de su cuello, lo empujó y subió las escaleras corriendo para encerrarse en su habitación.
Pedro  se quedó quieto, preguntándose porque la había besado. Él no sentía nada por ella. La chica era guapa, para que negarlo, pero de ahí a que le gustase…
Paula  se tiró en su cama y se tapó la cabeza con la almohada “igual que los avestruces” de diría su abuela en esa ocasión, “así no vas a conseguir nada Pau. Los problemas van a seguir” le advertía la anciana cuando ella hacía eso siempre que tenía problemas.
Pedro  llegó a la altura de la puerta de la habitación de Paula. Se preguntó si debería disculparse. Estaba claro que debía hacerlo. Primero por el modo en el que le había hablado y segundo por el beso. Pero el no quería hacerlo sobre esto último, porque no se arrepentía lo más mínimo. Tras dudarlo unos instantes llamó a la puerta. Paula asomó la cabeza por debajo de la almohada.
- ¿Si?
- ¿Puedo pasar?
- ¡Ni se te ocurra! ¿Qué demonios quieres?
- Disculparme.
- ¿Por qué?
- Vamos Paula… no te hagas de rogar…
- ¡serás descarado! No te disculpes por obligación, si no lo sientes no me sirve.
- me quiero disculpar porque te he hablado mal, pero de lo otro no pienso hacerlo.
Paula se levantó y abrió la puerta.
- ¿De que otro? - preguntó. Aunque sabía de sobra que se refería al beso.
- Del beso.
Paula frunció el ceño y se recostó sobre el marco de la puerta.
- Pues deberías.
Él sonrió y después dijo
- ¿Tú crees?
- ¡Por supuesto que sí! - se pasó la mano por la boca como si le hubiese dado asco (el beso) le dió la espalda y caminó hacia la cama.
Él la siguió hasta la cama, la giró y la tiró en la cama. Él se puso encima de ella. Ambos tenían la respiración agitada. Nunca habían estado tan cerca el uno del otro.

Delicioso Amor: Capítulo 16

Minutos después Paula  estaba sentada en el asiento del copiloto mirando por la ventanilla. A su lado estaba Pedro  conduciendo el coche camino de la oficina. Es día el chofer no podía llevarlos porque estaba enfermo, asi que Pedro no tuvo más remedio que conducir.
Paula  no entendía nada. Según le había dicho Adela no había más sirvientas en la casa, el chofer estaba enfermo y el jardinero llegaría más tarde. ¿Quién le había preparado el desayuno? Si ella no había sido… solo quedaba una persona. ¿habría sido él? Paula giró la cabeza para mirarlo un momento ¿Por qué lo habría hecho? Después volvió a mirar por la ventanilla.
- Gracias por el desayuno - dijo sin mirarle.
- Él no respondió, solo sonrió.
- Enseguida llegamos, está cerca.
- ¿me podrías llevar al restaurante? - dijo mirándolo esta vez.
- No, si te llevo no llevaremos a tiempo.
- Tengo que ir para…
Él la interrumpió
- Me he tomado la libertad de avisarles de que no volverías allí.
- ¿Qué? ¿tú estás loco? - dijo no pudiendo dar crédito a lo que estaba oyendo
- No hace falta que me lo agradezcas - dijo irónicamente.
- ¡No tenía intenciones de hacerlo! - se puso de morros.
Pedro  apartó la mirada de la carretera para mirarla. Sonrió al ver la cara de enfadada de Paula. “está preciosa con esa carita de enfadada” pensó.
Paula no volvió a articular palabra en lo que duró el trayecto. Estaba indignada, ¿Cómo había sido capaz de llamar al restaurante y decirles que no iba a volver? ¿acaso se creía con derecho a decidir por ella? ¡era el colmo! Estaba enfadada, muy enfadada. Pero más que con él con ella, por no haberle dicho unas cuantas verdades.
Paula  pasó toda la mañana escuchando a Pedro hablar. Le indicó donde estaban las oficinas, los baños, la cafetería, su despacho… le presentó a los empleados y le dijo donde estaba su despacho, justo al lado del de él.
Entre una cosa y otra se le fue la mañana sin darse cuenta. A las 15:00h, la hora de marchar, recogió lo que había sobre su mesa y con el bolso colgado del hombro salió de su despacho. Iba a despedirse de Pedro, pero al ver que estaba ocupado hablando por teléfono decidió no molestarlo.
Colgó el teléfono, se puso la chaqueta que estaba sobre el respaldo del sillón y salió de su despacho. Al ver que Paula ya no estaba tomó es ascensor, pensando que ella lo estaría esperando abajo, en la entrada del edificio. No se equivocaba, ella estaba allí, pero no estaba sola. Estaba abrazada a un hombre alto y moreno. Sin duda era Carlos, su novio. Ambos se separaron y montaron en un coche. Se alejaron ante la mirada de Pedro, que estaba maldiciendo para si lleno de celos.
- Que alegría me da verte, tenía pensado llamarte más tarde - le dijo a su amigo.
- ¿ A si? Es que salí antes de trabajar y pensé en venir a buscarte.
- Pues has hecho bien. Necesito despejarme un poco. Estar toda la mañana ahí encerrada no es muy agradable.
- ¿Y que tal con él? ¿te ha tratado bien?
- …Si…
- ¿Solo… si? No pareces muy convencida.
- No se que pensar la verdad, es una persona muy contradictoria. No se.
- Mientras no te falte al respeto…
- ¡uy! ¡mas le vale! Si no hago las maletas y salgo de allí sin pensarlo dos veces.

Delicioso Amor: Capítulo 15

Paula  se despertó temprano. Salió de la cama, abrió la ventana y apoyó los codos sobre el alféizar para contemplar el paisaje que se veía desde su habitación.
Pedro  estaba en la cocina terminando de desayunar mientras ojeaba el periódico. Le gustaba estar informado sobre lo que pasaba a su alrededor, eso, o que había visto tantas veces a su padre leer el periódico mientras desayunaba que él también lo había tomado por costumbre.
Se quitó el pijama y entró en el cuarto de baño para darse una ducha y despejarse un poco. A pesar de lo mucho que había cambiado su vida en las últimas 24 horas, esa mañana estaba contenta. Ya nada iba a ser como antes y no tenía más remedio que aceptarlo.
Cuando terminó de desayunar, dió un último repaso al periódico y salió de la cocina camino del cuarto de Paula.Eran las 8:15 y si querían llegar a la hora a la oficina tendrían que darse prisa.
Paula  estaba aclarándose el cuerpo mientras cantaba una de sus canciones preferidas. Cuando estaba contenta siempre cantaba. Sobre todo bajo la ducha.
Pedro  llegó a la puerta del cuarto de Paula. Iba a llamar cuando le pareció oír hablar a alguien. Obviamente tenía que ser Paula. Pegó la oreja a la madera para poder escuchar mejor. No estaba hablando… estaba cantando… y no lo hacía del todo mal. Se decidió a llamar, pero no obtuvo respuesta. Quizá ella no le quisiese hablar. Tocó nuevamente, pero nada. presionó el picaporte y abrió la puerta. Ella estaba en el baño, por eso no le había oído. Vió la cama deshecha y el pijama sobre las sábanas.
Paula se enrolló la toalla al cuerpo y salió del baño para vestirse. Iba dejando rastros de agua a su paso porque aún no estaba seca.
- Solo mi amor arriesga tú corazón despertarás mi corazón… despertarás mi pasión… - iba cantando de camino al armario.
- No sabía que supieses cantar tan bien - le dijo con una sonrisa.
- ¡largo! ¡vete! - dijo asustada.
- Venía a avisarte de que tienes el desayuno listo. Dentro de 15 minutos salimos. Date prisa - y cerró la puerta de un golpe.
Paula  se sentó en la cama. Y puso una mano sobre su pecho. Tenía la respiración agitada
y el corazón le latía muy fuertemente. ¿la habría visto en la ducha? No, imposible. La puerta estaba cerrada. ¿Qué hubiese pasada si hubiese salido sin toalla? Un escalofrío recorrió su cuerpo. Se puso de pie, se vistió y bajó a desayunar.
Cuando llegó a la cocina vió sobre la mesa una jarra de zumo, un vaso, un plato con tostadas, una taza de café y un estrecho jarrón con una rosa roja dentro. Terminó de desayunar y dejó todo sobre el fregadero. Volvió a la mesa y tomó la rosa para olerla. En ese momento entró Adela con un montón de ropa doblada entre los brazos.
- Buenos días señorita - la saludó sonriente.
- Buenos días - respondió - llámeme Paula por favor.
- ok, señorita Paula.
- No, no. Solo Paula.
- Bien pero tendré que acostumbrarme.
- ¿le puedo tutear? - le preguntó ella esta vez.
Adela asintió con la cabeza.
- Gracias por el desayuno, estaba muy rico.
- Me alegra que le haya gustado, pero no es a mi a quien tiene que agradecérselo.
- ¿A no? ¿es que hay alguien más que trabaje aquí? - preguntó sorprendida.
- Sólo el chofer y el jardinero, pero ellos apenas pisan la cocina.

lunes, 25 de mayo de 2015

Delicioso Amor: Capítulo 14

Pedro la siguió hasta las escaleras, pero la detuvo antes de que ella comenzará a subirlas.
- Espera, tenemos que hablar.
- No. Te equivocas, tú y yo no tenemos nada de que hablar.
- ¡Pau espera!
- ¿Pau? ¡ja! ¿Quién te a dado permiso para llamarme así? - le preguntó cruzando los brazos.
- Perdón - se disculpó - Paula tenemos cosas de que hablar y cuanto antes mejor.
- ¡Yo no tengo nada que hablar con usted!
- No me hables de usted. Odio que hagan eso.
- Como quieras… es tarde y estoy cansada, me voy a mi cuarto.
Pero no estaba dispuesto a ceder. La sujetó del brazo he hizo que ella se volviera y la mirara a los ojos.
- Vamos a la biblioteca, allí estaremos más cómodos.
No tuvo tiempo a reaccionar. Él la cogió del brazo y la llevo casi a rastras hasta la biblioteca.
- Siéntate en uno de los sillones. ¿quieres tomar algo?
- ¡NO! Ni quiero sentarme ni voy a tomar nada.
- Tú misma - fue al mueble-bar y se sirvió otra copa.
- ¿Qué es eso tan importante de lo que tenemos que hablar?
Él dio un trago a su copa y se acercó a ella.
- Vas a tener que dejar tu trabajito ese del restaurante.
- ¿Cómo? ¡ni hablar!
- No te estoy dando a elegir. Simplemente te digo lo que vas a hacer.
- ¿Y desde cuando me das órdenes?
- Tienes que hacerte cargo de tus responsabilidades.
- ¿Qué responsabilidades? ¡Yo no tengo ninguna responsabilidad contigo!
- Conmigo no. Pero si con la empresa - se sentó en un sillón.
- Yo no se nada sobre empresas - empezó a pasear por la biblioteca mirando los libros de las baldas y cogió uno.
- Pero yo si. Tú me tienes que ayudar a dirigirla.
- ¿Yo? Jajaja. - rió forzosamente - ¡que buen chiste!
- Esto es serio Paula. Entre los dos tenemos que dirigir la empresa.
- Yo también hablo en serio. No pienso hacer nada de eso… simplemente porque no tengo ni idea.
- ¡quieras o no vas a hacerlo!
Paula dejó el libro sobre la balda con intención de responderle cuando sonó su móvil.
- ¿Diga?
- Pau ¿cómo estás? Se que es un poco tarde pero… - dijo Carlos desde el otro lado del teléfono.
- Tranquilo, todavía estaba despierta. No te preocupes que estoy bien. Enseguida voy a dormir.
- ¿Qué tal con el buitre?
- Con el… ¡ah! jajaja. Bien, bien. De momento no ha atacado, jajaja - bromeó.
- ok. Me alegra saber que estás bien.
- Gracias por llamar, ¡eres un sol! Te quiero.
- Yo también. Hasta mañana.
Pedro la había estado observando durante su conversación telefónica. Ella estaba hablando con Carlos, su novio. Estaba muerto de celos. Ni siquiera conocía al tipo ese y ya lo odiaba. Lo odiaba por haber conocido a Paula  antes que él, por poder estar cerca de ella, besarla, abrazarla… y quien sabe que más cosas.
Paula  colgó y guardó el móvil en el bolsillo. Se volvió y vió a Pedro observándola detenidamente. ¿Qué estaría pensando de ella? ¿Por qué la miraba de esa manera?
- Será mejor que vayas a acostarte. Mañana tienes que madrugar.
- Si… eso haré - se dirigió hacia la puerta.
- Que duermas bien.
Entonces se volvió a mirarlo.
- Gracias. Tú también - le sonrió, abrió la puerta y salió de allí.

Delicioso Amor: Capítulo 13

Durante el tiempo que llevaba trabajando en el restaurante, Paula había visto a muchos clientes. Altos, guapos, bajos… Por lo que había podido ver muchos traseros. Era en lo primero que se fijaba en un hombre. Pero hasta entonces ninguno como el que tenía ante sus ojos.
“¿Paula que estás haciendo? ¿Por qué miras el beep del hombre que mas te odia? ¡aleja de tu mente esa imagen! ¡basta! ¡no!” se decía.
- ¡No! - gritó en alto.
Pedro se dió la vuelta y la miró con el sándwich en la mano.
- ¿no que? ¿es que ya no tienes hambre?
- No… no es eso… - trago saliva - quería decirte que no hace falta que pongas muchos ingredientes.
- ¡Ah! Tranquila que ya está listo. - puso el sándwich en un plato, se acercó a la mesa y se sentó frente a ella.
Paula se le quedó mirando fijamente. Hasta ahora no se había fijado en sus ojos color miel, su nariz… perfecta y sus carnosos labios. Se mordió un labio y cogió el pan de molde con las dos manos.
- ¿Te gusta? - le preguntó él deseoso de saber el veredicto.
“¡Oh no! ¿se habrá dado cuenta de que no he parado de mirar su pompis descaradamente?” pensó.
- Esta bueno ¿verdad? Es mi preferido.
Entonces suspiró aliviada al darse cuenta de que él hablaba del sándwich y no de otra cosa. Tenía la boca llena asi que solo se limitó a asentir.
- Me alegro.- le sonrió - eres la primera persona que lo prueba - le confesó.
Paula  terminó de tragar lo que tenía en la boca.
- ¿En serio? ¿tenias miedo de que murieran intoxicados? - se burló de él.
Él no contestó. Frunció el ceño y se puso de pie.
- Es que nunca he tenido la oportunidad de cocinar para nadie
- ¡Claro! - le dijo irónicamente
- ¿Por qué lo dices en ese tono? Es cierto.
- Pobrecito… - dio un mordisco al sandwich.
- Vamos, ¡di lo que estás pensando! - golpeó la mesa fuertemente con las dos manos. Pero Paula ni se inmutó.
- ¿Sinceramente? - lo retó.
- Si por favor.
- Primero me a sorprendido que sepas donde están los ingredientes. Los hombres como tú no se molestan en eso.
- ¿los hombres como yo? - repitió.
- Me vas a dejar hablar… ¿o me vas a interrumpir a cada palabra que diga? - se molestó.
- Lo siento. Continúa.
- Pero lo que más me a sorprendido es que sepas “cocinar” por que a esto no le llamo yo cocinar.
Pedro no estaba dispuesto a seguir escuchando más. Paula se estaba burlando de él y no era capaz de defenderse. Se acercó a la puerta y volvió a mirar a Paula enfadado.
- ¿Qué pasa? ¿te ha molestado lo que te he dicho?
- Pues no me a agradado precisamente.
- Me has dicho que fuese sincera. Pues eso es lo que he hecho. - le recordó.
Paula se levantó y llevó el plato al fregadero.
- La próxima vez recuérdame que no te lo pida.
- Ok - se acercó a él - haré como esas ricachonas que se limitan a sonreir y poner buena cara y luego cuando te das la vuelta te despellejan sin piedad.
- ¿a tí que mosca te a picado? ¡No por tener mucho dinero se es mala persona, como tampoco por tener poco se es buena persona! - dijo indignado.
- ¡Déjame decirte que por desgracia es así!
- ¿Tanta gente conoces como para haber llegado a esa conclusión?
- Por suerte o por desgracia he tratado con mucha gente. Hablo con conocimiento de causa. Trabajo en un restaurante por si no lo recuerdas - abrió la puerta y salió de la cocina.

Delicioso Amor: Capítulo 12

Por más que trataba en concentrarse le era imposible. Pasaba las hojas una tras otra y las palabras leídas no tenían sentido. Cerró el libro y lo dejó en su lugar correspondiente de la balda.
Paula salió de la bañera, se secó y se puso el albornoz que colgaba de la percha de la puerta. Como aún era pronto, abrió la maleta y comenzó a colocar su ropa en el armario y en la cómoda.
Cerró la maleta y la guardó en el armario. Dio un repaso a todo lo que había dentro. Su ropa estaba ya guardada. Cerró las puertas del armario y se acercó a la ventana, desde allí se veía la piscina. El estómago comenzó a rugirle. Tenía mucha hambre, aún no había cenado. Se apartó de la ventana y se encaminó hacia la puerta. Recorrió el largo pasillo y llegó a las escaleras, las bajó con cuidado de no hacer ruido para que nadie pudiera oírle.
Cuando llegó abajo se detuvo un instante. No tenía ni idea de donde estaba la cocina. Tendría que ir puerta por puerta hasta encontrarla.
- ¿Qué haces?
Paula  dió un brinco del susto. Se volvió a mirarlo. Estaba tan cerca suyo que se le aceleró la respiración y el corazón comenzó a latirle muy rápido.
- Yo… - las palabras parecían negarse a salir.
- ¿Buscas la cocina no?
Ella asintió.
- Sígueme
Ella sin decir nada lo siguió.
Cuando entraron dentro él se fue a la nevera y ella se quedó junto a la puerta.
- Adela ya no está, pero si quieres te puedo preparar algo ¿Qué te apetece? - abrió la nevera para ver que había.
- ¿Tú sabes cocinar? - preguntó sorprendida.
- Si. No soy un gran chef… pero me las apaño - contestó sin dejar de mirar la comida - ¿entonces…?
- Entonces ¿Qué?.
- Si has elegido que vas a cenar.
- Cualquier cosa. No me importa.
- ¿Una pizza? ¿te gusta?.
- ¡SI! - exclamó - Carlos y yo cenamos eso todos los viernes, es nuestra comida favorita.
Sin saber porque él se puso celoso. No sabía quien era ese tal Carlos, pero pensar que podría ser su novio lo lleno re rabia.
- Tendrá que ser otro día. Se han terminado las masas ¿quieres un sandwich?.
- mintió - ¿o también es la comida favorita de Carlos? - pensó.
- Perfecto.- se sentó en una silla y esperó a que “el chef” le sirviese la comida.
Pedro se estaba esforzando mucho. Quería causar buena impresión, ya que desde que se conocían no la había tratado demasiado bien y se había mostrado bastante grosero con ella.
Paula no paraba de mirar como el hombre que estaba de espaldas frente a ella se movía por la cocina buscando ingredientes. Era alto. Su pelo era claro. Tenía una gran y ancha espalda, brazos fuertes y musculosos. Pero lo que más le llamaba la atención de él era su trasero. ¡Dios  ese trasero la estaba volviendo loca!

domingo, 24 de mayo de 2015

Delicioso Amor: Capítulo 11

Pedro al oír el timbre salió de su despacho y se acercó a las escaleras. Se detuvo al ver que la criada iba a recibir a la visita.
- Buenas noches, ¿Qué desea?
Paula se sorprendió al ver a una mujer bajita y rellenita, con el pelo recogido en un moño y vestida de uniforme.
- Soy Paula… vengo a…
- Déjala pasar - se oyó que decía una voz a lo lejos.
- Pase. Yo recogeré su maleta
Paula entró al hall. Todo estaba decorado con muebles antiguos y elegantes. A Paula casi le dió algo al intentar calcular el precio de cada cosa que la rodeaba “¡que derroche! Con el valor de un mueble de estos yo podría vivir durante meses” pensó.
Ahí estaba ella. Vestida con una camiseta blanca de manga corta, unos vaqueros gastados por el uso y unas zapatillas viejas y rotas. El pelo recogido con una larga cola y unos mechones sueltos que le caían sobre la cara. Aún así Pedro pensó que estaba hermosa.
- Adela suba la maleta de la señorita al cuarto de huéspedes - ordenó él.
- ¡NO! Ya lo hago yo gracias.
La chica se alejó.
- ¿Se puede saber porque me desautorizas? - dijo el en tono serio.
Entonces por primera vez desde que Paula había entrado en aquella casa lo miró. Estaba en lo alto de las escaleras mirándola con los brazos cruzados y el semblante serio.
- ¡No necesito que nadie me ayude a subir una maleta por unas escaleras! Se hacerlo solita ¿sabes? - cogió su maleta y comenzó a subir peldaño por peldaño.
Pedro empezó a bajar las escaleras y se detuvo a mitad del tramo.
- Es su trabajo, para eso le pago - le dijo en tono serio.
Paula  llegó con esfuerzo hasta donde él estaba, pues la maleta pesaba más de lo que ella esperaba.
- Dime donde está mi cuarto.
- Al final del pasillo. Última puerta.- le respondió.
- Gracias - y siguió subiendo escaleras mientras Pedro la observaba.
Cuando terminó se subirlas se detuvo un momento para tomar aire. Después le alejó adentrándose en el pasillo. Él por su parte fue a la biblioteca para leer.
Paula estaba sentada en la cama de su nueva habitación. No tenía ganas ni de deshacer la maleta, lo único que quería era alejarse de allí y volver a su pequeña y vieja casa. Pero ya era demasiado tarde, se había metido en la boca del lobo y ahora no podía dar marcha atrás.
La habitación era del mismo tamaño que toda su casa. Nada más entrar se veía una gran cama con dos mesillas de noche a ambos lados. En un lado, cerca de la mesilla había una ventana que daba a la parte trasera de la casa, y del otro, había una puerta junto a un armario y una cómoda.
Más tarde se metió en el baño, llenó la bañera de agua, se desnudo y se metió dentro. Cerró los ojos y se obligó a no pensar en nada. Al menos en lo que estuviese allí metida.

Delicioso Amor: Capítulo 10

El local se estaba vaciando. Los últimos clientes se pusieron en pie y salieron del comedor. Pau estaba recogiendo los manteles de las mesas y barriendo el suelo.
- ¿quieres que te lleve a casa?
Paula se volvió para ver quien era la persona que le hablaba. Tras mirarlo unos instantes siguió con su tarea.
- No. Todavía no he terminado mi turno. Además vienen a buscarme.- le respondió.
- Insisto, no me cuesta nada.
- ¡Le he dicho que no! - enfadada se volvió - no quiero que me lleve ni a casa ni a ningún lado. Ya tengo quien me recoja.
- Pero no sabes cual es la dirección - le dijo él entonces.
- ¡Por supuesto que la sé! El abogado se encargó de darme la dirección y las llaves ¿o es que me cree tan tonta como para ir a vivir a una casa sin saber donde esta?
- Yo no he dicho eso - se defendió Pedro.
- ¡Pero seguro que lo ha pensado! Ahora quítese que tengo que seguir barriendo - dijo empujándole los pies con la escoba para que se alejase.
Pedro salió del restaurante y fue al aparcamiento. Sus amigos hacía rato que se habían ido. Subió al coche, arrancó y salió del aparcamiento dirección a su casa.
Por mas que trataba de tener la mente en blanco no lo conseguía. Algo rondada su cabeza desde días atrás. Cada segundo, cada minuto y cada hora… más bien era alguien… Paula. Desde que la vió entrar por esa puerta no dejaba de pensar en ella. En su pelo Negro y brillante que le caía por los hombros, en su cara redonda y de tez blanca de la que destacaban sus mejillas rosadas. Pero sobre todo en sus grandes y expresivos ojos marrones.
- Vas a hablar ¿o tengo que empezar a hablar solo? - preguntó apartando la mirada de la carretera y mirando a Paula.
- Lo siento, es que… no ha sido un día fácil. Estoy algo cansada. - se excusó sin apartar la mirada de la ventanilla.
- ¿Seguro que es eso? ¿Qué estás cansada?
- Si… - dio un largo suspiro - detente, esa es la casa. - dijo señalando una mansión que se veía tras un gran muro de piedra.
Carlos detuvo el coche delante de la verja que conducía a la casa y ambos bajaron del coche. Él abrió el maletero y sacó la maleta depositándola en el suelo. Paula no decía nada, solo miraba al suelo. Carlos estaba muy preocupado, no sabía que hacer o que decir para consolar a su amiga. Lo único que se le ocurrió fue rodearla con sus brazos y darle un fuerte abrazo. Paula agradecía todo el apoyo y cariño que su amigo le estaba brindando.
- Si te pasa algo, lo que sea, llámame y te saco de aquí, ¿ok?
Paula sonrió levemente.
- Gracias - fue todo lo que logró decir.
Carlos subió al coche y se alejó dejando a Paula  sola frente aquella enorme mansión. Tiró de la maleta, pues tenía ruedas, y se acercó a la verja para tocar el timbre.
Cuando por fin le abrieron, entró dentro y caminó por un camino que conducía hasta la puerta principal. Esta estaba rodeaba de un inmenso jardín donde las flores y árboles creaban un ambiente agradable y acogedor. Pero para Paula era todo lo contrario.
Subió las escaleras que llevaban al pórtico, el cual estaba amueblado con una mesa y varias sillas de mimbre. Tocó el timbre y escuchó nos pasos que se acercaban del otro lado de la puerta.

Delicioso Amor: Capítulo 9

Marcela volvió a darle otro codazo y él reaccionó
- Perdón, estaba distraido… lo mismo que ellos.
- ¿Una dorada? - especificó Isabel.
- Si, eso está bien. Por cierto… ¿Qué ha pasado con la camarera de antes?
- ¿Con Pau? Verá, es que me encontraba mal y le dije que me sustituyera un rato. ¿Por qué lo pregunta?
Él no pudo evitar sonrojarse.
- Simple curiosidad - dijo intentando disimular.
Isabel recogió las carpetas que contenían los menús y se alejó de las mesa para atender otras.
- Pedro ¿que te pasa? Estás como en las nubes ¡reacciona caray! - dijo Marcela
- Es que no se que me pasa… - les confesó.
- ¿Seguro que no? Yo creo que te ha gustado la camarera y no dejas de pensar en ella.
Ya te dije que era muy guapa - le recordó Marcos.
- ¿QUÉ? Se les va la cabeza ¿o que? ¡ni siquiera me he fijado en ella!
Marcos y Marcela se miraron con cara de “¡si, claro! ¡Y nosotros te creemos!”
Alguien que andaba por allí escuchó toda la conversación y se quedó asombrada.
- Pau, ¿te has fijado en el chico tan guapo que hay en la mesa 5?
- ¿Quién? ¿el que llegó con la chica rubia? - intentando disimular.
- ¡No tonta! Él que llegó más tarde. ¿Es guapo verdad?
- Bueno… no me he fijado mucho pero… tampoco está mal… - se empezó a poner nerviosa.
- ¿Que no está mal? ¡Pau deja ya de hacerte la tonta porque te conozco! Tú eres la que antes se fija en estas cosas y se que lo has mirado de la cabeza a los pies.
- Vale… - reconoció finalmente - el tipo está como quiere… pero no deja de ser un hijo de papá que lo tiene todo. No tengo nada que hacer con él. - intentando auto convencerse de sus propias palabras.
- ¡Ay Pau, Pau! - dijo negando con la cabeza . Te equivocas y mucho.
- Isa no hay mas que verlo. Es un Hombre rico que ha salido con su novia y con su amigo a gastar el dinero que su papi le da. Sólo porque le sobra y no sabe en que gastarlo.
- Punto 1. Lo de rico puede ser, pero lo de que su papi le da dinero no lo sabes. Punto 2, no tiene novia, al menos esa chica no lo es, y punto 3... Me ha preguntado por tí.
- ¿Te ha preguntado por mi? ¿Qué te ha dicho? - dijo dejándose de mirar en el espejo del baño y volviéndose para mirar a Isabel.
- Nada… - haciéndose la interesante - quería saber donde estabas.
- ¿porque? ¡dime!
- Al ver que yo he ido a atenderles ha querido saber por que no ibas tú.
- Seguro que está agradecido porque yo no me ocupo de esa mesa.
- Yo creo que le gustas. Hasta sus amigos se han dado cuenta.
- No. Él me odia. Nunca estaría conmigo. - dijo cabizbaja.
- ¿cómo sabes eso? ¿lo conoces? - preguntó intrigada.
- No, no lo conozco. Sólo lo he visto una vez, pero fue suficiente para saberlo.
- No estoy entendiendo nada - admitió confundida.
- Es una historia muy larga… mejor vamos a trabajar. No sea que el jefe se enfade.
- Como tú quieras.
Media hora después…
-¿Les puedo retirar los platos?
- Si claro. - respondió Marcela.
- ¿El suyo también? - le preguntó a Pedro viendo que apenas había probado bocado.
- Sí, el mio también.
- ¿No le ha gustado la cena?
- Si. Lo que pasa es que no tengo mucha hambre, pero estaba muy rico.
- Ok. ¿Y de postre van a querer algo?
- Gracias pero no queremos nada mas. ¿nos trae la cuenta? - le dijo Marcos con una sonrisa.
- Claro, ahora mismo.

