sábado, 2 de mayo de 2015

Herencia de Amor Parte 3: Capítulo 27

Lo sabía. Lo leyó en la frialdad de sus ojos.
No la sorprendió demasiado. Julia se lo habría contado a Felipe, y Pedro y Felipe  eran como hermanos.
—Te seguiré a tu casa —dijo ella, sabiendo que había pocas posibilidades de que la conversación fuera bien. Sería mejor poder marcharse cuando quisiera, sin tener que pedirle que la llevara él.
El abrió la boca, pero lo interrumpió.
—Te seguiré. Al menos en eso deberías fiarte de mí.
—¿Por qué? —preguntó él. Pero subió la ventanilla y movió el coche unos metros para que ella pudiera sacar el suyo.
Veinte minutos después, ella llegó al camino circular empedrado que había ante la enorme casa. Al bajar del coche sintió una incómoda mezcla de aprensión y de pánico. Basándose en lo que sabía de él, Pedro no iba a reaccionar nada bien.
Entraron en la casa sin hablar. Paula supuso que debía ser ella quien iniciara la conversación, pero no sabía cómo. Y tampoco qué sabía él. Así que decidió empezar por ahí.
Siguió a Pedro a su despacho y dejó el bolso en uno de los sillones de cuero.
—¿Felipe  te hizo un resumen o simplemente te reenvió mi correo? —preguntó, recordando que había confesado su amor por él. Julia no podía haberle contado eso a su prometido.
—Me contó los hechos —Pedro clavó los ojos en su vientre— Que piensas que estás embarazada.
Ella no pudo adivinar qué pensaba por su tono de voz. Hasta ese momento, su lenguaje corporal parecía controlado, así que ella debería sentirse mejor. Pero no era así. Había una frialdad y amargura que parecían robarle su calidez a la habitación. Se estremeció.
—No sé si lo estoy —dijo—. ¿Te explicó que me hice dos pruebas de embarazo distintas?
Pedro rodeó su escritorio y se volvió hacia ella.
—Seré muy claro. He sido manipulado por mujeres con mucha más experiencia que tú, Paula. No ganarás este juego.
—No estoy jugando a nada —se sentía como si la hubiera abofeteado—. No soy así y tú lo sabes. Me conoces, Pedro.
—¿Ah, sí? Tú eres quien se ha metido en esto por un millón de dólares.
—No seas ridículo —lo miró fijamente—. Eso no es más que una alocada idea de Ruth.
—Ofreció retirar el dinero, pero le dijiste que no.
—Bromeaba. Fue una broma.
Nada en la expresión de él demostraba que la creyera. Las paredes parecieron estrecharse y sintió un frío intenso recorrer su espalda.
—Esto es una locura —dio un paso hacia él— Nos hemos hecho amigos. Nos hemos reído, hemos hablado de nuestras esperanzas y sueños. No soy ninguna manipuladora en busca de dinero. Cielos, Pedro, no te tendí una trampa. Tú también querías que hiciéramos el amor. Participaste con gusto.
—Si sigues alegando estar embarazada, pediré que lo confirme una prueba independiente, realizada por el médico que yo elija. Estaré allí para la prueba, con mi abogado.
—¿Alegando estar embarazada? —la voz de ella sonó baja y temblorosa—. Estoy diciendo que no lo sé. No se puede ser más honesta.
Él ignoró sus palabras.
—Si estás embarazada, pediré un análisis de ADN al nacer el niño. Si se demuestra mi paternidad, tendremos que negociar un acuerdo de custodia —la miró con dureza—. En tu lugar, yo no contaría con ganar esa batalla.
Ella se sintió como si estuviera encerrada en un congelador. El frío le cortaba la respiración. Cerró los ojos y recordó sus palabras sobre querer hijos pero no una madre para ellos. Se preguntó si ése sería su plan, quitarle al bebé.
—Esto no tiene que ver conmigo —dijo—. Nada de esto. Es sobre tu pasado. Quieres hacerme pagar por lo que esas otras mujeres te hicieron.
—¿Te ofreció mi tía retirar el millón de dólares? —preguntó él.
—Sí —admitió ella, sabiendo que no podía ganar. Él no iba a permitírselo.
No serviría de nada explicarle que había estado bromeando. Que no había considerado la posibilidad de que él le gustara, y menos aún de enamorarse.
—Es como pedir la luna —dijo, aunque sabía que era una pérdida de tiempo— Claro que dije que lo aceptaría, pero es como si hubiera aceptado sacar el Titanic del mar. No va a ocurrir. El dinero no es real.
Dio un paso hacia él, aunque era un gesto inútil con el enorme escritorio interponiéndose entre ellos.
—Quería organizar una gran boda para mi hermana —dijo—. Igual que tú para Felipe. Teníamos que hacerlo juntos. Al principio no me caías muy bien, pero luego nos hicimos amigos y fue fantástico. Eso es todo, Pedro. No lo conviertas en algo feo, sin más.
—Dame una razón por la que deba creerte.
—No se puede argumentar la confianza. Se gana con el paso del tiempo. Dime una cosa que haya hecho yo para defraudar tu confianza.
—Puedo darte un millón de ellas. El que te quedes embarazada sólo confirma lo que querías desde el principio.
—Fue en broma —empezó ella, horrorizada. Después se calló. No serviría de nada.
Agarró el bolso y sacó su teléfono móvil. Marcó el teléfono de Ruth.
—Hola, soy Paula —dijo, cuando Ruth contestó—. Necesito decirte que no me interesa el millón de dólares. Pase lo que pase, no lo quiero.
—Nunca lo quisiste, cariño —su abuela suspiró—. Eso ya lo sabía.
—Pedro no lo sabe.
—Oh, sí. Es muy testarudo. Pero entrará en razón.
—Yo no estoy tan segura de eso —dijo Paula, contemplando su rostro serio y su ojos acerados.
—Sé que parece demasiado trabajo, pero al final merecerá la pena. Ten un poco de fe.
—Lo intentaré —colgó. Por lo visto había mucha necesidad de fe en el mundo.
—Eso no significa nada —dijo él—. Sabes que puedes conseguir aún más dinero de mí.
Entonces ella comprendió que no podía ganar.
—Si no hubiera sido el posible embarazo habría sido otra cosa —dijo, más para ella que para él—. Estás empeñado en no confiar en mí y la gente siempre encuentra lo que busca. Si esperas lo peor, lo encontrarás.
Tomó aire para darse fuerzas.
—Algún día apreciaré la ironía de esta situación. He estado muy preocupada por ser como mi madre, me aterrorizaba perderme por un hombre. Nunca pensé en la posibilidad de enamorarme de alguien incapaz de amarme. En mi mente, era yo quien tenía un problema grave.
Metió el móvil en el bolsillo de los vaqueros y agarró su bolso.
—Pero no lo soy. Estaba dispuesta a arriesgarme contigo. Estaba asustada y preocupada, pero aun así dispuesta a dar ese paso. Nunca me detuve a pensar que mis miedos no tenían importancia. Porque tú no te atreverás.
La expresión de él no cambió. Ella no sabía bien por qué se estaba explicando; tal vez a modo de despedida y conclusión.
—La única manera de convencerte de que no lo hago por dinero es no estar embarazada y no volver a verte —dijo—. No puedo hacer nada sobre lo primero, ya se verá, pero sí puedo salir de tu vida. Si estoy embarazada, acordaremos algo. Algo justo. No vas a quitarme a mi hijo sin más. Si no lo estoy, entonces tendremos que vernos en la boda y luego procurar evitarnos en la medida de lo posible.
Fue hacia la puerta, se detuvo y lo miró.
—Sé que estás asustado, Pedro. Yo también lo estoy. Pero después de enamorarme de tí estoy dispuesta a enfrentarme a mis miedos. Puede que yo no sea la persona indicada para tí. Tal vez no quieras que yo te importe, y eso está bien. Pero si nunca te importa nadie, las mujeres malas del mundo ganan la partida. Puede que ellas no te tengan, pero se habrán asegurado de que tampoco te tenga nadie. Es una manera infernal de vivir.

3 comentarios:

  1. Que capítulos intensos! Ojalá pedro se de cuenta pronto del error que esta cometiendo con Paula!

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  2. Wowwwwwww, se plantó Paulita, genial, que lo haga sufrir y rogar un poquito a Pedro jajajajaja Me encantaron los 4 caps Naty.

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