lunes, 27 de abril de 2015

Herencia de Amor Parte 3: Capítulo 11

Paula  pensó que era la mejor respuesta. Lo dejó solo para que volviera a vestirse y salió a esperarlo junto al coche.
Lo que la preocupaba no era haber disfrutado del beso. Era saber que había estado dispuesta a entregarse sin conocerlo. Sin sentimientos. El nivel de pasión que había sentido la asustaba.
Pedro era mucho más interesante de lo que había imaginado. La sorprendía que le gustara. Desearlo era aún más sorprendente. Pero ¿juntos? Imposible.
No podía permitirse enamorarse de alguien como él. Eso la destruiría. Lo había visto y conocía el precio.

Para: Paula_Chaves@mynetwork.LA.com
De: Julia_Chaves@SGC.usa
¿Qué quieres decir con que besaste a Pedro? No puedes escribir «por cierto, hoy besé a Pedro» y enviarlo sin más. ¿Lo besaste? ¿En la boca?
¿Por qué? Tú no eres así. ¿No será por lo del millón de dólares? Por favor, di que no. Tampoco eres así. ¿Pedr? ¿En serio? ¿Cómo fue? Espera, no estoy segura de querer saberlo.
No es tu tipo. Siempre te enamoras de tipos dulces y atolondrados que quieren salvar el mundo. Él sale con modelos. ¿Lo recuerdas? ¿Estás bien?
Hablando de otro tema, nos encanta la combinación verde/rosa para la boda. Id a por ésa, pero que no sea todo demasiado conjuntado, por favor.
Para: Julia_Chaves@SGC.usa
De: Paula_Chaves@mynetwork.LA.com
Estoy perfectamente. El beso ocurrió sin más. Es una larga historia creí que estaba jugando conmigo y lo besé. No lo habría mencionado, pero pensé que si él se lo decía a Felipe y él a ti, te enfadarías porque no lo había hecho yo. Nada más. Aunque, ahora que lo pienso, Pedro no es del tipo que alardea de esas cosas.
En cuanto al beso, no fue más que un beso. Agradable. Sé que no es mi tipo. No te preocupes.
Me alegro de que hayas elegido los colores. Eso facilitara la planificación. A mí también me encanta el rosa/verde. Te juro que no será todo demasiado conjuntado. Utilizaremos distintos tonos y variaciones del tema. Será fabuloso.

Para: Paula_Chaves@mynetwork.LA. com
De: Julia_Chaves@SGC. usa
¡OH DIOS MIO! ¿Ya sabes a qué tipo pertenece Pedro? ¿Qué más sabes y no me estás diciendo? ¿Qué más está ocurriendo? Más te vale no enamorarte de él, Paula. Lo digo en serio. Estoy a miles de kilómetros y me lo perdería todo.