Delicioso Amor: Capítulo 8

Paula se acercó a la mesa.
- Tome. Aquí tiene la carta para que haga su lección. - le dijo ofreciéndole la carta a Pedro.
Él, que estaba distraído, no se había dado cuenta de la presencia de Paula. Alargó el brazo para coger la carta, pero cuando levantó la mirada para ver quien se la ofrecía se quedó boquiabierto.
- Gra… gracias - tragó saliva.
- Les dejo unos minutos para que decidan - dijo sin dejar de mirarlo. Después se alejó.
- ¿Estás bien? - le dijo Marcela dándole un codazo - ¡ni que hubieras visto un fantasma!
- ¿eh? - dijo volviéndose a mirarla - no, no… estoy bien… voy al servicio ahora vuelvo.
Se levantó rápidamente y fue tras ella con intención de alcanzarla. ¿Estaría soñando o todo era real? Por suerte llegó a tiempo para sujetarla del brazo e impedir que entrase de nuevo a la cocina.
- ¿Qué haces quí? - haciéndole girarse para mirarla a los ojos.
- Por si no se ha dado cuenta trabajo aquí - le dijo fijando su mirada en los labios de él.
- ¿aquí? ¿pero…?
- Si no le importa - soltándose de él - tengo mesas que atender, asi que con su permiso…
- Espera.. Tengo que hablar contigo
- Ahora no es el momento ni el lugar. A diferencia de usted, yo estoy trabajando y no puedo desatender mis obligaciones.
- Está bien… pero tenemos unas conversación pendiente. No lo olvides.
- Descuide, tengo buena memoria… sobre todo si se trata de gente como usted.
- ¿A que te refieres? - pero ella no contestó. Se fue dejándolo con la palabra en la boca
Entró en la cocina como alma que lleva el diablo. “¿Por qué tengo que tener tan mala suerte? ¿Por qué lo tengo que ver precisamente aquí? Parece que me han echado mal de ojo” se dijo para si.
- Pau gracias por el favor. Ya me encuentro mucho mejor. Necesitaba tomar un poco el aire, pero ya atiendo yo a mi mesa.
- ¿eh? Ah ok. No hay de que, tú habrías hecho lo mismo. - le respondió saliendo de sus pensamientos.
- ¿Te pasa algo? Estás un poco pálida - dijo tocándole la frente para comprobar que estaba bien.
- Si, no es nada… Voy a seguir sirviendo - cogió los platos ya listos y se encaminó al comedor.
Pedro volvió a su mesa. Se sentó y no articulo palabra, mientras Marcela y Marcos no paraban de hablar sobre asuntos de trabajo. Segundos después llegó Isabel.
- ¿Han elegido que van a tomar? - preguntó Isabel sacando un boli del bolsillo dispuesta a anotar las cosas en la libreta que tenia en la mano.
- Si… ya elegimos - le respondió Marcela.
- Yo… traigame una dorada al horno, que hace mucho que no como pescado.
- ¿Algo mas?
- No gracias. Eso es todo por mi parte.
- Vaya… y luego la que se preocupa por lo que como soy yo ¿eh?
- Aunque digan que no, los hombres también se preocupan por su aspecto. Ahora vigilan más la dieta. - le dijo Isabel con complicidad.
- Pues yo voy a pedir una lasaña y… - pasó página para ver que más opciones tenía - y… otra dorada - dijo Marcela.
- ¿Y usted que va a tomar? - le preguntó a Pedro que estaba absorto en sus pensamientos.

sábado, 23 de mayo de 2015

Delicioso Amor: Capítulo 7

- Pau no me encuentro muy bien, ¿crees que puedas atender la mesa 5 en lo que yo me repongo? - le preguntó Isabel.
Isabel era una de las camareras del restaurante donde trabajaba Paula. A diferencia de ella, Isabel  llevaba trabajando varios años allí. Cuando Paula entró a trabajar ella se enseñó como hacer para soportar las duras horas de trabajo en ese lugar. Desde el principio la trató como a una más y a medida que el tiempo pasó llegaron a hacerse grandes amigas.
- Claro que sí. ¿sabes si hay alguien ocupando la mesa? - le preguntó.
- Creo que llegó una pareja.
- ¡Genial! Ahora tendré que soportar a la pelirroja ricachona. El marido rico que saca de paseo al trofeo que tiene por esposa, y a la esposa prepotente que mira por encima del hombro. Estos son los peores clientes ¡arrg! - puso cara de asco.
- Deja de quejarte y ve a atenderlos - le regaño Isabel.
- Si no hay mas remedio… - dijo resignada.
Paula salió de la cocina con las cartas del menú en la mano y se acercó a la mesa que debía atender Isabel.
- Buenas noches, aquí les traigo las cartas para que hagan su elección.
- Oiga preciosa ¿nos podría traer una mas? Es que falta alguien por venir.
- ¡Marcos no seas grosero! Perdone a mi amigo es que está algo loco.
- No pasa nada. Ahora mismo se la traigo.
“¡Lo que hay que aguantar!” pensó mientras iba de vuelta a la cocina a por la tercera carta. “¡me debes una Isabel!”
- ¡Estás bobo o que!! ¿Cómo se te ocurre decirle eso? - le regaño Marcela.
- ¡Oye es la verdad! Esta buena y yo se lo he dicho ¿Qué tiene de malo?.
- ¿Quién esta buena? - dijo Pedro llegando y sentándose en una silla.
- ¡la camarera! ¡la hubieras visto! Es preciosa - Marcela le dio un zape.
- ¡cállate estúpido! ¿y tú porque llegas tan tarde? ¿Dónde te metiste?
- Tuve que arreglar unos asuntos… pero ya los solucione ¿pidieron ya?
- No, te estábamos esperando. La camarera ahora te trae para que elijas. - le dijo Marcela - por cierto… ¿ya has hablado con la chica esa?
- ¿la de la casa? Si, si… hoy mismo se muda.
- Nos la tienes que presentar, yo quiero conocerla - intervino Marcos.
- Ya habrá tiempo para eso. - dijo el entonces.
Paula salió de la cocina y se dirigía a la mesa 5 cuando vió a Pedro sentado junto a los dos clientes que había atendido antes.
- ¡NO! ¡no puede ser! ¡me quiero morir!
- ¿Qué ocurre? - dijo el jefe de Pau viendo que se ponía muy nerviosa.
- Que tengo un problema con las mesa 5... No puedo atenderla…
- ¿y eso? ¿te han tratado mal o te han faltado al respeto?
- No… nada de eso. Solo que… - no le salían las palabras.
- ¡Basta de pretextos! ¡ponte de inmediato a trabajar! - y dicho eso le alejó.
Paula  tragó saliva. No tenía otra opción mas que atender a la mesa, sino la despedirían sin compasión. Ella no podía permitirse ese lujo, necesitaba el dinero y no era fácil encontrar un trabajo en el que pagasen tan bien como en ese sin tener experiencia.
Ese mal trago solo duraría por un tiempo, mañana todo cambiaría… mañana despertaría en otra casa… con una vida nueva y más responsabilidades. Por el momento debía enfrentarse a esa situación. Claro que también tendría que hacerlo durante un mes.

Delicioso Amor: Capítulo 6

- ¿sí? - dijo Paula contestando al teléfono.
- ¿La señorita Chaves? - dijo una voz desde el otro lado del teléfono.
- Si soy yo ¿Quién habla? - dijo confundida.
- Soy Pedro Alfonso, no se si…
- ¿Qué quiere? - lo interrumpió secamente.
- Decirle que cuando quiera puede instalarse en MI casa - haciendo énfasis en la palabra MI.
- ¡Me instalaré cuando el abogado me diga que tengo que hacerlo! ¡no cuando usted me lo diga! - dijo enfurecida
- Precisamente por eso la he llamado, porque el abogado me ha dicho que a mas tardar tiene ser hoy o mañana, para el miércoles ya debe estar viviendo aquí. - le dijo el manteniendo la calma.
- Esta tarde iré a su casa - colgó.
¿Qué se creía ese buitre? ¿Qué podría darle órdenes a ella sin ni siquiera conocerla? ¡faltaba más! ¡a ella nunca le habían dado órdenes! Su abuela es cierto que le decía como debía de hacer las cosas, lo hacía por su bien, pero de ahí a mandarle…
¿Por qué le había contestado de esa manera? Se preguntaba Pedro después de que ella le colgase. ¿Estaría enfadada con él? Pero… ¿Qué motivos tendría? “No me extraña” dijo hablando solo. Aquella mañana le había tratado de la peor manera y era de suponer que ella estaría a la defensiva. “seré beep” se maldijo. No era propio de él tratar así a las personas, mucho menos a las mujeres.
- ¿Quién era? - preguntó Carlos dejando la taza de café sobre el fregadero.
- El buitre menor - dijo ella quedándose mirando al móvil.
- ¿y que quería? - siguió preguntando al ver que su amiga no le contaba nada más.
- Tengo como plazo hasta mañana para instalarme en la casa esa. Cuanto antes lo haga mejor, asi que después de salir de trabajar iré allí.
- ¿y cómo te las vas a arreglar con las maletas?
- Supongo que cuando salga del trabajo vendré aquí a por ellas y luego iré a la casa esa - dijo resignada.
- ¿y porque no hacemos una cosa? Yo te voy a buscar mañana al trabajo con las maletas y así no tienes que andar de un lado a otro - Le propuso.
- ¿harías eso por mi? - le preguntó entusiasmada.
- ¡Claro! Sabes que sí.
- ¡Carlos gracias! ¡te quiero, te quiero! - dijo abrazándolo con fuerza.
- Si, si, pero todavía no has dicho las 3 palabras mágicas - poniendo cara de enfadado
- Las 3... ¡ah! ¡como eres! Jajaja - rió entendiendo lo que le dijo - ¡eres un sol!
Los dos comenzaron a reírse.
Pedro  estaba en el despacho de su casa, sentado en el sillón de cuero tras una gran mesa de roble macizo preguntándose como cambiaría la situación ahora que tendría que convivir con ella. ¿se llevarían bien? ¿podrían vivir bajo el mismo techo durante un mes sin tirarse los trastos a la cabeza? Se puso de pie y miró por la ventana. El jardinero estaba regando las flores del jardín mientras el chofer limpiaba el coche con una esponja amarilla y un balde de agua.
Dos horas después…
- ¿y Pedro? ¿crees que ya ha llegado?
- No creo. Quedamos en vernos en la puerta del restaurante. Si no está aquí es porque aún no ha llegado. - le contestó Marcos.
- ¿Qué hacemos? ¿le esperamos?
- Mejor entramos a pedir mesa, no vaya a ser que nos quedemos sin sitio por llegar tarde. - le advirtió él.
Los dos entraron al comedor y se sentaron en una mesa que estaba junto a la ventana.
Esperaban que su amigo llegase pronto, antes de que la camarera les fuese a preguntar por la comida.

