-No, supongo que también es culpa mía. Desde el principio no fui muy inteligente; de lo contrario habría sabido quién eres tú -dijo con una sonrisa irónica-. Aunque tampoco lo hiciste muy bien. Tú no me engañaste. Fui yo la que me engañé a mí misma. Quise creer en mi propia inteligencia. Así que si hay un culpable, ésa soy yo. Dicho esto, creo que deberíamos separarnos como amigos y olvidar lo ocurrido.
-¿Amigos? ¿Separarnos?
-Sí, regreso a Inglaterra.
Sin dejar de mirarla, Pedro buscó desesperadamente una respuesta. Cuando al fin la encontró, no fueron precisamente las palabras que le habría gustado elegir.
-No puedes. Tienes un contrato.
-Despídeme.
Paula dió media vuelta con la intención de ir a la terraza. Pero él la detuvo con firmeza y se enfrentó a ella.
-Escúchame.
-Los invitados nos observarán -dijo, frenética.
-Que lo hagan. Ya es hora de que tú y yo hablemos con sinceridad. Todo el tiempo te has aprovechado de mí y me has tratado como a un tonto.
-¿Yo?
-Todo lo que has hecho últimamente ha sido con el propósito de castigarme. Has estado viviendo con el inglés para aparentar ser una pareja ante la familia. Intentabas darme una lección, ¿No es así? Y yo que te consideraba una buena persona...
-No digas eso -espetó-. Los dos nos hemos portado mal. Ambos pensábamos que el otro era una buena persona. Y ambos quedamos desilusionados.
-Lo que nos deja en un plano de igualdad.
-Sí -dijo, con un suspiro-. Un buen momento para terminar.
-¿Estás segura? Algunos dirían que es un buen momento para comenzar.
-¿Qué?
-¿No te das cuenta de que lo que has dicho en estos últimos minutos nos da la mejor oportunidad que nunca hayamos tenido? Paula, por primera vez podemos ser sinceros el uno con el otro y eso es un buen comienzo.
Había un destello en lo más profundo de sus ojos que la dejó perturbada; sin embargo, Paula ya había tomado una decisión y se mantendría firme en ella.
-No puedo creer que digas eso después de todo el daño que nos hemos hecho mutuamente.
-La experiencia no fue buena y necesitábamos un tiempo para superarla, pero lo hemos hecho y ahora estamos preparados para...
-¿Quieres dejar de decirme lo que tengo que hacer?
-Alguien tiene que hacerlo, porque te siento perdida y confusa. Más o menos como yo; pero con la diferencia de que yo creo que aquí es donde acaban nuestros desacuerdos. Dime que me amas.
-¿Es una orden? -preguntó, ultrajada.
-¡Sí, lo es! Y date prisa, porque estoy cansado de esperar.
-¡Al diablo! -exclamó furiosa, al tiempo que intentaba alejarse.
-Al diablo no -replicó Pedro mientras la obligaba a retroceder-. Y ahora, escúchame. Mientras contemplaba a Fabián y Evangelina en el altar, no he dejado de preguntarme cómo pude haber permitido que nuestra relación se estropeara así.
-Lo mismo hice yo, y...
-Entonces dime que me amas.
-Verás, yo...
-Dilo.
Antes de que ella se diera cuenta, los labios de Pedro se posaron sobre los suyos.
-Dilo -murmuró mientras la estrechaba entre sus brazos sin dejar de besarla.
-Que me cuelguen si...
-¡Dilo!
Paula no pudo decir nada porque la boca de Pedro no se apartaba de la suya. Sí, lo amaba. Podría negarlo hasta el fin de los días, pero su amor siempre sería un hecho incuestionable.
-Dilo o tendré que besarte hasta que por fin lo digas.
-En ese caso, mis labios están sellados -murmuró y ambos se echaron a reír-. Te amo, te amo, pero sigue, no te detengas.
Con esas palabras, la tristeza y la tensión desaparecieron como por encanto mientras se besaban apasionadamente. Paula no se dio cuenta de que una puerta se abría y se cerraba, en cambio Pedro se separó de ella un tanto desconcertado.
-Bueno, bueno -oyeron la voz de Lucas.
Paula se volvió rápidamente y lo vió apoyado contra una pared, con una mirada divertida.
-Lucas...
-Así que por fin llegaste a la línea de meta. Siempre pensé que si tenía paciencia, tú lo lograrías.
-¿Tú? -preguntó en tono dudoso-. ¿Quieres decir que tú... todo el tiempo...?
-Creo que he sido bastante listo. Esa noche, cuando querías marcharte, tuve que encontrar el modo de que te quedaras en Nápoles y te invité a mi casa.
-¿Por qué? -preguntó Pedro, de inmediato.
Lucas dejó escapar una carcajada burlona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario