Paula se despidió de sus padres en el aeropuerto.
-Han sido unos días maravillosos, cariño, y será un placer asistir a tu boda. Lucas es un encanto, pero no permitas que el otro se interponga entre ustedes.
-¿El otro?
-Pedro, el que siempre les riñe. Debes estar alerta porque intentará impedir tu boda con Lucas.
-Tendré cuidado, mamá. Pero no esperen una boda. Las cosas no siempre son lo que parecen.
-No digas tonterías, cariño. He visto cómo te mira. Adiós.
Tres días después, llegaron alegres noticias desde Inglaterra.
-¡La Mamma lo ha conseguido! -anunció Lucas, en tono triunfal-. No me preguntes cómo, pero ha hecho entrar en razón a Fabián y a Evangelina y la boda se celebrará el próximo mes, aquí en Nápoles.
Paula pasó una tarde con Graciela, completamente entregadas a planificar la boda. Fabián, su hijo Marcos y Evangelina llegarían a la villa dos días antes de la ceremonia.
-Sé que no es normal que los novios salgan de la misma casa, pero ellos no tienen nada en Nápoles. Además, así puedo mantenerlos vigilados en la villa.
-Para que no se te escapen, ¿Eh? -bromeó Paula, y ambas se echaron a reír.
Antonio y Pedro, que había vuelto de Inglaterra, fueron con Paula a recogerlos al aeropuerto. Paula de inmediato quedó prendada del ingenio de Evangelina, de su inteligencia y buen humor. Fabián era un hombre interesante, aparentemente áspero, aunque parecía muy unido a Evangelina. Sus ojos la seguían por todas partes cuando se apartaba de él. Después de Graciela, Marcos era el más interesado en que la boda se realizara cuanto antes.
-Se parece un poco a Pedro cuando me casé con Horacio Gonzalez, su padre -comentó Graciela-. Deseaba con tanto anhelo tener una madre que nunca olvidaré su sonrisa cuando finalmente me tuvo junto él.
«Aunque tras la partida de Graciela, después del divorcio, se sintió abandonado. Y hasta ahora, nunca ha sido un hombre completamente seguro de sí mismo», pensó Paula, convencida de que las tristes experiencias de la infancia habían modelado el carácter de Pedro. Bajo la aparente confianza en sí mismo, había un ser que continuamente buscaba algo que no podía encontrar. Y casi lo mismo sucedía con Fabián, cuya vida se había construido sobre una confusión aún mayor.
Separado de su madre siendo un recién nacido, y más tarde rechazado por sus padres y enviado a una casa de acogida, Fabián había alcanzado la madurez lleno de ira, amargura e indiferencia hacia los demás. Y pese a todas las dificultades, se había labrado un futuro brillante. En la actualidad era un hombre rico, dueño de una importante empresa. Pero sus heridas no habían cicatrizado y por ello había rechazado a Evangelina, que lo amaba verdaderamente. Por su propio bien, según dijo. Gracias a la intervención de Graciela, se habían vuelto a encontrar y en ese momento toda la familia les deseaba felicidad. Como prueba de su agradecimiento, había elegido a Pedro como padrino de boda. Antonio llevaría a Evangelina ante el altar porque ella no tenía familiares.
El día anterior al evento, llegaron los padres de Paula invitados por Graciela, que no perdía las esperanzas de otra alianza. La mañana de la ceremonia, la familia Alfonso al completo se reunió en la villa. Como siempre, Giuliana estaba impresionante con un traje de gasa celeste, muy recatado para la iglesia, pero que no dejaba la menor duda sobre su gloriosa figura.
El traje de lino de color miel que ante el espejo a Paula le había parecido tan elegante, en ese momento le pareció apagado. De hecho, se dijo que parecía una mujer mayor comparada con la vibrante juventud de Giuliana. Acompañado de la joven, Pedro se acercó a Paula. La luz del sol hizo brillar una cadena de oro con gruesos eslabones que Giuliana lucía en el cuello.
-¿No es preciosa? -comentó cuando Paula admiró la joya.
-¿Te la regaló Pedro? -preguntó Lucas.
Giuliana se limitó a sonreír. Un regalo tan valioso no podía ser otra cosa más que una declaración de intenciones, pensó Paula. Graciela apareció junto a ellos.
-Es hora de que el novio se marche a la iglesia con sus acompañantes. El coche los espera -dijo en tono apremiante.
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