martes, 28 de marzo de 2017

Te Necesito: Capítulo 4

Se obligó a cambiar de pensamientos y a concentrarse.

—Bueno, ¿Estoy cesada? —preguntaba Paula en ese momento.

—No.

—Entonces, ¿De qué querías hablarme?

—Luciana se va a casar.

—Por favor, felicita a tu hermana de mi parte.

—Podrás hacerlo tú misma. Vas a organizar la boda y la fiesta.

Lo miró fijamente.

—Estás de guasa.

—No puedo hablar más en serio.

Ella sacudió la cabeza sin creérselo.

—Tu hermana puede hacer del rencor una obra de arte. La Luciana Alfonso que yo conozco se casaría en el Ayuntamiento y lo celebraría en una hamburguesería antes de permitir que organizara su boda la mujer que dejó plantado a su hermano.

—Puede ser, pero Luciana todavía te quiere.

Intentando parecer indiferente, Pedro se metió las manos en los bolsillos. ¿Cómo demonios podía él quererla después de todo ese tiempo? ¿Después de lo que le había hecho? Pero sabía que nunca sería capaz de dejar de quererla. O de dejar de echar de menos la sensación de tenerla entre sus brazos por la noche. Y estaba teniendo problemas respetando el mensaje de «las manos fuera» que su cerebro le estaba mandando. Al menos eso sí podía explicarlo, era una reacción física normal ante una mujer tan atractiva. Todo lo demás era mucho más complicado. Se había dicho que eran sólo negocios, pero dos reuniones con Paula le habían mostrado que verla todos los días iba a ser más complicado de lo previsto. Y no le gustaban las complicaciones. Pero algunas veces para conseguir sacar adelante un trabajo había que pasar por encima de alguien, incluso de uno mismo. El éxito tenía un precio y estaba decidido a que el coste no fuera más de lo que él podía pagar.

Paula negó con la cabeza.

 —No entiendo.

—Mi hermana es una jugadora de equipo.

—¿Y por qué es su boda una celebración de equipo?

 —Llamémoslo parte de la estrategia de mercado. La boda de una famosa atraerá la atención de los medios y hará llegar el mensaje a nuestros objetivos. Me he gastado un montón de dinero en expertos asesores y sería una estupidez de primera ignorar sus recomendaciones.

—¿Qué no me estás contando, Pedro?

Si no la hubiera conocido tan bien, habría pensado que había preocupación en sus ojos. Pero la conocía muy bien.

—Necesito asegurar el resto de la financiación de las Torres Alfonso. Tenemos bastante para los cimientos y la estructura, pero no para acabar. Si se hiciera público sería un gran desastre, y no quiero verme de nuevo así.

Ella se mordió el borde del labio superior.

 —Si estás hablando de la boda... Tenía razones para suspenderla.

 —No estoy hablando de tí—no quería escuchar sus excusas. Sus acciones le habían dicho todo lo que quería saber— Eso ya pasó.

—Pero fue mi error, no el tuyo.

—Sí, y tu error me ayudará a conseguir la financiación. La prensa sacará a la luz todo lo que encuentre sobre Luciana, tú y yo. Escribirán sobre todo lo que hacemos los Alfonso y el público lo leerá.

—Sí, me acuerdo —dijo ella.

—Lo único que genera más publicidad que una boda de alto nivel es una boda que no se celebra —su fiasco había despertado un frenesí periodístico.

—El día que me plantaste fuimos la cabecera de los periódicos, incluso por delante de la cumbre de presidentes sobre la economía mundial.

—Sí. Meses después me seguían llamando para que hiciera alguna declaración —algo a lo que ella se había negado tenazmente.

—Yo sufrí lo mismo. Así que imagínate un proyecto empresarial de Alfonso combinado con una boda Alfonso... Ya veo los titulares: «Millonario construye un lujoso rascacielos mientras se casa su hermana. La boda será organizada por la ex novia que lo dejó». La tormenta publicitaria perfecta.

—Entiendo.

—Sabía que lo comprenderías.

—Pero no puedo hacerlo —dijo Paula cruzando los brazos.

 Pedro observó fascinado el gesto y sus curvas. Recuerdos de una piel suave y sábanas revueltas asaltaron su mente. Se obligó a desviar la mirada. Entonces se dio cuenta de que estaban sólo los dos en la sala. ¿Dónde se había ido todo el mundo? ¿Cuándo se habían ido y por qué no se había dado cuenta? Era evidente que ella no quería estar allí ni hacer nada que no fuera estrictamente su trabajo. Pero Luciana y él estaban decididos a hacer que las Torres Alfonso  fueran un éxito.

Ella negó con la cabeza.

—Lo siento, Pedro, lo único que quiero es no causarte problemas.

—Eso resulta irónico viniendo de tí  —dijo cortante— Luciana es la única familia que tengo. Si quieres creer cualquier otra cosa, créela, pero yo nunca le haría daño.
El tenía dieciocho años y su hermana diez cuando murieron sus padres. Se habían apoyado mutuamente y salido adelante. Y así sería como harían que su proyecto fuera un gran éxito.

Paula se mordió el labio mientras lo observaba.

—Pedro, evidentemente esto estaba previsto desde hace tiempo. ¿Por qué no lo mencionaste el otro día en tu despacho?

Él se encogió de hombros.

—Tenía otras cosas en la cabeza.

De ninguna manera iba a decirle que verla de nuevo y actuar como si no sintiera nada había exigido toda su concentración. Todo lo demás se había borrado de su mente.


1 comentario: