sábado, 25 de marzo de 2017

Protegerte: Capítulo 38

—Necesito hablar contigo.

Paula, vestida como la Escarlata de Lo que el viento se llevó, con un vestido verde con miriñaque, se dio la vuelta para mirar a Pedro que bajaba las escaleras, disfrazado de Rhett Butler. Estaba tan guapo que se quedó sin aliento al verlo.

—Alabado sea el Señor —dijo ella, imitando un acento sureño y parpadeando cuando él llegó a su lado—. Señor Butler, está usted guapísimo.

—Gracias —sonrió él, ajustándose la corbata. Luego frunció el ceño, frustrado— . Entre ocuparme de tus suegros, celebrar, y la fiesta de esta noche, no hemos hablado desde que la juez dictaminó a nuestro favor. No puedo esperar más. Y, francamente, querida, a mí sí que me importa —dijo, imitando al personaje de la película.

Tenía razón. Desde el día anterior por la tarde quería decirle cuánto sentía haber dudado de él y lo mucho que lo amaba. Con un poco de suerte, él lograría perdonarla y devolverle su amor. Pero no habían podido estar ni un minuto solos. Al volver del juzgado, iban con los trillizos, que siempre estaban atentos a la conversación de los adultos. Luego habían celebrado el fallo de la juez con los padres de él. Y, desde la mañana, corrían de aquí para allá preparando todo para la fiesta de disfraces anual que se celebraba en la casa de los Alfonso. Ella había encontrado un amor indestructible ante la adversidad. Eso era demasiado importante como para hablarlo a la carrera.

—Yo tampoco puedo esperar.

—Paula, quiero que sepas…

—Hola Pedro. Hola, Paula —dijo el sheriff Alberto  Malone, entrando—. La empleada nos ha abierto. Recuerdan a Emma.

—Por supuesto —dijo Paula, sonriendo.  Emma estaba disfrazada de gitana, con un colorido traje y montones de brazaletes y collares—. ¿Cómo estás?

—Bien, teniendo en cuenta que no puedo recordar ni mi propio nombre y otra vez me he quedado sin casa.

—¿No estabas viviendo con la tía Gloria? —preguntó Pedro, pasándole el brazo posesivamente por la cintura a Dana.

—Le cayeron un montón de parientes a pasar las vacaciones y me daba corte quitarles el sitio.

—Yo la invité a que se quedara conmigo —terció Alberto—. Temporalmente — añadió.

—Hola a todo el mundo —dijo Ana, entrando al vestíbulo con Horacio.

—¿De qué van? —preguntó Pedro de guasa, porque era evidente por sus trajes que eran el rey y la reina de corazones.

—No está bien tomarles el pelo al rey y la reina de corazones —dijo Ana, elevando una ceja imperiosamente—. Y ahora que sabemos los resultados de la prueba del ADN, creo Alberto, que le debes una disculpa a mi hijo. ¿Cómo pudiste creer que Pepe era el padre de esos niños?

—No lo creía, señora Alfonso —sonrió Alberto—. Pero había que seguir todas las pistas posibles. Está claro que el sonajero fue robado. ¿Sabe quién puede haber sido?

—Pepe me hizo la misma pregunta y he estado pensando. La única que se me ocurre es una chica que trabajó un tiempo en la casa. Recuerdo que le gustaba mucho la exhibición de antigüedades. ¿Cómo se llamaba? Josefina, creo.

—Si se acordara del apellido…

—Era una chica adorable, jovencita —se quedó pensando Ana—. A ver… El apellido comenzaba con D, un minuto… ¡Ya sé! —sonrió, chasqueando los dedos—. Douglas. Josefina Douglas.

—Ya me ocuparé de investigarlo.

—Pero esta noche no —dijo Pedro—. Hasta los representantes de la ley pueden tomarse un descanso de vez en cuando.

—Se esfuerza siempre demasiado —dijo Emma, elevando la mirada hacia el alto hombre que la había protegido.

El sheriff pareció incomodarse al ser el centro de atención.

—Storkville es un pueblo muy tranquilo. Normalmente no trabajo tanto, aunque sigo investigando el atraco de Emma y buscando a la madre de los mellizos, pero mañana mismo comenzaré a seguir esta pista nueva.

—Laura y Pablo los tratan como si fuesen suyos —dijo Paula, refiriéndose a los mellizos—. La última vez que hablé con ella, me dio la impresión de que quería quedárselos.

—Desde luego que no les falta atención —asintió Alberto—. Emma no se puede separar de ellos.

—Tiene razón —dijo Emma, sonriendo—. Necesito estar cerca de ellos.

—¿Sabe algo sobre su pasado? —preguntó Horacio.

—No —dijo Emma—. El médico me dijo que intentara no pensar, que ya me volvería la memoria.

Mientras hablaban, había ido llegando gente. Ana y Horacio se dirigieron a ocuparse de sus invitados, Alberto y Emma se fueron a buscar una copa. De repente, Pedro y Paula se encontraron solos.

—Tus, padres fueron maravillosos con los Martínez—dijo Paula, elevando la mirada hacia él—. Están con los trillizos, dándoles el baño.

—Espero que se hayan traído chubasqueros —dijo él con ironía—. pau, quiero decirte algo… ¡Demonios! La reportera del Sentinel.

—Hay una serie de cosas que me gustaría decirle —dijo Paula, yendo a buscarla.  Cuando llegó hasta ella, le dió  unos golpecitos en el hombro—. Brenda, me gustaría hablar con usted.

—Desde luego, señora Alfonso.

Paula la llevó hasta el vestíbulo, donde esperaba Pedro.

—¿Ha oído que los resultados de la prueba del ADN han dejado a mi esposo libre de sospecha?

—Recibimos la información demasiado tarde para que saliese en el periódico de hoy —respondió la periodista, con expresión avergonzada—. Pero la historia saldrá mañana completa.

—Espero que no escondan el artículo en la cuarta página, ¿Sabe? Quiero grandes titulares.

—Mi esposa se refiere a que le den tanta importancia a lo que pongan ahora como a lo que dijeron antes —dijo Pedro, diplomático.

—Sí, señor —dijo Brenda, incómoda.

—¿Qué hace aquí esta noche?

—Estoy cubriendo la fiesta. Me han vuelto a encargar de los «ecos de sociedad».

—Me alegro. Espero que aprenda a ser una periodista responsable. Y que se divierta —dijo Paula.

—Gracias —dijo la mujer, sonriendo nerviosa antes de alejarse.

Pedro  la llevó a una esquina para tener un poco de intimidad antes de que apareciese nadie más.

—Antes de que nos vuelvan a interrumpir, ¿Se puede saber por qué le diste los resultados de los análisis a la juez sin abrir el sobre. Los niños corrieron un riesgo…

—Los niños no corrieron ningún riesgo —dijo ella, con confianza—. Yo sabía los resultados, aunque no los mirase. Eres mi héroe, Pepe. El hombre más maravilloso del mundo, y te amo. Y si puedes perdonarme por no tenerte confianza, ha llegado el momento para las declaraciones románticas y llenas de fiorituras.

—Yo también te amo. Desde el primer instante. Pero como no creía en el amor a primera vista, no sabía por qué te había propuesto matrimonio después de conocerte durante tan poco tiempo —dijo, acercando sus labios a los de ella.

La unión de sus labios, siempre maravillosa, fue todavía mejor que antes, porque ahora ambos sabían que su amor era retribuido.




FIN

2 comentarios: