Pedro se hizo cargo de Fabián, mortalmente pálido. Y en unos cuantos minutos, los hermanos y Giuliana se alejaron rumbo a la iglesia.
Más tarde, todos los invitados quedaron en silencio cuando apareció la novia. Evangelina había elegido un sencillo traje de color marfil, adornado con un velo corto sujeto con pequeñas flores. Estaba hermosa, tranquila y segura de sí misma. De hecho, una mujer como ella era lo que más necesitaba Fabián, el hombre que amaba. Graciela lo sabía porque la abrazó de un modo muy maternal antes de poner una de sus manos en la de su esposo.
-Antonio, tú la llevarás al altar, y entonces será nuestra hija.
«Ninguna novia podría haber recibido una acogida mejor», pensó Paula mientras se dirigía con Lucas a uno de los coches.
En ese momento, supo que no podía casarse con Lucas a pesar de lo que pensaran los demás. Había llegado la hora de marcharse. Había que poner distancia entre la familia Alfonso y ella. De ese modo, no tendría que ver a Pedro con Giuliana. De pronto, recordó que no podría dejar de verlo diariamente puesto que trabajaba con él. Tendría que regresar a Inglaterra y buscar otro empleo. Eso significaría tener que comenzar de nuevo. «No es nuevo para mí. Puedo volver a hacerlo», pensó con decisión.
La ceremonia fue impresionante, pero lo que más impactó fue el momento en que los novios pronunciaron sus votos de amor. Entonces la música del órgano invadió el recinto de la iglesia y los novios avanzaron lentamente por la nave hasta salir al atrio, donde los esperaba el fotógrafo. Había que hacer muchas fotos de distintas combinaciones familiares. Nadie podía quedar fuera, así que se vió amablemente empujada a posar para muchas fotografías mientras pensaba que no tenía derecho a estar allí.
Luego llegó el momento de la recepción y los discursos. Marcos a menudo tenía que ayudar a su padre a salvar las dificultades del idioma.
-Papá todavía no se maneja bien en italiano, así que yo seré su intérprete.
Y llegó el momento en que los novios tuvieron que abrir el baile. Apoyada contra una pared y con una copa de champán en la mano, Paula contemplaba a los novios, que se deslizaban armoniosamente por la pista. En ese momento, Pedro se acercó a ella.
-¿Haciendo planes?
-¡Cállate! -replicó, abandonando todo tacto.
-¿Cuánto tiempo piensas mantenernos en la incertidumbre mientras postergas el anuncio de tu boda? Pronto serás mi cuñada, o lo serías, si me decido a reconocer al inglés como mi hermano.
Paula se enfrentó a él, con la mirada fija en sus ojos.
-Pedro, ¿Quieres dejar de decir tonterías? No me voy a casar con Lucas -replicó, repentinamente enfadada, sin cuidar sus palabras-. ¿Cómo pudiste haberlo pensado siquiera un minuto?
-Porque te fuiste a vivir con él.
-Sólo porque estaba enfadada contigo. Debiste haberlo sabido, aunque sí que lo sabías. ¿Dónde has estado todo este tiempo?
Él la miró fijamente.
-¿Me culpas?
Paula pensó en Giuliana y la tristeza se apoderó de ella.
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