martes, 14 de marzo de 2017

Protegerte: Capítulo 14

—¿Sigues queriendo casarte conmigo? —le preguntó, para asegurarse.

—Paula, quiero que sepas que no necesitas casarte conmigo para conseguir mi ayuda. Haré que mis abogados se ocupen de tu caso porque es lo que corresponde. Nunca te pondría en la tesitura de que tuvieses que sacrificarte por tus hijos.

Su generosidad hizo que se le llenasen los ojos de lágrimas. ¿Qué había hecho para merecer un Pedro Alfonso en su vida?

—Es lo más dulce que me han dicho en la vida —dijo, parpadeando furiosamente para controlar las lágrimas—. Pero esto es un negocio. Y nuestro acuerdo no es solo una cuestión legal, sino de sentido común. Si tenemos que ir a los tribunales, mi posición será mucho más fuerte si estoy casada.

—Estoy de acuerdo. Y cuanto antes, mejor —dijo Pedro—. Cuanto más tiempo llevemos casados, mejor. No querrás que nadie piense que es un matrimonio de conveniencia, solo por no perder a los niños.

—Aunque lo sea de verdad —le recordó ella—. Y tú conseguirás la estabilidad de una familia para la imagen que necesitas para tu empresa.

—Correcto —dijo él, y los labios se le pusieron tensos un instante. Pero luego añadió —: ¿Cuándo te parece que lo hagamos?

—Antes de que prosigamos, hay un par de temas que quiero que negociemos — dijo ella, segura de que sería mejor dejar todo claro desde el principio.

—De acuerdo —dijo él, conteniendo una sonrisa.

—No te rías, Pedro, que va en serio.

—Ya lo sé. Y no me río.

—Bien —dijo ella con escepticismo—. En realidad, son tres cosas. Primero: el matrimonio será solo en apariencia. Si eso te resulta un problema, aquí se acabó el trato —dijo ella con firmeza.

Por la expresión de su rostro, le indicó que él había recibido el mensaje y que tendrían dormitorios separados.

—De acuerdo —dijo él—. ¿Cuál es el segundo punto?

Era tan masculino, tan atractivo, que ella se olvidó de lo que iba a decir. Tragó una vez, intentando recobrar la compostura.

—Creo que deberíamos quedar en el plazo de tiempo en que estaremos juntos. Digamos que seis meses, por ejemplo.

—Es el trato más raro que he hecho nunca —dijo él, frunciendo las cejas y moviendo la cabeza—. Par definición, uno normalmente nunca discute una fusión en términos de romperla en seis meses.

Ella sintió una opresión en el pecho. Era importante para ella. Cuando se casó con Francisco Martínez, había sido con la convicción de que sería para siempre. Su infidelidad había cambiado todo. Necesitaba una cláusula de escape, saber que podría marcharse si era necesario. Necesitaba la garantía de que no le harían daño nuevamente.

—Eso no es negociable —le dijo, conteniendo la respiración mientras él reflexionaba.

—¿Y si la batalla por la custodia se alarga más de lo que pensamos?

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