martes, 21 de marzo de 2017

Protegerte: Capítulo 27

Cuando Emma llegó al pueblo hacía casi dos meses, le habían querido robar el bolso en la calle y luchó con el asaltante. En la refriega se cayó al suelo, golpeándose la cabeza y perdiendo la memoria. El sheriff Malone había descubierto que su nombre era Emma porque lo llevaba grabado en un collar que tenía puesto, pero no había recuperado la memoria.

Había tanto que Paula hubiese querido olvidar también, como la infidelidad de su primer esposo y la dulzura del actual, por no mencionar sus besos. Le había explicado que el beso del vivero había sido para despistar a la reportera y proteger su matrimonio de conveniencia por el tema de la batalla por la custodia de los niños. Pero la había alterado. Y el contacto con sus labios había tenido un elemento de desesperación que no comprendía. Sin embargo, lo que sí entendía era cómo su propio corazón había reaccionado con el beso.

Emma la vió y le sonrió. Dejó a los niños con unos juguetes y se acercó a ella.

—Hola, Paula —le dijo, con los ojos verdes brillándole de placer. Una melena pelirroja le enmarcaba el bonito rostro con sus rizos.

—Hola, ¿Cómo va todo?

—Bien, considerando que no recuerdo ni mi propio nombre. Lo del bolso no me preocupa tanto, porque las cosas materiales se reemplazan, pero uno no sabe lo preciosos que son los recuerdos hasta que los pierde.

—Tienes razón —suspiró Paula—. Te miraba pensando en las cosas que me gustaría olvidar, pero me he dado cuenta de que todas nuestras experiencias nos van moldeando. Las lecciones que hemos aprendido son importantes para no volver a cometer los mismos errores.

Paula se dió cuenta de repente de que Emma no la escuchaba. Miraba a los mellizos con una expresión perdida en los ojos verdes. Paula esperó un momento, sin saber qué hacer. Luego le tocó el brazo.

—¿Emma, te encuentras bien?

—¿Qué? —preguntó Emma, parpadeando varias veces. Luego se frotó las sienes y miró a Paula—. ¿Has dicho algo?

—Parece que te has desconectado de la realidad un momento. ¿Te encuentras bien?

—Me vino a la mente el vago recuerdo de estar colgando ropa de bebé.

—Eso es fantástico —dijo Paula, pero Emma tenía el ceño fruncido.

—No lo sé —dijo, con algo de desesperación—. Cuando el médico me examinó, me dijo que nunca había tenido niños. Entonces, ¿Por qué iba a estar colgando ropa?

—Ojalá lo supiera —le dijo Paula—. Ojalá pudiese ayudarte.

—El neurólogo me dijo que era solo cuestión de tiempo. Tengo que ser paciente —dijo, haciendo una mueca mientras se masajeaba las sienes.

—¿Te duele? —preguntó Paula.

—Me vienen imágenes, pero no sé como encajarlas. Luego comienza el dolor de cabeza.

—¿Quieres que te vaya a buscar algo?

—El médico me ha recetado unas pastillas —dijo Emma, negando con la cabeza—. Las tomaré cuando llegue a casa, quiero decir a la casa de la tía Gloria, donde me alojo.

Incómoda, Emma se dió la vuelta y comenzó a ordenar las revistas y periódicos de la sala de espera. Agarró el periódico de la mañana y le quitó el plástico. Luego miró los titulares y se quedó petrificada.

—¿Qué pasa? —le preguntó Paula—. ¿Te ha venido algún otro recuerdo?

—No me lo puedo creer —dijo Emma, mirando el periódico. Se dió la vuelta y observó a Paula—. ¿Has visto el periódico de hoy? —le preguntó.

—Salimos antes de que lo trajeran. ¿Qué pasa? —preguntó Paula, alargando la mano y agarrándolo—. Algo te ha llamado la atención. ¿Algún desastre natural?

Cuando leyó los titulares, se quedó sin aire. Era un desastre, desde luego, pero no natural. El artículo era sobre Pedro.

"¿SANTO O PECADOR? ¿GENEROSIDAD O CULPABILIDAD?"

El titular iba seguido de la foto de su esposo. El artículo era peor, insinuaba que Pedro era el padre de los mellizos abandonados en la guardería.

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