—No me lo puedo creer —dijo al echarse hacia atrás para ver los resultados de su esfuerzo. Pero poco más ese podía hacer sin agua, jabón y un buen quitamanchas.
—Han de ser los genes. De tal palo, tal astilla —bromeó él. Le observó el rostro, añadiendo—. Era broma, Paula. Y fue un accidente.
—Disculpen —dijo Ariel—. ¿Te encuentras bien, Paula? Perdona, Pedro. Mi mujer siempre me dice que tenga cuidado por dónde voy.
—No es nada —dijo Pedro con cortesía.
—Nuevamente, por favor, acepta que pague el gasto de la tintorería —dijo Paula, nerviosa.
—No te dejaría hacerlo ni de broma —dijo Ariel con una carcajada—. Tiene más dinero que Dios —añadió antes de alejarse porque alguien lo llamaba.
—Tiene razón, Paula. No pasa nada. Olvídalo.
—Si tú lo dices. No me puedo creer que los Martínez te hayamos manchado dos veces. Pero te prometo que no me acercaré a tí otra vez.
—¿Nunca? —preguntó él. ¿Era desilusión lo que se le reflejaba en la cara?
—Mientras tenga comida o bebida en la mano, no —dijo ella, tratando de no prestar atención al calor que le había causado su expresión.
—De acuerdo —dijo Pedro—. Pero no fue culpa tuya. —Sí, pero si seguimos así, no tendrás qué ponerte. Sé lo difícil que es quitar ciertas manchas.
—Ni la mitad de difícil que ha resultado sacarte de mis pensamientos — murmuró él.
—¿Qué has dicho?
—He dicho que tú, con tus niños, seguro que lo sabes. Lo de las manchas, quiero decir.
—Y que lo digas —dijo ella, mirando los ojos azules de una intensidad que quitaba el aliento.
De repente, Pedro sonrió y fue como si las nubes se abriesen y la tierra se quedase quieta. El corazón de ella dió un vuelco.
—De ahora en adelante, me pondré un chubasquero cuando estén cerca — bromeó él.
—Venga, sigue tomándome el pelo. En serio, me siendo muy mal. Esta vez sí que te compensaré.
El tiempo y el dinero eran cosas que se podían suplir con el ingenio. Antes de que pasasen otras veinticuatro horas, haría algo para demostrarle lo mucho que lo sentía. Lo único que se preguntaba era, ¿Cómo se compensaba a un hombre que tenía más dinero que Dios?
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