jueves, 30 de marzo de 2017

Te Necesito: Capítulo 6

—Hola Luciana—dijo Paula sujetando el teléfono con el hombro y girando la silla para mirar por la ventana—. Gracias por devolverme la llamada.

Todavía no podía creer que hubiera aceptado organizar aquella boda. Bueno, aceptar no era exactamente cierto, porque Pedro la había arrinconado. Rechazarlo habría sido lo mismo que marcharse, romper el contrato y adiós carrera. El Pedro que ella recordaba no la habría necesitado, lo que hacía que se preguntara si tenía algo en la manga además de un brazo muy fuerte.

—Tu mensaje decía que querías comentar algunos aspectos de la boda —su voz era fría, pero eso era lo que esperaba.

La hermana de Pedro era una morena guapa, alta, delgada, con los ojos oscuros. Su prometido, se había enterado, era el mejor amigo de Pedro, Hernán Paz, un tipo atractivo y uno de los jefes de  Alfonso Inc. Habían tenido un aspecto impresionante un año antes como dama de honor y padrino. Ambos lo  adoraban. Trabajar con ellos no iba a ser fácil, pero era lo que Pedro quería. Paula respiró hondo.

—Quería hablar contigo porque tenemos que empezar a tomar decisiones.

—¿Como qué?

—Para empezar, deberías comprarte un vestido. Puedo recomendarte algunos diseñadores que te enseñarán varios bocetos.

—Eso estaría muy bien.

—Lo siguiente en la lista es el lugar. Hay que encontrar un sitio que te guste pero que se adapte a tu lista de invitados.

Luciana suspiró al otro lado del teléfono.

—No tengo tiempo para eso.

Luciana trabajaba con Hernán en la sección financiera de la corporación y la situación hacía que ambos estuvieran muy ocupados buscando los fondos necesarios para las Torres Alfonso.

—Sí quieres, puedo reunir algo de información y luego enviártela.

—Otra vez muy bien.

—De acuerdo. Me encargaré de los detalles. Quiero asegurarme de que la boda será perfecta.

—No tengo ninguna duda —había sarcasmo en su voz—. Se lo debes a Pepe.

Él le había dicho lo mismo. Y tenía razón.

—Soy consciente de la deuda.

—No estoy hablando de dinero —añadió Luciana— Nan me comentó algo de un cheque que enviaste para compensar a mi hermano por los gastos de la boda. ¿Por qué lo hiciste?

—Era lo correcto —Pedro lo sabía todo sobre hacer lo correcto.

 Se dió la vuelta,  lo vió  de pie en la puerta y agarró el teléfono.

—¿Qué es lo correcto? —preguntó él.

—Que llevaras un cascabel colgado del cuello —dijo mientras recolocaba el auricular.

—¿En la boda? —Luciana pareció sorprendida.

 —No, estaba hablando con tu hermano. Ha caminado hasta donde estoy.

Y se estaba convirtiendo en una costumbre. Todos los días aparecía en su puerta, temprano, justo antes del momento del café o de la hora de comer, cuando su ayudante, Chloe, estaba fuera del despacho.

—Salúdalo de mi parte —el tono de Luciana era considerablemente más cálido.

—Luciana te dice hola —lo saludó con la cabeza y después lo ignoró, pero con el pulso desbocado— De acuerdo, haré una búsqueda de capillas y te llamaré.

—Muy bien. Hasta luego.

—Adiós  —dijo y cortó la comunicación.

Le habría gustado poder cortar también con sus hormonas, pero tenían voluntad propia y desobedecían sus órdenes siempre que veía a Pedro.

—¿A qué debo el placer? —preguntó ella.

Era mejor frase que « ¿Qué demonios estás haciendo aquí?», que era la que tenía en la punta de la lengua.

—Te he traído un sándwich —respondió él, señalando una bolsa que llevaba en la mano.

—¿Por qué? —sonó desagradecida, pero muy apropiada desde su punto de vista.

—Porque es la hora de comer.

¿Por qué no se largaba y dejaba de fastidiarla?

—Cómo sabes que no tengo un montón de dulces en el cajón de la mesa?

 Pedro recorrió con la mirada sus brazos desnudos y sus pechos. Si no hubiera estado sentada detrás de la mesa, Paula  sabía que esa mirada habría seguido su recorrido hasta los tobillos. Y sintió un escalofrío al pensarlo.

—No creo —miró la mesa, buscando un lugar donde dejar la bolsa—. ¿Dónde te lo dejo?

El espacio de trabajo de Paula estaba siempre a rebosar. El tablero de su escritorio era de vidrio, aunque en ese instante no pudiera verse. Miró la bolsa con suspicacia.

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