Delicioso Amor: Capítulo 5

Carlos abrió la puerta y la vió como nunca antes la había visto. Paula  estaba pálida, mirando al suelo y abrazándose. Él se acercó a ella y la agarró de la barbilla para mirarla a los ojos. Tenía la mirada perdida y los ojos empañados por las lágrimas que de un momento a otro iban a salir. Sin decir nada la recostó sobre su pecho y la abrazó fuertemente.
Minutos después se encontraban los dos en la cocina tomando café.
- ¿Estas mejor? - le dijo apoyando una mano en su hombre.
- Creo que si.
- ¿Ahora puedes contarme lo que ha pasado? - le preguntó temiendo recibir un no por respuesta.
- ¡Son como buitres peleándose por carroña! Gente insensible que lo único a lo que aspira en la vida es a mantener sus bolsillos llenos sin importarle quien esté a su alrededor - dijo ella mirando su taza de café.
- Ten han tratado mal ¿cierto?
- ¿Mal? ¡en mi vida me han hablado así!
- ¿Qué es lo que te han dicho?
- Me han humillado de la peor forma, ¡por mi como si se quedan con todo! ¡con tal de no volver a verlos prefiero incluso estar muerta!
- Puede que suene egoísta, pero por desgracia no puedes permitirte ese lujo - le dijo refiriéndose al dinero y tratando de calmarla.
- ¿Crees que no lo se? Eso es lo que más coraje me da… ¡que necesito el dinero! - tomó aire - una pobretona como yo se agarra a un clavo ardiendo si hace falta con tal de conseguir dinero para salir adelante.
- Pau, puede que no seas rica, pero tampoco eres ninguna pobretona - le corrigió - nunca te ha faltado nada.
- Lo sé. Pero tampoco me ha sobrado. - hizo una pausa - Quizá él tenga razón y deba rechazar la herencia.
- ¿Quién es el?
- El buitre menor. Es con quien tengo que convivir en la casa esa.
- ¿Y está buena? - preguntó Marcos tras escuchar lo que su amigo les había contado a el y a Marcela.
- ¡¡Marcos!! - Marcela le dio un golpe.
- ¿Qué? Digo si esta buena pues el mesecito se va a hacer más ameno. - encogiéndose de hombros.
- Si… si lo esta ¡pero esa no es la cuestión!
- Yo entiendo tu postura, pero creo que primero deberías averiguar de quien se trata, sus motivos tendría tu abuelo para hacer algo asi ¿no? - le aconsejó ella.
- Claro, además… ¿Qué daño puede hacerte compartir un mes una casa tan grande? No tienes ni porque verlo. Cada uno que esté en un lado de la casa y ya está. - dijo Marcos.
- Creo que tienes razón. Hablaré con ella y averiguaré sus intenciones.  Respecto a lo de la casa… ella puede vivir en una mitad y yo el la otra.
- ¿Buitre menor? Jajaja, por lo menos no has perdido el sentido del humor - se alegró Carlos.
- Quizá tengas razón y deba vivir allí, pero tener que convivir con el buitre es lo que no me hace gracia.
- Si tan ricos son como dices, la casa será grande y podrán estar cada uno por su lado - de dijo él.
- Lo que no logro entender es porque ese señor me ayudó. Ni siquiera se quien es y ahora gracias a él podré pagarme mis gastos sin andar mirando está el último céntimo.
- ¿y eso que importa? Pau… la vida te da una oportunidad y no la debes desaprovechar. Sólo por que tú te lo mereces y punto.
- Tienes razón, en vez de quejarme debería alegrarme. Pero…
- ¿crees que no te lo mereces? ¿es eso?
- Creo que si… no se… ¡estoy confundida!
- ¡si es que eres un trozo de pan! - la abrazó fuertemente y le besó en la mejilla - otra en tu lugar ya tendría el dinero en sus manos.

Delicioso Amor: Capítulo 4

- ¡Eso es una locura! - dijo tras escuchar las palabras del abogado.
- ¿Cómo es posible que una desconocida llegue aquí y se lleve más bienes que la propia hija del difunto? - dijo la mujer - ¡es inadmisible! ¡contrataré aun abogado! Esto no va a quedar asi… - de la misma se puso en pie y salió de la sala seguida por su esposo y su hijo.
-Disculpe a mi hermana señorita Chaves - dijo el hombre que estaba frente a ella - no creo que haga nada de lo que ha dicho, se le va la fuerza por la boca - dicho esto se levantó - gracias por todo abogado - le dijo mirándolo.
- Solo cumplo con mi trabajo - le respondió mientras recogía los papeles que había sobre la mesa y los guardaba en un maletín de cuero marrón.
- Pedro ¿quieres que te lleve a casa? - esta vez miró al joven que aún estaba sentado junto al abogado.
- Gracias tío pero he traído mi coche nuevo, no hace falta.
- Como quieras - le dijo. Miró a Paula y le tendió la mano.
Paula se puso de pie y ambos se estrecharon las manos.
- Un placer haberla conocido, ojala hubiera sido en otras circunstancias
- Para mi también a sido un placer - le respondió con una media sonrisa.
El señor salió de la sala seguido del abogado, que para entonces ya había recogido todo. Paula  se disponía a hacer lo mismo cuando notó que una fuerte mano la agarraba del brazo impidiéndole avanzar hacia el pasillo. Ella se giró y vió que Pedro estaba detrás de ella observándola con una mirada llena de odio.
- ¡Suélteme!! - gritó ella intentando soltarse. No le gustaba que la tocasen, y menos alguien que ni siquiera conocía.
- ¡NO! Al menos hasta que me escuche - dijo él - tal vez mi tía no haga nada para impugnar el testamento ¡pero yo sí!¡si cree que va a salirse con la suya está muy equivocada!!
Paula veía como su enfado iba en aumento a cada palabra que decía
- ¿Salirme con la mía? ¡no se a que se refiere! - se intentó defender ella - ¡suélteme ahora mismo o empiezo a gritar!
- ¡No se haga la inocente! ¡su única intención en quedarse con todo pero ya me encargaré yo de que no sea así! - la soltó y se fue de allí.
Paula  se quedó paralizada. ¿Por qué le había acusado de esa manera? ¿Por qué la había tratado así cuando ella no había hecho ni dicho nada? Se dijo que era una tonta por haberse metido en la boca del lobo. Tenía unas ganas enormes de tirarse al suelo y llorar, llorar hasta no tener más fuerzas, hasta descargar todo lo que tenía dentro y no podía expresar con palabras.
Malhumorado Pedro se sentó en el asiento del conductor de su coche. Estaba enfadado con ella. ¿Cómo se atrevía a ir allí solo para hacerse con la herencia de su abuelo? ¿es que no tenía moral? ¿Quién seria? Ni siquiera la había visto nunca. ¿de que conocería su abuelo a esa chica joven y atractiva?
¿Joven y atractiva? “¡NO!” se dijo. Él tenía que evitar por todos los medios pensar en ella como mujer, la tenía que ver como su enemiga. La que iba a arrebatar en un mes todo lo que su abuelo logró con trabajo y esfuerzo durante años.
Pero en vez de eso, Paula  salió del la sala y caminó por el pasillo que llevaba hasta la puerta de salida. Después de despedirse de la secretaria salió, cogió el ascensor y bajó los seis pisos. Cuando llegó al portal, tomó aire, cerró los ojos y se dijo para si que todo había sido una pesadilla y que dentro de poco despertaría de ese mal sueño. Pero para su desgracia todo había sido real.