jueves, 2 de marzo de 2017

Juegos Peligrosos: Capítulo 41

-Porque sabía que Paula era la única mujer capaz de derrotarte. Y no me iba a perder la diversión, desde luego. El hecho de ver que no sabías cómo actuar me ha parecido muy cómico. También he visto que apenas podías controlar tus celos y que te volvías loco porque deseabas algo que estaba fuera de tu alcance y porque eras incapaz de admitir que no podías controlar la situación, como sueles hacer. ¿Que si me divertí? ¡Claro que sí!

Paula no pudo comprender los juramentos que Pedro profirió en voz baja y en italiano contra Lucas. En todo caso, debieron de ser ultrajantes a juzgar por su expresión alarmada.

-¡Basta! No es el momento de estropearlo todo -intervino con diplomacia-. Pedro, fueran cuales fuesen sus razones, lo cierto es que tu hermano nos hizo un favor.

-No lo llames mi hermano...

-Pero lo es. Sólo un hermano podría hacerte un gran favor, insultarte y luego reírse de tí y contigo.

-Serás una buena influencia para él, Paula. Incluso hasta puedes acabar con su insensatez.

-Nunca estuviste enamorado de mí, ¿Verdad, Lucas? -preguntó, esperanzada.

Él se encogió de hombros.

-Tal vez un poco, pero no tanto como para preocuparme. Afortunadamente, nunca me diste esperanzas. Y me he comportado como un perfecto caballero para que pudieras permanecer en Nápoles sin aflicciones. Ya ves que todo salió bien -dijo con certeza, y repentinamente sonrió-. Aunque te advierto que podría haber un problema. Tu madre me prefiere a mí.

-Apostaría a que sí -murmuró Pedro más calmado, aunque todavía con una mirada recelosa.

Paula besó a Lucas en la mejilla y él la abrazó fraternalmente.

-¡Oye, inglés! -Pedro lo llamó cuando se marchaba.  Entonces esperó que Lucas volviera la cabeza para decir con calma-: Gracias.

-Crees que has ganado, ¿Verdad? Pero no olvides que ella llevará la voz cantante. Te hará bailar en la cuerda floja y yo me reiré mucho. Ah, me olvidaba, quiero ser tu padrino de bodas.

-Descuida, no se lo pediría a nadie más que a tí.

 Lucas se marchó.

-Sí, creo que he ganado. He ganado lo que más quería en el mundo.

 Mientras se fundían en un abrazo, ninguno de los dos vió que Lucas se volvía a mirarlos. Luego se tocó la mejilla donde Paula lo había besado.

-¿Y qué me dices de Giuliana? No intentabas ponerme celosa, ¿Verdad? -preguntó Paula más tarde.

-No, nunca pensé que pudiera hacerlo. Quería salvar la cara, de modo que cuando Lucas y tú anunciaran oficialmente su compromiso, no me quedaría solo como un tonto.

-¿Y si ella está enamorada de tí? -preguntó con un cierto sentimiento de culpa.

Pedro se echó a reír a carcajadas.

-Cariño, yo soy un viejo para Giuliana. Apenas tiene dieciocho años. La conozco porque sus padres son amigos míos. Cuando se enteró de lo que me ocurría, porque es muy difícil ocultarle algo a esa chica, me dijo: «Lo que tú necesitas es una fachada, y yo soy la persona más indicada para ayudarte, tío Pedro». Así que esa noche aparecí del brazo con ella sólo para salvar mi dignidad. Después de esa velada me volvió a rescatar, como ya sabes. Aunque ahora se sentirá muy contenta de que su colaboración ya no sea necesaria. Está ansiosa por volver a frecuentar amigos de su misma edad.

-¿De veras que te llamaba tío Pedro?

-Te juro que sí. Esa noche me llamaba así constantemente y tuve que recordarle que no lo hiciera. Vamos a buscarla para anunciarle que queda en libertad a partir de ahora.

Encontraron a Giuliana  bailando amorosamente con Ramiro, tan absorta en él que a Pedro le costó llamar su atención. Cuando lo logró señaló a Paula al tiempo que alzaba los pulgares. Giuliana sonrió, les hizo una seña y se llevó la mano a la pesada cadena de oro. Luego rodeó con un brazo el cuello de Ramiro y se olvidó completamente de su tío Pedro.

En otra habitación, Lucas estaba solo con una botella de buen whisky. Graciela lo descubrió minutos más tarde.

-He visto lo que ha sucedido -dijo cariñosamente-. Lo tenías todo planeado, ¿No? Siempre supiste que finalmente Paula elegiría a Pedro.

-Creo que sí, Mamma. Aunque te confieso que a veces uno se pregunta si no tendría derecho a intervenir cuando un hombre actúa como un payaso con la mujer que está cortejando. Incluso se plantea conquistarla...

-¿Por qué no lo hiciste? -preguntó al tiempo que le tendía un vaso para que le pusiera whisky.

Lucas se encogió de hombros.

-Casi lo hice. Hubo noches en que mi parte buena libró una lucha encarnizada con la parte mala ante la puerta de su dormitorio.

-Y siempre ganó tu lado bueno, ¿Verdad?

-Desgraciadamente, sí -replicó con vehemencia.  Graciela se echó a reír-. Aunque habría sido inútil. Ella sólo tiene ojos para Pedro, como bien pude comprobar.

-Así que hiciste de Cupido. Siempre supe que eras un buen hermano.

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