-No digas eso. Piensa en mi reputación.
-De acuerdo, guardaré silencio. Sin embargo, ambos sabemos que tienes buen corazón. Un corazón fraternal.
-Sí, aunque es una pena que los nobles sentimientos hacia mi hermano hayan aflorado ahora, y precisamente en relación a ella.
-Hijo, en algún lugar hay una mujer para tí. Vas a superar lo de Paula.
-Sí, tal vez dentro de cien años. Mientras tanto, será mejor que me aleje por un tiempo.
-¿Alejarte? -preguntó Graciela, alarmada.
-Sólo hasta Roma. Verás, hay un hombre que me debía mucho dinero. Como no podía pagar, firmó el traspaso de una propiedad. Pero las cosas se le han complicado y hay una abogada que le causa muchos dolores de cabeza. Dice que ella es el diablo en persona, así que me figuro que también me los causará a mí.
-¿Ella?
-Sí, la letrada es una tal Mónica Manfredi. Ya he recibido una carta en la que prácticamente me despelleja vivo.
-Bueno, ella mantendrá tu mente ocupada -dijo la madre al tiempo que lo besaba-. Ve a Roma, hijo mío. Y vuelve para la boda de Pedro. Tal vez hasta te vea aparecer con una novia.
-Lo dudo. Será mejor que te contentes con dos nueras, Mamma.
-Tonterías. Quiero seis. Y ahora vuelve a la fiesta -dijo antes de marcharse canturreando.
Minutos más tarde, Lucas la siguió y se puso a contemplar a los novios. Fabián bailaba con la novia, con las facciones suavizadas por el amor. Pedro bailaba lentamente con Paula, ambos en su propio mundo, absortos en su felicidad. Lucas la miró y supo al instante que ella ya lo había olvidado.
-Tenía que comportarme como un buen hermano. Pero, ¿Por qué ahora? -murmuró.
Cuando finalizó la recepción y todos se hubieron marchado, la mansión quedó en silencio. Todos dormían, excepto dos personas que se encontraban en el jardín. Aunque había luna, el único sonido era el murmullo de dos enamorados en la oscuridad.
-Nunca quise mentirte. Desde el momento en que te ví supe que tenías que ser mía. Había vivido una vida segura a causa de mi gran sensatez, pero todo aquello perdió su significado cuando te ví. Entonces quise convertirme en un salvaje, incluso en un estúpido.
-Y lo lograste -comentó Paula cariñosamente.
-¿Piensas ser una esposa regañona?
-Sólo una parte de mí lo es. Las otras no lo han decidido todavía.
-Ah, sí -Pedro comprendió de inmediato el sentido de sus palabras-. Siempre tendremos que contar con eso. Una infinita variedad de personalidades. Bueno, muy práctico para no aburrirse.
-Tienes la intención de serme infiel, ¿Eh?
-Sí, pero sólo contigo, amore. Sólo contigo.
La risa deleitada de Paula hizo renacer el mundo. A la luz de la luna, Pedro vió que se soltaba el pelo y se convertía en una hechicera ante sus ojos.
-Has visto esto alguna vez, ¿Verdad? -bromeó Paula-. En la película, la heroína se suelta los cabellos, el héroe cae a sus pies y le jura amor eterno.
-Sí -dijo Pedro con inmensa alegría mientras la estrechaba entre sus brazos-. Eso es exactamente lo que sucede...
FIN
Hermosa historia! Muy lindo final!!! Gracias por compartirla!
ResponderEliminar