Para: Julia_Chaves@SGC.usa
De: Paula_Chaves@mynetwork.LA.com
Besitos. No sufras. No me estoy enamorando de Pedro en absoluto. No tienes de qué preocuparte.
Pedro sorteó lentamente el tráfico de la zona universitaria y aparcó junto a la acera. Echó un vistazo a la multitud de estudiantes y vio a Paula hablar con una joven. No hablando, sino haciendo señas.
Las dos mujeres estaban una frente a otra y sus manos se movían con un grácil baile indescifrable para él. Paula echó un vistazo por encima del hombro, lo vio y saludó con la mano. Después señaló el coche e hizo unas señas a su amiga. La mujer asintió, se dieron un abrazo y Paula fue hacia él.
La observó caminar. Con sus vaqueros y su camiseta de manga larga, encajaba con los estudiantes que la rodeaban. Admiró el movimiento de sus caderas y después el de su largo cabello dorado. Parecía un anuncio de algún producto sexy. «Compra lo que sea y conseguirás una chica como ésta».
—Hola —saludó ella, abriendo la puerta del acompañante y sentándose—. ¿Vas a volver a dejarme conducir?
—No. Demasiado poder se te subiría a la cabeza.
—Típico —farfulló ella, abrochándose el cinturón de seguridad—. ¿Por qué todos los hombres son así? No des a las pobres féminas demasiado poder o responsabilidad. No sabrían manejarse.
—Las mujeres controlan la mayor parte de la riqueza en este país.
—Ese dato me hace sonreír cada vez que lo oigo. Sé que no quieres que conduzca porque mi destreza supone una amenaza para tu virilidad.
—No por mucho tiempo. Estoy en terapia.
Ella se echó a reír y él la imitó. Su último encuentro había sido en la tienda de esmóquines, donde ella lo había besado, dejándolo con ganas de más. Aún no había decidido qué haría, si hacía algo, sobre ese deseo. Por el momento le bastaba con disfrutar de la compañía de Paula.
Mientras se incorporaba al tráfico intentó recordar la última vez que había deseado estar con una mujer. Sólo estar con ella, charlar y bromear, sin contar los minutos que faltaban para llevarla a la cama.
No era que no quisiera acostarse con Paula, claro que quería. Pero también le gustaba.
Y eso sí que no le ocurría hacía mucho tiempo. Casi había olvidado la sensación. No confiaba en ella, ni en ninguna mujer. Pero había estado deseando pasar el día con ella desde la última vez que la vio.
— ¿Cómo te interesaste por el lenguaje de señas?
—Me avergüenza admitir que al principio aprendí porque una de mis amigas tenía un hermano guapo y sordo. Yo tenía unos catorce años. El era mayor y muy serio, y pensé que por dentro sería profundo y fascinante y que se enamoraría locamente de mí si podíamos comunicarnos. Tomé una clase de lenguaje de señas y me gustó, así que seguí.
— ¿Qué pasó con el tipo?
—Resultó ser un auténtico imbécil que, por desgracia, era sordo. Aun así, me alegro de que me hiciera dar el paso. Me hice intérprete homologada. Fue un buen trabajo temporal mientras estudiaba —miró su reloj— Siento tener que partir el día por la mitad.
—No es problema.
—Es una clase importante. Te agradezco que seas flexible.
—No seré yo quien se interponga en la educación de alguien.
—Dicho como un auténtico miembro de la elite.
Iban hacia otra empresa de catering a hacer una  degustación, y después a casa de él a entrevistarse con una florista.
—Ahora que Felipe y Julia han elegido los colores, podemos tomar algunas decisiones —dijo—. Se lo comuniqué a la florista y traerá algunas muestras.
—Bien. Creo que la combinación verde rosa dará mucho juego. Las cosas para chicos pueden ser verdes y las de las chicas rosa.
—Y todo el mundo estará contento.
—Exacto —sonrió ella.
El frenó en un semáforo y le devolvió la sonrisa.
—Lo del otro día fue todo un beso —dijo él, mientras se estaban mirando.
Los ojos de ella se ensancharon y el color tiñó sus mejillas. Desvió la vista y miró por la ventanilla.
—Sí, bueno, dijiste que necesitabas protección.
Él se había preguntado qué había pensado del beso y si le había parecido tan intensamente erótico como a él. Supo que la respuesta era que sí. También que se sentía algo avergonzada; se preguntó por qué.
—No es que necesitaras protección —dijo ella, aún sin mirarlo—. Eres capaz de manejar a mujeres como ésa hasta dormido.
—Soy más interesante despierto —arrancó de nuevo—. No esperaba tanta pasión.
—Que sea inteligente y de ciencias no significa que no sea como el resto de la gente.
—No eres como el resto de la gente, pero eso esta bien. No me quejo, Paula. Me gusta cómo eres.
—Ah. Bien. Aunque no es que me importe tu opinión.
—Claro que no.
—Sí que fue un beso apasionado —admitió ella.
—Estoy de acuerdo. Puede que necesite que me rescates más tarde.
—No lo creo. Puedes salvarte sin mi ayuda.
—Eso es un poco frío de tu parte.
—Aguántate.
El soltó una risita y ella sonrió. Después empezó a hablar de lo que había dicho Julia sobre cómo situar a los invitados. Pero él estaba pensando en otro tema más interesante. En llevarse a Paula a la cama.
La deseaba. Eso era indudable. Sabía que estarían muy bien juntos. Había descubierto que el primer beso decía mucho sobre química, compatibilidad y deseo. Paula y él puntuaban más de diez. Pero acostarse juntos no sería muy inteligente.
Para empezar, estarían vinculados el resto de su vida. Entre que su tía política era abuela de ella y que su hermana iba a casarse con su primo, iban a verse a menudo. Practicar el sexo haría más incómoda una situación ya complicada en sí misma.
Por otro lado, ella no era su tipo. No jugaba con los hombres y él no creía en ir en serio con las mujeres. Era mejor dejar las cosas como estaban.
Pero había sido un gran beso. Pensar en él lo había desvelado las dos últimas noches y eso no le había ocurrido... nunca.

Paula miró el pequeño plato de pasta que tenía delante sí. Aunque apreciaba la presentación artística, empezaba a ponerse algo paranoica.
— ¿Es cosa mía o todos los platos llevan alguna salsa de nata por encima? —le susurró a Pedro.
—No eres tú —contestó él—. El aliño de la ensalada, la sopa cremosa, el pollo, el pastel de cangrejo.
—Y ahora la pasta —murmuró ella—. Si elegimos este sitio, habrá que usar el blanco como pincelada de color.
Pasó el tenedor por los perfectos fetuccini. No podía quejarse de la comida en sí. Las gambas eran finas,las verduras estaban en su punto y la salsa era una decadente mezcla de nata, queso y especias, pero aun así...
—Podemos irnos —dijo él.
— ¿Odias la comida?
—No. Está buena. Es sólo...
— ¿Excesiva?
—Exactamente —asintió él.
Unos minutos después llegaron las muestras de postres. Paula consiguió contenerse mientras la anfitriona explicaba cada plato, pero se echó a reír en cuanto la mujer volvió a la cocina.
— ¿Qué va a ser? —Pedro alzó las cejas—. ¿La tarta de chocolate fundido con crema? ¿Las frutas del bosque con nata? ¿El pudin con crema de chocolate? ¿O la selección de sorbetes con nata y jengibre?
—Está delicioso —dijo ella, probando el pudin— Es fabuloso de verdad.
—Me gusta la comida —dijo él, dubitativo.

2 comentarios:

  1. Ayyyyyyy, cada vez más linda esta historia jajaja. Me divierte jajajaja.

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  2. Muy buenos capítulos! Me encanta como se histeriquean!

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